Prohibido escupir al cielo
Moral de teologuchos llamaba Erasmo a determinadas discusiones. Pon¨ªa en el Elogio de la locura algunos ejemplos, de los que recuerdo tres: si se nos permitir¨¢ beber y comer despu¨¦s de la resurrecci¨®n; si es pecado menos grave matar a un mill¨®n de hombres que coser en domingo el zapato (incluso si fuese el zapato de un pobre), o si vale m¨¢s dejar que perezca el universo entero que lanzar palabras contra Dios y sus protegidos. La blasfemia, vaya discusi¨®n tonta. En algunos pa¨ªses, la irreverencia hacia personajes, artefactos, costumbres y creencias religiosas es delito que cuesta la vida. Re¨ªmos con ese tipo de noticias. Una ¨²ltima habla de que el rey de Arabia Saudita ha suavizado el castigo a un peregrino deslenguado. Le dar¨¢n 75 latigazos en lugar de 500, procurando no hacer demasiado da?o. El blasfemo es australiano, un pa¨ªs que compra petr¨®leo.
?Oh, los b¨¢rbaros! ?Qu¨¦ cosas suceden ah¨ª fuera! Ac¨¢, la blasfemia no es un delito, sino la demostraci¨®n de que por fin hemos alcanzado la plena libertad de expresi¨®n. Pues no. El juicio a Javier Krahe demuestra que en Espa?a se cuecen tambi¨¦n habas de intolerancia y medievalismo. Pol¨ªticos y sabios tragan improperios y sapos inmisericordes en los medios ultracat¨®licos, pero ?ay cuando se toca la religi¨®n o a alguno de sus s¨ªmbolos y prelados!
Hab¨ªa durante el nacionalcatolicismo franquista dos pecados inmundos: la blasfemia y los de m¨¢s abajo de la regi¨®n abdominal. Amenazaban los que m¨¢s el reino de Dios, no la injusticia, la tortura, ni siquiera el crimen de Estado. Ah¨ª es donde deb¨ªan actuar curas rurales y la Guardia Civil caminera. Parecen patochadas desopilantes, batallitas del pasado, pero permanecen en el C¨®digo Penal, como si este obedeciese todav¨ªa al Catecismo de la Iglesia Cat¨®lica, tan vigente (segunda secci¨®n, segundo mandamiento: ¡°No tomar¨¢s en falso el nombre del Se?or tu Dios¡±). Era pecado grav¨ªsimo, hab¨ªa que erradicarlo sin contemplaciones. No lo lograron porque la lengua arraiga en el hombre m¨¢s que el miedo. En la ¨²ltima versi¨®n del Catecismo patri¨®tico espa?ol se reconoce que ¡°con la gran Cruzada (may¨²scula, por favor) esos enemigos han quedado vencidos, pero no aniquilados¡±. A la blasfemia llaman ahora escarnio. Son los gajes de los eufemismos. Pregunten a Krahe por la diferencia.
Es que el castigo a los blasfemos es dogma eterno para los religiosos que a?oran la inquisici¨®n y leen la Biblia como si fuese un c¨®digo civil. Los libros sagrados abundan en castigos. El rey Herodes fue comido por los gusanos; a Nestorio, que blasfem¨® de la Virgen, se le pudri¨® la lengua; blasfema Le¨®n de Poitiers y Dios le castiga haci¨¦ndole sordo, mudo y loco; los jud¨ªos, blasfemos contra Jesucristo, fueron exterminados por Tito. En este centenario del hundimiento del Titanic, un escritor cat¨®lico a machamartillo record¨® sin titubeos c¨®mo obreros imp¨ªos hab¨ªan estampado sobre el casco del nav¨ªo ¡°blasfemias y burlas sacr¨ªlegas, para humillar a los creyentes. Ni Cristo mismo lo har¨¢ zozobrar¡±. Ya ven lo que pas¨®. ?Dios, qu¨¦ Espa?a, todav¨ªa!
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