Seguridad sin democracia
De un tiempo a esta parte las autoridades pol¨ªticas reclaman colaboraci¨®n para garantizar la seguridad ciudadana; piden que las personas denuncien las infracciones que vean. Como denunciar tiene mala prensa, el conseller de Transportes, Llu¨ªs Recoder, dijo que no se trataba de que los ciudadanos fueran denunciantes, sino¡ informantes. Hasta aqu¨ª, por ahora, la exigencia de persecuci¨®n de todo tipo de infracciones, no solo de las penales.
Quien observara desde fuera este SOS pensar¨ªa que Espa?a es un pa¨ªs inseguro: ah¨ªto de delitos y falto de polic¨ªas. Sin embargo, es el segundo pa¨ªs m¨¢s seguro y menos violento de Europa (Madrid o Barcelona son la envidia de Par¨ªs, Londres o Berl¨ªn) y con una alt¨ªsima tasa de polic¨ªas por 1.000 habitantes: 3,71, sin contar las polic¨ªas locales, ni las privadas, ni la videovigilancia p¨²blica y privada. Somos una sociedad muy segura y vigilada. ?A qu¨¦ viene el llamamiento? Responde a algo sencillo: hemos entrado de lleno en el securitismo, esto es, la seguridad a cualquier precio y por encima de todo, lo que casualmente es un enorme negocio. En suma: mucha polic¨ªa, muchas penas, muchos presos, hasta alcanzar la pretensi¨®n del actual ministro del Interior, Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz, de una sociedad sin conflictos, es decir, una sociedad muerta.
Pero dejando el aspecto ideol¨®gico-econ¨®mico del securitismo, est¨¢, una vez m¨¢s, la pura ret¨®rica hueca. Si el ciudadano denuncia ¡ªexperiencias tiene del nulo caso que se le hace en ocasiones¡ª, deber¨¢ ratificar policial y judicialmente, todo ello gratis, su declaraci¨®n inicial y deber¨¢ constar su identificaci¨®n en el procedimiento, porque las denuncias an¨®nimas impiden el derecho de defensa. De esta suerte, afrontar¨¢ nuevas cargas en una situaci¨®n que el sobrepeso por eje supera lo razonable. En este contexto, el ciudadano puede preguntarse: ¡°Si hemos creado el Estado para realizar las tareas de inter¨¦s p¨²blico y com¨²n, si pago impuestos para mantener el Estado, ?por qu¨¦ debo yo hacer de Estado?¡±. En fin, se habla demasiado de seguridad (y de crisis) y muy poco de democracia y de Estado de derecho, cuando son los pilares que hacen mejores a las sociedades.
La seguridad no puede ser una carga para la ciudadan¨ªa, ni puede cercenar derechos en aras de una eficacia cuyo horizonte es una sociedad plana, sin matices y dirigida por quienes saben lo que nos conviene a todos.
Joan J. Queralt es catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona.
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