Manuales de secesi¨®n
Escocia se une a Quebec como ejemplo para las regiones que desean separarse de su Estado En la mente de todos est¨¢ la necesidad de evitar a toda costa el precedente de Yugoslavia
Pocos t¨®picos consagrados durante los ¨²ltimos a?os parecen encontrar menos aval en la realidad que la crisis del Estado-naci¨®n. Los estertores del sistema comunista en los a?os ochenta del siglo pasado se tradujeron en un incremento de las tensiones nacionalistas y de los procesos de secesi¨®n en el interior de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y de otros pa¨ªses de su ¨®rbita de influencia, como Yugoslavia y Checoslovaquia.
A comienzos del siglo XXI, y b¨¢sicamente como resultado de la descomposici¨®n del antiguo bloque del Este, el n¨²mero de Estados-naci¨®n reconocidos por Naciones Unidas se hab¨ªa ampliado en una veintena y rondaba los dos centenares, despu¨¦s de haberse mantenido estable desde el final de la descolonizaci¨®n. El ¡°centralismo democr¨¢tico¡±, que hab¨ªa guiado la acci¨®n autoritaria de los partidos comunistas en el poder, dej¨® paso a una eclosi¨®n de las nacionalidades hist¨®ricas.
En el curso de pocos meses, a partir de la sobria dimisi¨®n de Gorbachov, anunciada ante la c¨¢mara fija de solo uno de los varios canales de los que la televisi¨®n estatal dispon¨ªa entonces, la URSS, la Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas, se transform¨® en la CEI, una Confederaci¨®n de Estados Independientes. Pronto se revel¨® que la Confederaci¨®n postsovi¨¦tica era solo una estaci¨®n intermedia entre la Uni¨®n anterior y una variedad de situaciones de hecho que iba desde la independencia plena de algunas rep¨²blicas a la independencia limitada por acuerdos que, como el que manten¨ªan Rusia y Georgia, sirvieron para ofrecer, llegado el caso, tortuosas coartadas a intervenciones militares directas.
El ¡°centralismo democr¨¢tico¡± gui¨® la acci¨®n de los partidos comunistas
Para ser una f¨®rmula pol¨ªtica en crisis, seg¨²n sostiene el t¨®pico, el Estado-naci¨®n parece gozar de buena salud a juzgar por el n¨²mero de nuevos miembros que se ha incorporado a la comunidad internacional tras la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero no solo por el n¨²mero, tambi¨¦n por su naturaleza: como nuevos Estados, reivindican su condici¨®n de naciones centenarias con m¨¢s vehemencia, con infinita m¨¢s vehemencia, que los Estados de los que se han desgajado. La sangrienta e interminable descomposici¨®n de Yugoslavia, arrancando con la secesi¨®n de Croacia y Serbia, y llegando hasta la independencia de Kosovo tras una estaci¨®n de horror en la guerra de Bosnia, ilustra de modo ejemplar la condici¨®n vehementemente nacional de los nuevos Estados.
En aquellos donde exist¨ªan rotundas mayor¨ªas nacionales, como Croacia y Serbia, el potencial conflictivo del proceso se manifest¨® en forma de discriminaci¨®n y represi¨®n de las minor¨ªas. En otros, donde, como en el caso de Bosnia, las mayor¨ªas nacionales no eran rotundas, la pugna por definir el car¨¢cter nacional del nuevo Estado, la lucha por determinar de qu¨¦ naci¨®n deb¨ªa ser expresi¨®n pol¨ªtica, degener¨® en limpieza ¨¦tnica y en guerra civil. Para los bosnios de cualquier adscripci¨®n nacional, para los kosovares en la Gran Serbia o para los serbios en el Kosovo independiente, la crisis del Estado-naci¨®n result¨® ser algo m¨¢s grave que un t¨®pico; fue una inexplicable ceguera ante la causa ¨²ltima de su tragedia.
Solo a los territorios colonizados tienen el derecho a la autodeterminaci¨®n
En contra de lo que la comunidad internacional lleg¨® a creer ante las ruinas de Yugoslavia, el sobrecogedor desenlace de las reivindicaciones nacionalistas que desencadenaron la guerra no se asumi¨® como una advertencia para otros Estados donde tambi¨¦n exist¨ªan opciones pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n, sino en un contramodelo. Es decir, la secesi¨®n sigui¨® consider¨¢ndose un programa pol¨ªtico aceptable, desde el ya cl¨¢sico de los independentistas de Quebec al m¨¢s reciente de los de Escocia, y la ¨²nica lecci¨®n que cab¨ªa extraer de Yugoslavia se limitaba al brutal procedimiento por el que se llev¨® a cabo.
En virtud del contramodelo yugoslavo, quienes apoyan hoy opciones pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n en otras partes del mundo subrayan con redoblada insistencia su intenci¨®n de atenerse a las v¨ªas democr¨¢ticas. Quienes se les oponen suelen sostener, tambi¨¦n en virtud del contramodelo yugoslavo, que los riesgos de desbordamiento pasional inherentes a cualquier proceso de secesi¨®n son tan elevados como inevitables. A?aden, adem¨¢s, que la secesi¨®n, cualquier secesi¨®n, obliga a contravenir el orden legal, tanto el internacional, puesto que el derecho a la autodeterminaci¨®n reconocido por Naciones Unidas en las resoluciones 1514 (XV) y 2625 (XXVI) se circunscribe al ¨¢mbito de los territorios colonizados, como el interno, puesto que no existe ninguna constituci¨®n democr¨¢tica que lo admita.
En respuesta a estos argumentos, quienes apoyan opciones pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n cuestionan que ning¨²n orden legal democr¨¢tico puede considerarse superior a la voluntad democr¨¢tica de una mayor¨ªa. Admiten, no obstante, que la dificultad reside en c¨®mo conformar esa voluntad democr¨¢tica dentro de un orden legal que no dispone de mecanismos para hacerlo, y de ah¨ª que, buscando desmentir el contramodelo yugoslavo, se esfuercen en descubrir modelos en positivo, en identificar manuales de secesi¨®n.
Aprobada en 2000, la Clarity Act de Canad¨¢ es el modelo m¨¢s invocado
La Clarity Act aprobada por el Parlamento de Canad¨¢ en 2000, que tom¨® como base una sentencia de la Corte Suprema de dos a?os antes, se ha convertido desde entonces en referencia obligada, en modelo y en manual, para las opciones pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n y tambi¨¦n para una parte de quienes se oponen a ella. En el origen de la sentencia y, por tanto, de la Clarity Act, se encuentra el refer¨¦ndum de independencia convocado por las autoridades de Quebec en 1995.
La pregunta exacta fue: ¡°?Est¨¢ usted de acuerdo en que Quebec deber¨ªa convertirse en soberano despu¨¦s de haber hecho una oferta formal a Canad¨¢ para una nueva asociaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica en el ¨¢mbito de aplicaci¨®n del proyecto de ley sobre el futuro de Quebec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?¡±. La Corte Suprema, a instancias de la cuesti¨®n planteada por el primer ministro federal, Jean Chr¨¦tien, estableci¨® que Quebec no dispon¨ªa de un derecho unilateral a la secesi¨®n, pero que, no obstante, si una mayor¨ªa calificada de ciudadanos de Quebec la reclamaban, el resto de los canadienses tendr¨ªan que buscar la f¨®rmula para dar curso a la aspiraci¨®n independentista.
Tom¨¢s de la Quadra Salcedo, catedr¨¢tico de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III y exministro de Administraciones P¨²blicas y de Justicia en los Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez, entiende que lo que la sentencia de la Corte Suprema de Canad¨¢ establece es una suerte de ¡°deber sin derecho¡±. As¨ª, no es que ¡°la sentencia canadiense admita ning¨²n derecho de autodeterminaci¨®n para Quebec¡±, explica De la Quadra, ¡°sino que ser¨ªan los canadienses en su conjunto quienes tendr¨ªan el deber de buscar una salida a las aspiraciones independentistas de Quebec si fueran cualificadamente mayoritarias y persistentes en el tiempo¡±.
La ca¨ªda de la URSS provoc¨® una oleada de reivindicaciones nacionalistas
La consideraci¨®n del caso de Quebec como manual de secesi¨®n parece haber pasado a un segundo plano frente a la m¨¢s reciente iniciativa emprendida por el ministro principal de Escocia, Alex Salmond. La raz¨®n no ser¨ªa solo cronol¨®gica, sino que guardar¨ªa relaci¨®n con otros aspectos capaces de multiplicar el potencial de las negociaciones entre Londres y Edimburgo como posible v¨ªa a seguir.
Escocia es parte de un Estado miembro de la Uni¨®n Europea, lo que, de acuerdo con quienes siguen por inter¨¦s propio la iniciativa de Salmond, desmentir¨ªa el argumento de que las secesiones fuera de los territorios colonizados son contrarias a la legislaci¨®n internacional. Por otra parte, el Gobierno de Cameron ha aceptado facilitar al de Salmond todas las competencias necesarias para llevar a cabo un refer¨¦ndum sobre la independencia, algo que los partidarios de la secesi¨®n en otros lugares toman por una encomiable actitud y una pragm¨¢tica disposici¨®n a reconocer ciertas realidades desde el Gobierno.
No es seguro, sin embargo, que la iniciativa de Salmond ni la respuesta de Cameron sean generalizables hasta el punto de erigirse en manual de secesiones futuras. La singular naturaleza del sistema brit¨¢nico, en el que las diversas partes se encuentran ligadas entre s¨ª a partir de los tratados que dieron nacimiento a Reino Unido, hace que no sea f¨¢cil decidir hasta qu¨¦ punto la secesi¨®n de Escocia ser¨ªa la realizaci¨®n del derecho a la autodeterminaci¨®n o, sencillamente, la denuncia de aquel tratado originario.
Escocia plantea la independencia como una salida a la crisis econ¨®mica
Por otro lado, Cameron no ha vulnerado los procedimientos que rigen las relaciones entre las diversas partes que componen Reino Unido, al entregar a Salmond las competencias para celebrar un refer¨¦ndum, sino que se ha atenido rigurosamente a ellos: la devoluci¨®n es una de las f¨®rmulas por las que se rige el sistema brit¨¢nico y en los ¨²ltimos tiempos ha servido para ampliar la autonom¨ªa de los diversos Gobiernos frente al de Londres.
Las negociaciones entre Cameron y Salmond para establecer los procedimientos legales que llevar¨¢n al refer¨¦ndum de independencia de Escocia, fijado para 2014, han puesto de relieve que, mientras que las respuestas de los Gobiernos que se enfrentan a tensiones nacionalistas suelen ser distintas en cada caso, ajust¨¢ndose a lo que les permiten sus respectivos ¨®rdenes constitucionales, las estrategias de los partidarios de la secesi¨®n tienden a parecerse como si, en efecto, respondieran a un manual.
El periodista y escritor catal¨¢n Rafael Jorba, autor de La mirada del otro, subraya que ¡°las dos primeras v¨ªctimas de cualquier intento de secesi¨®n son la fidelidad a los hechos y las posiciones que pretenden servir de puente; los conceptos se vuelven vagos y no reflejan la realidad, abriendo el camino a soluciones m¨¢gicas y a la designaci¨®n de chivos expiatorios¡±, concluye Jorba.
Cameron y Salmond discrepan sobre la pregunta concreta del refer¨¦ndum
Salmond y los nacionalistas escoceses, lo mismo que los de Quebec que convocaron el refer¨¦ndum de 1995, desean someter a los ciudadanos una pregunta que no suponga una alternativa tajante, independencia s¨ª o independencia no. Cameron, en cambio, pretende que la pregunta cumpla los requisitos que fijaron la Corte Suprema de Canad¨¢ y la Clarity Act, y no asocie a la cuesti¨®n principal otras circunstanciales y de detalle que convertir¨ªan en equ¨ªvoco el resultado. El premier brit¨¢nico tambi¨¦n quer¨ªa celebrar el refer¨¦ndum a la mayor brevedad posible, convencido de que Salmond y los nacionalistas escoceses prefer¨ªan retrasarlo para ir conformando una mayor¨ªa favorable a la secesi¨®n, de la que en estos momentos no dispondr¨ªan, por la v¨ªa de canalizar hacia ella el creciente malestar social que han generado los recortes y la pol¨ªtica de austeridad. En la estrategia de Salmond y los independentistas se tratar¨ªa de presentar la secesi¨®n de Escocia como una soluci¨®n a la crisis econ¨®mica; en la de Cameron, late la convicci¨®n de que los escoceses sabr¨¢n advertir que la secesi¨®n es una respuesta incongruente con los problemas que ha suscitado la gran recesi¨®n, y que podr¨ªan verse agravados.
La huida del contramodelo yugoslavo de secesi¨®n y la simult¨¢nea b¨²squeda de modelos en positivo, de manuales de secesi¨®n, mejores cuanto m¨¢s recientes y m¨¢s cercanos, no explica, sin embargo, la raz¨®n por la que la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica desencaden¨® una cascada de reivindicaciones nacionalistas solo comparable a la que se vivi¨® en el siglo XIX.
Como en todos los procesos de largo aliento, resultar¨ªa tan reductor como falso se?alar una ¨²nica causa. Pero tal vez en este caso se haya perdido de vista el papel decisivo que pudo desempe?ar una ¨²nica idea, un ¨²nico t¨®pico reiterado a pesar de los constantes desmentidos. Desde hace tres d¨¦cadas, la crisis del Estado-naci¨®n se viene presentando como una descripci¨®n de la realidad cuando, por el contrario, podr¨ªa tratarse de un programa. Si la ortodoxia econ¨®mica que se impuso tras el fracaso de la utop¨ªa comunista y que ha conducido a la devastadora crisis actual deseaba reducir el margen para que las decisiones pol¨ªticas pudieran corregir las derivas suicidas de los mercados, entonces nada mejor que segarle la hierba bajo los pies y asegurar que el espacio desde el que operaba, el espacio del Estado-naci¨®n, se hab¨ªa vuelto irrelevante. M¨¢s naciones y m¨¢s Estados habr¨ªan venido a ocupar el hueco creado artificialmente, pero tambi¨¦n m¨¢s poder y m¨¢s impunidad para las derivas suicidas de los mercados.
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