La desmoralizaci¨®n de Espa?a
Las crisis de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica hacen caer la autoestima del pa¨ªs El des¨¢nimo y la falta de horizontes devuelven la mirada al desastre de 1898
Los espa?oles est¨¢n desmoralizados, viven una crisis de autoestima. Las encuestas muestran que ven cada vez m¨¢s negro no ya su presente, sino su futuro. Cost¨® mucho, d¨¦cadas, que recuperasen la confianza en su pa¨ªs. Esta confianza se ha quebrado de la mano de la crisis econ¨®mica, de los problemas que conlleva para todos y para cada cual, y de las perspectivas de un rescate (no ya de la banca sino del Estado) que, tal es el abatimiento, mucha gente empieza a querer que llegue cuanto antes si ha de venir. Y por detr¨¢s, hay una crisis de la pol¨ªtica.
La p¨¦rdida de Cuba en la guerra con Estados Unidos de 1898, el ¡°desastre¡±, fue el detonante de una reflexi¨®n de Espa?a sobre s¨ª misma que impulsaron las generaciones intelectuales del 98 y del 14. ¡°Desde entonces¡±, escribi¨® Vicens Vives, ¡°el pueblo espa?ol ha buscado, como si fuera un elixir milagroso, una estructura pol¨ªtica y social que corresponda con sus aspiraciones¡±. Con la Transici¨®n, durante tres d¨¦cadas, crey¨® haberla conseguido, pero de nuevo emerge la idea de fracaso.
Una psiquiatra cree que ver que no hay nada bajo control genera ansiedad
Para el historiador Santos Juli¨¢ no hay comparaci¨®n con el 98: ¡°Aquello fue otra cosa. Soldaditos macilentos que volv¨ªan en sus trajes de rayadillo, despu¨¦s de un desastre de derrota a una patria con un Estado literalmente en la ruina, o sea, quebrado y quebrantado: las gentes les llevaban bocadillos para que no murieran de inanici¨®n. Fue como la traca final de la mirada sobre la decadencia de Espa?a, que hab¨ªa inquietado a los liberales y conservadores del XIX¡±. De hecho, se tard¨® mucho en recuperar la autoestima nacional, probablemente hasta el ingreso de Espa?a en la hoy Uni¨®n Europea en 1986, o en el euro en 1999. Y ahora el posible rescate no ya de la banca sino de las finanzas p¨²blicas se vive, en palabras del Financial Times, ¡°como una humillaci¨®n¡±, en una Espa?a que cre¨ªa haber puesto fin a su diferencia secular con Europa.
?Espa?a deprimida? ?Desmoralizada? Los psic¨®logos y psiquiatras se resisten a extrapolar la psicolog¨ªa individual a la social. Aunque hay una relaci¨®n. La crisis est¨¢ generando estr¨¦s en los individuos (por p¨¦rdida de empleo, incertidumbre, reducci¨®n de salarios, subidas de impuestos y carest¨ªa de la vida, etc¨¦tera). Y este estr¨¦s ha degenerado en desmoralizaci¨®n, individual y colectiva, cuando no depresi¨®n. ¡°Cuando se somete a la persona (y a la sociedad, en cierto modo, tambi¨¦n) a un estado de estr¨¦s mantenido, este se convierte en algo superior a lo que el organismo puede reducir con sus recursos psicol¨®gicos naturales¡±, se?ala la psiquiatra Lola Mor¨®n. ¡°Cuando controlamos la situaci¨®n, la sensaci¨®n de amenaza desaparece. Pero, cuando es de descontrol, se recrudece. Eso pasa ahora tambi¨¦n en la sociedad. Tenemos una sensaci¨®n de vulnerabilidad constante, de que las cosas no est¨¢n bajo nuestro control, y esto nos sit¨²a en un estado de alerta constante que acaba produciendo ansiedad y angustia en los individuos¡±, prosigue. Y a?ade: ¡°Acaba por producir desmoralizaci¨®n y desesperanza. Tambi¨¦n produce un estado de apat¨ªa, ya que perdemos las ganas de pelear. Al principio se intenta, pero la apat¨ªa vence¡±. Y, en efecto, en esta Espa?a no hay esp¨ªritu de lucha para hacer frente a las dificultades. Aqu¨ª, tras cuatro a?os de crisis econ¨®mica que se ha extendido a la pol¨ªtica, reina la desmoralizaci¨®n. En Italia, m¨¢s bien la ira ¡ªo, vulgarmente hablando, el cabreo¡ª con los pol¨ªticos.
Protagonistas de la Transici¨®n se preguntan si aquello vali¨® la pena
La percepci¨®n no tiene por qu¨¦ responder a la realidad. Hay dos Espa?as. No de acuerdo con la divisi¨®n tradicional entre una retr¨®grada y otra modernizadora, o entre la oficial y la real, sino entre una Espa?a que funciona y otra que no. La primera est¨¢ formada por empresas punteras, grandes, medianas y peque?as, que innovan y exportan. Tambi¨¦n cabe incluir un sector tur¨ªstico que sigue siendo muy competitivo. La segunda es la ligada al ladrillo, ahora en crisis, o a sectores sin competencia real en su seno. Hoy domina la sensaci¨®n de que Espa?a es toda como esta ¨²ltima, cuando no es as¨ª. Adem¨¢s, el paro, la crisis y alguna reforma (pues se han hecho pocas de verdadero calado) est¨¢n teniendo efectos positivos en la recuperaci¨®n de la competitividad espa?ola (y de los pa¨ªses intervenidos), como se?alaba el semanario alem¨¢n Der Spiegel, citando un estudio de la Asociaci¨®n Alemana de C¨¢maras de Industria y de Comercio. Pero esto no cala, pues predomina el abatimiento, y estos avances no se traducen en mejoras para las personas. M¨¢s bien, lo contrario.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, este pa¨ªs ha vivido un enorme progreso econ¨®mico, pol¨ªtico y social. El progreso se ha roto. No es tanto la sensaci¨®n de que de nuevos ricos hemos pasado a nuevos pobres como de que nos hemos quedado sin objetivos y sin horizontes, o con un horizonte en el que los hijos vivir¨¢n peor que los padres. Algunos protagonistas de la Transici¨®n empiezan a preguntarse si acertaron y si aquello vali¨® la pena. ?Ya no somos ejemplo? Elementos esenciales de esa construcci¨®n est¨¢n siendo cuestionados, como el Estado de las autonom¨ªas y hay una p¨¦rdida de la credibilidad de casi todas las instituciones. Pero, sin embargo, m¨¢s all¨¢ de la admiraci¨®n por el personaje, el sepelio este verano de Gregorio Peces Barba reflej¨® que hab¨ªa a?oranza de esos tiempos en que por encima de la lucha pol¨ªtica hubo capacidad de consenso.
La terapia de la verdad
La desmoralizaci¨®n viene tambi¨¦n de la falta de perspectivas para remontar la crisis. Ning¨²n pol¨ªtico se atreve realmente a decir la verdad. Desde luego, el Gobierno prefiere el paso a paso, "la tortura de la gota malaya". Pero algunos observadores estiman que para superar el "feed-back de iteraci¨®n-depresi¨®n hecho a base de mentiras piadosas a las que siguen realidades crueles", es necesario decir la verdad.
En esta l¨ªnea, Carlos Alonso Zald¨ªvar, diplom¨¢tico y ensayista, considera que ¡°la mentira domina cada vez m¨¢s el debate p¨²blico. El Gobierno est¨¢ constantemente tratando de vender falsas esperanzas. La oposici¨®n vende propuestas de peque?os remedios. Pese a todo eso, la gente percibe que vamos a peor. Pero todav¨ªa insuficientemente. Nos espera un futuro peor de lo que la gente supone. Lo que habr¨ªa que hacer es ir con la verdad por delante y con un plan para superarla. Decir claramente: nos esperan unos cuantos a?os peores que hasta ahora; solo haci¨¦ndoles frente saldremos bien; si no, nos seguiremos arrastrando qui¨¦n sabe hasta cu¨¢ndo¡±.
Un problema de esta terapia es la falta de liderazgo pol¨ªtico para plantearla y la carencia, hoy por hoy, de un plan para salir de la crisis m¨¢s all¨¢ de la creencia de que las reformas funcionar¨¢n y generar¨¢n crecimiento. Otro es si realmente se cura una depresi¨®n dici¨¦ndole al paciente la verdad de lo que le espera. La respuesta, seg¨²n Lola Mor¨®n, psiquiatra, es ¡°rigurosamente no. La depresi¨®n solo se cura con f¨¢rmacos o con el tiempo. S¨ª se les abre una peque?a puerta de esperanza cuando se les dice que su padecimiento es tratable y reversible¡±. Y es tratable y reversible. Cada vez hay m¨¢s gente en Espa?a tomando antidepresivos y ansiol¨ªticos. ¡°Los f¨¢rmacos en una sociedad son leyes: leyes que cambien la pol¨ªtica, la paralizante relaci¨®n de la pol¨ªtica¡±, dice el soci¨®logo Jos¨¦ Antonio G¨®mez Y¨¢?ez, de la Universidad Carlos III.
Finlandia vivi¨® momentos de crisis cuando se derrumb¨® su mercado con la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991. Fue capaz de generar un amplio consenso social y pol¨ªtico, y una estrategia de pa¨ªs que acab¨® resultando un ¨¦xito. Espa?a es una sociedad m¨¢s compleja. Pero salir de la depresi¨®n requiere para los espa?oles la elaboraci¨®n de un amplio acuerdo nacional con una estrategia-pa¨ªs, dificultada cuando a veces dominan los nacionalismos estrechos, soberanistas o espa?olistas. Es necesario que los espa?oles sientan que participan en la soluci¨®n no solo asumiendo costes, sino tambi¨¦n decisiones de futuro.
Por otra parte, la salida neta de capitales es notoria (y legal; puede haber otra parte oculta). En el primer semestre de este a?o super¨® los 219.000 millones de euros, frente a un saldo positivo en el mismo periodo del a?o anterior. Es decir, que no solo los extranjeros no invierten, sino que mucho espa?ol ha estado desinvirtiendo y sacando dep¨®sitos al extranjero, lo que ahora es m¨¢s f¨¢cil gracias a la UE y a la electr¨®nica. Pero esto significa que muchos de los tenedores de esos capitales son los primeros que han dejado de creer en Espa?a. Y la gente lo percibe. Si la ¨¦lite no cree en el pa¨ªs, ?c¨®mo se va a pedir que conf¨ªen los ciudadanos?
Tambi¨¦n pesa en el abatimiento la p¨¦rdida de peso de Espa?a en el mundo, y especialmente en Europa. Durante muchos a?os, Espa?a adquiri¨® un peso relevante. La crisis lo ha rebajado. Adem¨¢s, el mundo ha cambiado. Tambi¨¦n para Espa?a. El caso m¨¢s claro es Am¨¦rica Latina, donde la actitud paternalista ya no tiene cabida. Es casi al rev¨¦s: es Am¨¦rica Latina la que ahora ayuda a Espa?a.
Un factor que contribuye al abatimiento es la falta de vertebraci¨®n de Espa?a que hace sumamente dif¨ªcil llegar a un proyecto de pa¨ªs para salir de la situaci¨®n actual. A ello cabe a?adir que la gente siente hast¨ªo del enfrentamiento pol¨ªtico, y tambi¨¦n que hoy por hoy no se les presenta una aut¨¦ntica alternativa.
Y la crisis econ¨®mica ha provocado no una crisis pol¨ªtica, sino una crisis de la pol¨ªtica, a la que han contribuido tambi¨¦n los casos de corrupci¨®n. Seg¨²n Fernando Vallesp¨ªn, expresidente del CIS y catedr¨¢tico de Teor¨ªa Pol¨ªtica de la UAM, a trav¨¦s de las encuestas se detecta que ¡°los ciudadanos no ven a los pol¨ªticos como capaces de resolver sus problemas, sino como un problema m¨¢s. Y esto suscita inevitablemente la cuesti¨®n de la deslegitimaci¨®n del sistema democr¨¢tico tal y como est¨¢ concebido, y abre las puertas a la aparici¨®n de discursos populistas en la derecha y la izquierda. Pero a ello se suma en estos momentos la falta de liderazgo para dirigir a la sociedad en esta crisis¡±.
Santos Juli¨¢ ve en esta desafecci¨®n hacia la pol¨ªtica el ¨²nico punto de comparaci¨®n con el 98, ¡°la desafecci¨®n a los pol¨ªticos como tal clase pol¨ªtica; no a tal o cual partido, ni a tal o cual dirigente, sino a los pol¨ªticos como clase, y de rechazo a la pol¨ªtica como actividad; desafecci¨®n y algo m¨¢s que lleva a protestas multitudinarias, o acampadas en la calle, algo desconocido en aquellos tiempos¡±. Y, a?ade, ¡°en este punto de la desafecci¨®n igual alcanzamos los lamentos de nuestros bisabuelos y quiz¨¢ hasta los superemos porque ahora el ruido que se puede formar cuenta con m¨¢s altavoces y m¨¢s potentes¡±.
La p¨¦rdida de peso de Espa?a en el mundo acent¨²a el abatimiento
Adem¨¢s, ¡°tras la esperanza que supuso para muchos la llegada del PP al Gobierno, se ha producido una fuerte frustraci¨®n de expectativas que, junto el empeoramiento de la situaci¨®n econ¨®mica y social, ha llevado a la sociedad a esta desmoralizaci¨®n¡±, seg¨²n la soci¨®loga Marta Romero.
La desmoralizaci¨®n deriva tambi¨¦n de que los ciudadanos sienten que las grandes decisiones sobre Espa?a se toman fuera y tampoco ven que la soluci¨®n pueda venir de fuera. La crisis de liderazgo en Espa?a se enmarca en una crisis de liderazgo en Europa. Y esta, a su vez, en la p¨¦rdida de cohesi¨®n y peso de Occidente ante el ascenso de otras potencias, como China. No es que hayamos pasado a la modesta Espa?a a la que se refiere Enric Juliana en su libro del mismo t¨ªtulo. El verdadero peligro es vivirlo como una Espa?a derrotada, pues con la desmoralizaci¨®n no se lograr¨¢ nada. Si arraiga este sentimiento, tardaremos a?os en recuperarnos.
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