Desigualdad camuflada
El grado de democracia de un pa¨ªs se mide por el principio de igualdad recogida en su Constituci¨®n, as¨ª como por los instrumentos para evitar la discriminaci¨®n. Pero si la igualdad se refiere a mujeres y hombres todo se complica, se suele recordar nuestras diferencias y, precisamente por ellas, dudar de la eficacia de su aplicaci¨®n.
La igualdad no alude a las caracter¨ªsticas de mujeres y hombres, sino a su consideraci¨®n de iguales en el disfrute de derechos. Por ejemplo, la Ley 17/99, del r¨¦gimen militar permiti¨® el acceso de mujeres a todo tipo de destinos y sin limitaciones. Primero la igualdad y luego las particulares necesidades que supuso adaptar infraestructuras a la presencia femenina.
En cuanto al principio de discriminaci¨®n, hemos de pensar en aquellas situaciones que recomiendan un trato diferente y no por ello se incurre en discriminaci¨®n. Pero si interpretamos que toda discriminaci¨®n debe estar prohibida, no se aceptar¨¢ la discriminaci¨®n positiva. Los Consejos de Administraci¨®n son prueba de ello. Al no reconocer que su retribuci¨®n y solvente red de poder e influencia les blinda, deprecian la discriminaci¨®n positiva como un modo ilegitimo de operar, siendo s¨®lo un instrumento para democratizar aquellos espacios exclusivos dada su concentraci¨®n de ¨¦lites masculinas.
Si la discriminaci¨®n directa es m¨¢s f¨¢cil de observar, como la prohibici¨®n de ingreso de mujeres en la judicatura espa?ola hasta 1978, la discriminaci¨®n indirecta se camufla. Bajo la apariencia de neutralidad fija reglas que afectan negativamente a un sexo sobre otro, al colocarlo en una situaci¨®n de desventaja. En muchas universidades cambiarse de horario requer¨ªa de un justificante de trabajo, sin embargo en una familia con un enfermo cr¨®nico, la madre requer¨ªa m¨¢s veces la ayuda en el cuidado de una hija que la de un hijo.
En otro orden, los criterios de ascenso contabilizan la antig¨¹edad, pero hallar¨ªamos discriminaci¨®n indirecta si pensamos en la tard¨ªa presencia de mujeres en muchos ¨¢mbitos de la vida p¨²blica. Otro ejemplo lo detectamos en las organizaciones pol¨ªticas o sindicales, en relaci¨®n a la tasa de presencia en m¨²ltiples reuniones. Un uso del tiempo que afecta negativamente a las mujeres frente a los hombres. Otra vez la disponibilidad juega en su contra, a¨²n sabiendo que participar en espacios informales es parte esencial de su cultura interna. Pero para ser un cargo se precisa un tiempo excedente y liberado de cualquier contingencia. Al no detectarse una discriminaci¨®n indirecta en ello, no se revisa esa gesti¨®n del tiempo distinta a pesar de todos los actos y m¨ªtines celebrados en d¨ªas festivos. Por eso se llega a creer que las mujeres no est¨¢n interesadas en la participaci¨®n pol¨ªtica.
Soledad Murillo es miembro de la CEDAW (Comit¨¦ Antidiscriminaci¨®n de la Mujer. Naciones Unidas) y profesora de Sociolog¨ªa (Universidad de Salamanca).
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