???Semana caribe?a!!!
Dicen que el mundo, tal y como lo conoc¨ªamos hasta ahora, se hunde. Debe de ser verdad porque basta con salir a la calle para encontrarse con golosas liquidaciones.
Que dicen que el mundo, tal y como lo conoc¨ªamos hasta ahora, se hunde. Debe de ser verdad porque basta con salir a la calle para encontrarse con golosas liquidaciones. Por jubilaci¨®n, leo en una tienda. Por defunci¨®n, en otra. Por reforma. Por traspaso. Est¨¢ claro que en Espa?a nos puede la verg¨¹enza torera y nadie quiere reconocer que es ¡°porque estamos en la puta ruina¡±. Vuelve una a casa con los ojos llenos de ofertones. Las marquesinas de las paradas de autob¨²s est¨¢n empapeladas con un cartel que reza: ¡°Nueva York, cinco d¨ªas y tres noches. Por ochocientos euros¡±. Cinco d¨ªas y tres noches. Eso me ha tra¨ªdo a la memoria lo que en los ¨²ltimos tiempos se viene a denominar ¡°semana caribe?a¡±. En realidad, el populacho llamaba a esas minivacaciones sacadas de la manga ¡°un cacho puente¡±, pero el Consejo General del Poder Judicial ha querido distinguirse bautizando de manera jacarandosa a las semanas que empiezan en lunes y acaban en mi¨¦rcoles. Con esto no quiero decir que todos los miembros de dicho Consejo hicieran uso de semana tan prometedora, pero s¨ª los suficientes como para que el t¨¦rmino se acu?ara, que ya dice la Real Academia que los t¨¦rminos se fijan por uso. A ver cu¨¢nto tarda mi querido Manuel Seco en llevar al diccionario de uso expresi¨®n tan tropical. Semana caribe?a: d¨ªcese de la semana laboral de algunos jueces que, de vez en cuando (para desengrasar), tienen a bien abandonar las dependencias de la justicia un mi¨¦rcoles y no volver hasta el lunes siguiente.
Pero hay particularidades de la semana caribe?a que la diferencian claramente de esos cacho puentes de los que, gracias a las fiestas locales y los santos y tal, se beneficia el pueblo llano. Una verdadera semana caribe?a es aquella que una personalidad se toma cuando le sale del bolo, por decirlo de una manera que entiendan incluso los administradores de justicia. Y para rematar la jugada, una semana caribe?a es aquella que le sale, al afortunado que la disfruta, del bolo y por la cara. En realidad, la semana caribe?a la paga el pueblo llano con sus impuestos. S¨ª, s¨ª, ese mismo pueblo que ha vivido por encima de sus posibilidades y al que le estamos apretando las tuercas a ver si acaba trabajando en condiciones chinescas. Pero al pueblo llano no le importa hacer alarde de semejante generosidad, dado que, como todo el mundo sabe, es una manera de agradecer el impecable y diligente funcionamiento de la justicia.
Est¨¢ claro que en Espa?a nos puede la verg¨¹enza y nadie reconoce que estamos en la puta ruina
Todo el mundo entiende que eso de la separaci¨®n de poderes incluye los distintos aspectos de la vida, incluidos los l¨²dicos. Y que, si bien puede darse el caso de que la semana caribe?a coincida con el puente de la Inmaculada, la semana del magistrado puede caer en cualquier p¨¢gina del calendario. Los que imparten justicia se atienen a sus propias reglas. Ya lo dice la Constituci¨®n. Las semanas caribe?as del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial no habr¨ªan molestado tan hondamente a los ciudadanos si no hubiera sido por esta crisis sin fin que nos est¨¢ poniendo a todos de una gran mala hostia, por decirlo de una manera que puedan entender incluso los administradores de justicia. Si esto llega a pasar hace diez a?os, por ejemplo, cuando est¨¢bamos en pleno jacuzzi de burbujas inmobiliarias, la gente habr¨ªa comprendido que la separaci¨®n de poderes lleva incluidas semanas laborales de este tipo. Para empezar, es posible que ni nos hubi¨¦ramos enterado. Y si alg¨²n aguafiestas hubiera denunciado los privilegios del presidente del Tribunal Supremo, habr¨ªan salido al quite pol¨ªticos y columnistas alertando del peligro que supone, en un pa¨ªs inmaduro como el nuestro, desacreditar a las instituciones. El chocolate del loro, habr¨ªan dicho, dando por zanjado el debate. Algunos colegas de D¨ªvar han sacado la cara por ¨¦l (para que luego digan que en tiempos como estos se esfuma la solidaridad laboral), pero les est¨¢ resultando imposible justificar a un presidente que parec¨ªa vivir en una permanente semana caribe?a. Y el favor que le est¨¢n haciendo es flaco o, peor a¨²n, es un favor envenenado, porque la resistencia del magistrado a dimitir est¨¢ llevando a los peri¨®dicos informaciones que a muchos nos gustar¨ªa ignorar. La justicia espa?ola tiene un empe?o especial en acabar siendo portada de El Jueves.
Lo de D¨ªvar ha ca¨ªdo en un momento en que el pa¨ªs est¨¢ de inventario o a punto de echar el cierre por reforma, defunci¨®n, traspaso o jubilaci¨®n. Este pueblo, que a diario aguanta la rega?ina de Merkel o el silencio insoportable de su presidente, ha decidido no pasar ni una a esas instituciones a las que tanto deb¨ªa respetar para preservar una democracia inmadura. La justicia, la monarqu¨ªa, los sueldos de los pol¨ªticos, las duplicidades, el Banco de Espa?a o lo de Bankia. Ya que hay que pagar el destrozo, al menos exijamos el libro de reclamaciones. Pero f¨ªjense si est¨¢bamos acostumbrados a aceptar privilegios inadmisibles, que antes de escribir este art¨ªculo he le¨ªdo un titular que dec¨ªa: ¡°D¨ªvar se ve forzado a hacer un pleno en s¨¢bado¡±. ?En s¨¢bado!, he pensado, qu¨¦ duro debe de ser esto para alguien acostumbrado a la semana caribe?a. Y al releerlo me he dado cuenta de que no dice ¡°en s¨¢bado¡± sino ¡°el s¨¢bado¡±. Y me ha dado un ataque de risa.
Algunos colegas de D¨ªvar est¨¢n sacando la cara, pero les est¨¢ siendo imposible justificarlo
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