¡°Si Pasqual no recuerda a alguien, lo abraza igualmente¡±
Al matrimonio no le cuesta hablar del alzh¨¦imer: ¡°Creemos que es ¨²til¡±
Han pasado dos a?os desde que se estren¨® el documental Bicicleta, cuchara, manzana, en el que Pasqual Maragall (1941) y su familia muestran su lucha diaria contra la enfermedad de alzh¨¦imer que padece el expresidente de la Generalitat. Sus apariciones p¨²blicas desde entonces han sido contadas, aunque su agenda est¨¢ repleta de actividades. ¡°Le llegan muchas invitaciones y ¨¦l decide a qu¨¦ vamos y a qu¨¦ no. Si no quiere estar en un sitio, se levanta y se va¡±, dice Diana Garrigosa, la esposa del pol¨ªtico socialista. En esta ocasi¨®n ¨¦l resuelve quedarse en la mesa y pide una t¨®nica.
El matrimonio est¨¢ en Santander para debatir sobre el alzh¨¦imer en el marco de los cursos de verano de la Universidad Men¨¦ndez Pelayo. Hablan abiertamente de la enfermedad. ¡°No nos cuesta porque nos damos cuenta de que es ¨²til¡±, afirma Garrigosa. ¡°Por eso grabamos la pel¨ªcula. Cre¨ªmos que divulgar la enfermedad ayudar¨ªa a sacarla del armario; mi marido en aquel momento dijo que era mejor no disimular¡±, a?ade. Pasqual Maragall no interviene mientras se trata el tema. Hojea el peri¨®dico y comenta alguna noticia. ¡°Mira lo que est¨¢ pasando en Francia¡¡±, dice. ?Le sigue interesando la pol¨ªtica? ¡°No, no tanto. Ni a ¨¦l, ni a m¨ª. Como a tanta otra gente¡±.
Ahora el d¨ªa a d¨ªa de Maragall est¨¢ programado en una agenda que gestiona su jefe de gabinete. ¡°Hay que planear todo a corto plazo¡±, explica Garrigosa. Maragall tambi¨¦n gusta de controlar su tiempo. Lleva en su bolsillo una peque?a libreta en la que anota sus citas. La pr¨®xima: ir a librer¨ªa a comprar lo ¨²ltimo de Ian Gibson. ¡°Hace cosas que no hubiera hecho, como pasear. Y anda muy r¨¢pido¡±, dice la mujer. ¡°Tambi¨¦n los nietos han entrado en la agenda¡±, a?ade. Se ha aficionado incluso a la fotograf¨ªa. Captura im¨¢genes con su m¨®vil. A mitad de conversaci¨®n, busca el aparato en su chaqueta. Lo ha olvidado. Se levanta y va por ¨¦l a su habitaci¨®n. A su regreso retrata a la periodista.
Lo que no pueden prever es que la gente les pare por la calle. ¡°Nos ocurre constantemente¡±, dice Garrigosa. Y pasa. Un fot¨®grafo interrumpe la conversaci¨®n para retratar a la pareja. ¡°Nos conocimos en¡¡±, se dirige a Maragall, quien asiente y posa junto a su esposa. La an¨¦cdota sirve a la mujer para parafrasear a su marido: ¡°Siempre hace un chiste en el que dice que, como es conocido nunca se perder¨¢. Siempre habr¨¢ alguien que le reconozca¡±. Le preocupa m¨¢s no tratarle como a un enfermo. ¡°Si se olvida de algo, no hacerlo por ¨¦l. La cuesti¨®n es que mueva las neuronas¡±, especifica.
Muchos amigos visitan a Maragall. ¡°No me puedo imaginar que no los viera, si no, los olvidar¨ªa. Recuerda a muchas personas, pero, si no, las abraza igualmente¡±, dice Garrigosa. ?Hablan del futuro, de cuando olvide a la familia? ¡°Ser¨¢ el peor momento, para m¨ª ser¨¢ su muerte¡±, se emociona. ¡°Existir¨¢, pero¡¡±, no consigue acabar la frase. ¡°S¨¦ que no se va a curar. Pasar¨¢¡±, zanja.
Pese a esta certeza y a que la enfermedad avanza, Maragall saca de sus recuerdos los versos que escribi¨® su abuelo y que dan nombre a sus memorias: Pasqual Maragall. Oda inacabada. Y recita el poema entero.
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