¡°Ya no se puede ni invitar a comer para hacer 'lobby¡±
¡°Cuando empec¨¦ en el lobby, hace muchos a?os, era t¨ªpico beber¡±. La botella de Rioja en la mesa es suficiente para que Wright Andrews (Carolina del Sur, 72 a?os) empiece a contar an¨¦cdotas. ¡°Pod¨ªas invitar a comer a miembros del Congreso, y la gente beb¨ªa en las comidas. Ahora ha cambiado todo. Ya no se bebe. Ni siquiera se puede invitar a comer¡±, dice. ¡°En el rid¨ªculo sistema que tenemos, no puedo llevar a comer a un senador, pero le puedo dar un cheque de 2.000 d¨®lares [1.557 euros] para estar en una cena de campa?a¡±.
Quiso ser dentista, estudi¨® Sociolog¨ªa, estuvo tentado de entrar en pol¨ªtica. Pero fue a trav¨¦s de un despacho de abogados como se qued¨® definitivamente enganchado al mundillo del poder de Washington. Tras m¨¢s de tres d¨¦cadas dedicado profesionalmente a la defensa de intereses ante los pol¨ªticos, Andrews es hoy director de la Liga Americana de Lobistas (ALL). Estuvo en Espa?a para participar en un seminario de Llorente&Cuenca y el IESE sobre lobby o ¡°gesti¨®n de la influencia¡±. All¨ª habl¨® con muchos colegas de profesi¨®n en Espa?a y constat¨® algunas diferencias. ¡°Lo que m¨¢s me sorprende es hasta qu¨¦ grado el poder aqu¨ª est¨¢ concentrado en unas pocas personas de los partidos¡±. En EE UU, ¡°est¨¢ muy repartido y tienes que tocar una cantidad tremenda de personas¡±.
A esa dispersi¨®n de poder en Washington, y la cantidad de intereses que compiten por su atenci¨®n, ¡°algunos lo llaman exceso de democracia¡±, dice Andrews. ¡°Yo creo que es bueno¡±, aclara. ¡°Creo que la democracia es mejor cuantos m¨¢s intereses compiten y dejan clara su posici¨®n, de individuos y empresas¡±. En Espa?a, observa, la profesi¨®n ¡°se est¨¢ sofisticando¡± y las firmas de lobby hacen ya lo mismo que sus pares estadounidenses. Pero, insiste, concentran ese esfuerzo ¡°en un grupo muy reducido de personas¡±, comparado con lo que tiene que gestionar un lobby en Washington.
El jefe de la asociaci¨®n de ¡®lobbies¡¯ critica la par¨¢lisis de Washington
La esposa de Andrews, Lisa, de 56 a?os, participa en este almuerzo y aclara un punto interesante. La actual divisi¨®n partidista en el Congreso, que es dif¨ªcil que cambie en las elecciones de esta noche, es un mal negocio. La C¨¢mara est¨¢ en manos de los republicanos mientras el Senado tiene mayor¨ªa dem¨®crata. El enfrentamiento produce una par¨¢lisis legislativa. ¡°Esto ha hecho que en los ¨²ltimos a?os sea extremadamente dif¨ªcil conseguir que se apruebe algo¡±, explica. En este negocio, si no se aprueba lo que le interesa a su cliente, no se hace mucho dinero.
Durante su estancia en Espa?a, Andrews comprob¨® que sus pares espa?oles comparten con ¨¦l ¡°graves preocupaciones por el tema de la transparencia¡±, adem¨¢s de constatar abismales diferencias entre ambos sistemas. ¡°Creo firmemente que para tener confianza de la gente en el proceso democr¨¢tico necesitas transparencia¡±, dice a modo de advertencia general.
El objetivo de Andrews es hacer de la ALL una asociaci¨®n m¨¢s internacional. El jefe de los lobistas se sorprende de que en Washington, donde est¨¢n representadas ¡°cosas que no te puedes ni imaginar¡±, solo haya cuatro empresas espa?olas registradas como grupos de inter¨¦s ante el Congreso. ¡°La mayor¨ªa de las empresas cree que sus intereses est¨¢n suficientemente representados a trav¨¦s de las embajadas o de firmas de abogados internacionales que cobran mucho dinero¡±, en vez de acudir a profesionales.
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