Leyes divinas
El asesor de comunicaci¨®n cree que el juicio a Javier Krahe por blasfemia es un error
La mayor¨ªa de las religiones necesitan leyes. Mandamientos divinos que son interpretados por ¨¦stas a trav¨¦s de sus iglesias. As¨ª, los sacerdotes, gu¨ªas o profetas, acaban siendo jueces. Y los p¨²lpitos se convierten en tribunas fiscales y las ceremonias en juicios. Es cuando convertimos la fe en dogma. Entonces, la discrepancia no es solo pecado sino delito (herej¨ªa) que necesita pena y castigo. Lo llamamos justicia divina.
Esta ¨ªntima relaci¨®n entre fe y ley ha tenido a lo largo de la historia dram¨¢ticas consecuencias. Los depositarios de la primera han necesitado convertir las creencias en normas que permiten mucho mejor la gesti¨®n de las jerarqu¨ªas. Y extender estas normas en los extramuros de sus iglesias como parte de algo mucho m¨¢s vulgar que la evangelizaci¨®n de las almas: la ocupaci¨®n del espacio p¨²blico como s¨ªmbolo del poder de las iglesias, del poder de Dios.
El juicio a Javier Krahe no es un proceso judicial cualquiera. Que sea absurdo, no significa que no sea peligroso. Y, a pesar de que la fiscal¨ªa no ve delito en el v¨ªdeo que se juzga, ni responsabilidad del artista en su difusi¨®n, lo que se busca es sentar al supuesto blasfemo en el banquillo. Desde que se escribi¨® el art¨ªculo 525 del C¨®digo Penal, reformado en 1995 (¡°ofensa a los sentimientos de los miembros de una confesi¨®n religiosa¡±), nunca antes se hab¨ªa juzgado a nadie. Ahora se pretende hacerlo por un v¨ªdeo grabado en 1977 y emitido en televisi¨®n en 2004 en el marco de un reportaje sobre su autor.
El Centro Jur¨ªdico Tom¨¢s Moro, promotor de la denuncia, busca justo lo contrario: sentar un precedente. Esta es la aut¨¦ntica batalla democr¨¢tica que se libra tras la apariencia judicial. El juicio, como tal, es una regresi¨®n. Y la sentencia, si fuera condenatoria en cualquier medida, ser¨ªa la victoria que buscan los que quieren convertir la cruz en un mazo judicial. A estos guardianes de la fe, de vocaci¨®n guerrera y militar, les gustar¨ªa hacer suyo el refr¨¢n popular: ¡°A Dios rogando y con el mazo dando¡± pero no el del picapedrero, sino en la versi¨®n ¡°martillo de herejes¡±.
Los sentimientos, las creencias de las personas merecen respeto. Pero libr¨¦monos de los soldados de Dios, en cualquiera de sus variantes. ¡°Orden en la sala¡±, vociferan los jueces desde su tribunal mientras aporrean con el s¨ªmbolo de su poder. El orden es el silencio. Pero no podemos callarnos cuando los que quieren silenciar la libertad lo hacen en nombre de Dios. Alcemos la voz. Este juicio es un error. En la forma y en el fondo.
* Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª es asesor de comunicaci¨®n.
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