Primavera acad¨¦mica
Los argumentos contrarios al acceso libre a la ciencia parecen respetables, pero los favorables resultan aplastantes. Que usted y yo, lector, no podamos conocer los resultados de unas investigaciones que hemos permitido con nuestro voto, propiciado con nuestra opini¨®n y financiado con nuestros impuestos es simple y llanamente insostenible.
La importancia de esta cuesti¨®n puede parecer remota si hablamos de la velocidad de los neutrinos o del bos¨®n de Higgs, pero es dolorosa de puro evidente cuando se trata del glioblastoma que puede matarle dentro de seis meses, o de los h¨¢bitos que permitir¨¢n a su hijo vivir sano y feliz dentro de 50 a?os, cuando usted ya no pueda cuidarle.
La ciencia es por esencia un empe?o internacional, p¨²blico y transparente, y sus resultados no deben hurtarse a nadie que necesite conocerlos, a ninguna universidad que carezca de presupuesto para pagarlos ni a ning¨²n investigador que pueda utilizarlos para aliviar el sufrimiento humano. Si la ciencia la financiamos todos, sus avances deben ser un bien p¨²blico, gratuito y disponible de forma inmediata y transparente para todos.
Lo dem¨¢s son detalles que habr¨¢ que resolver con inteligencia. Como ha ocurrido muchas veces en esta materia, vuelven a ser ahora la sociedad brit¨¢nica y su Parlamento quienes nos marcan el camino a seguir con un ejemplo de racionalidad y coherencia. Pero su iniciativa no servir¨¢ de gran cosa si los dem¨¢s pa¨ªses no nos volcamos en ella. La propuesta brit¨¢nica solo afecta al 6% de la investigaci¨®n mundial, que es la financiada por las instituciones p¨²blicas de ese pa¨ªs. Estados Unidos, sin embargo, ya hace algo parecido con los proyectos que corren a cargo de sus Institutos Nacionales de la Salud (NIH), y los responsables cient¨ªficos de la Administraci¨®n de Obama est¨¢n decididos a profundizar esa l¨ªnea. Por modesta que sea nuestra contribuci¨®n a la ciencia global, Espa?a debe manifestar cuanto antes su compromiso con el acceso libre y gratuito a los trabajos cient¨ªficos salidos de sus arcas p¨²blicas. Y que se tranquilicen los guindos y montoros, que nada de esto va a subir nuestra prima de riesgo. Por una vez no se trata de pedir dinero, sino un m¨ªnimo de decencia pol¨ªtica.
Algunas voces cr¨ªticas en la comunidad cient¨ªfica brit¨¢nica han manifestado su temor de que el libre acceso, al cargar los costes de edici¨®n sobre el laboratorio publicante en vez de sobre el lector de lo publicado, retraiga a los cient¨ªficos de dar a la prensa sus trabajos menores.
Como lector habitual del g¨¦nero, solo puedo decir: ojal¨¢ sea as¨ª.
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