Mas toques de fe que de historia
Benedicto XVI sostiene que se saben ¡°pocas cosas¡± sobre Jes¨²s, pero lo enlaza con el emperador Augusto como ¡°una conexi¨®n interplanetaria¡± y lo emparenta con el rey David

¡°Cualquiera es libre de contradecirme¡±. Esta advertencia de Benedicto XVI figura en el pr¨®logo del segundo tomo de su jaleada biograf¨ªa sobre Jes¨²s. Conviene no olvidarla para entender el tercero y ¨²ltimo, que acaba de publicarse con el t¨ªtulo La infancia de Jes¨²s. El cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco lo presenta ma?ana en la Biblioteca Nacional. ¡°No he intentado escribir una cristolog¨ªa¡±, confiesa el Papa, como justific¨¢ndose. Efectivamente, el libro no es una biograf¨ªa al uso, ni de lejos, sino una exhibici¨®n de elaboraciones teol¨®gicas, ¡°una cristolog¨ªa desde arriba¡±, por citar el precedente famoso de El Se?or, de Romano Guardini, tan admirado por el Papa.
El lanzamiento del libro ha contado con una pol¨¦mica en torno a la presencia, o no, de un buey y un asno en el establo donde naci¨® el fundador cristiano. Tambi¨¦n se ha discutido la insistencia del Papa en que todo empez¨® en un pesebre de Bel¨¦n, adonde el matrimonio Jos¨¦ y Mar¨ªa habr¨ªa acudido para cumplir con un censo decretado por Roma. Historiadores antiguos y modernos desmienten esa tesis con toda certeza. En realidad, al Papa le importa poco el debate sobre los hechos. Partiendo de su idea de que se saben pocas cosas sobre Jes¨²s, a Benedicto XVI le motiva m¨¢s el que los hechos coincidan con profec¨ªas de la Biblia. Si no coinciden, peor para los hechos.
Benedicto XVI conoce el terreno que pisa. Por ejemplo, descarta a Nazaret como el lugar del pesebre porque le ven¨ªa mal a profec¨ªas que va a manejar. Si Jes¨²s hubiera nacido en Nazaret, una peque?a ciudad de Galilea antes de ¨¦l sin ninguna celebridad, ?c¨®mo casar el que descendiese de la casa de David? Tambi¨¦n se derrumbar¨ªa con estr¨¦pito la larga genealog¨ªa de Jos¨¦, el padre legal de Jes¨²s, que remonta hasta Ad¨¢n pasando por David y Salom¨®n. El fundador del cristianismo, qu¨¦ menos que emparentarse con reyes y compararse con el emperador Augusto. Los Evangelios ¡ªdel griego, buena noticia¡ª son relatos para endiosar a un fundador, como hab¨ªan hecho antes ¡ªy hacen despu¨¦s¡ª los escribas de otras tradiciones.
El Papa intenta mantenerse "al margen de las controversias"
Ha pensado Ratzinger en esa circunstancia cuando escribe (p¨¢gina 11) que ¡°Nazaret no era un lugar que hubiera recibido promesa alguna¡±. Recuerda, por eso, la respuesta que un futuro disc¨ªpulo de Jes¨²s, Felipe, ha dado a su compa?ero Natanael cuando este le comunica que ¡°aquel de quien escribieron los profetas, lo hemos encontrado: Jes¨²s, hijo de Jos¨¦, de Nazaret¡±. La respuesta de Felipe es conocida, y al Papa le gusta subrayarla: ¡°?De Nazaret puede salir algo bueno?¡±.
Como si hubieran le¨ªdo esta frase del libro, dos tuiteros reflexionaban graciosamente estos d¨ªas, en medio del bel¨¦n que se ha armado con las dudas sobre si hab¨ªa, o no, bueyes y burros en el dichoso establo. ¡°?Para qu¨¦ nacer en Lepe, pudiendo ser de Bilbao?¡±, dec¨ªa uno. Contestaba otro: ¡°Seamos universales: ?para qu¨¦ ser de Idaho pudiendo nacer en California?¡±. Un tercero pregunta: ¡°?Y d¨®nde aparc¨® su mula Jos¨¦? ?O es que la virgen Mar¨ªa, a punto de parir, tuvo que viajar a patita de Nazaret a Bel¨¦n?¡±.
Benedicto XVI, de civil Joseph Ratzinger, de 85 a?os, empez¨® a escribir esta obra antes de encumbrarse en el pontificado romano, en 2005. Eso quiere decir que el primer tomo, y probablemente el segundo, son obra del te¨®logo Ratzinger, a la saz¨®n gran inquisidor romano. Fueron obras s¨®lidas, de peso, incluso f¨ªsicamente (447 p¨¢ginas el primer tomo; 396, el segundo). El que ahora se presenta (apenas 137 p¨¢ginas, editadas por Planeta), lo ha escrito como Papa, en medio de las imponentes parafernalias del cargo. El autor parece reconocerlo en el pr¨®logo: ¡°Espero que, a pesar de sus l¨ªmites, este peque?o libro pueda ayudar a muchas personas en su camino hacia Jes¨²s y con ¨¦l¡±. Lo firma el 15 de agosto pasado, festividad de la Asunci¨®n de Mar¨ªa al cielo, en su palacio de veraneo, Castel Gandolfo, a orillas del lago Albano.
La advertencia no ha espantado la pol¨¦mica. Poner en duda la presencia de un burro en la cuadra donde naci¨® el fundador de su religi¨®n hubiera sido apenas noticia si saliese de la pluma de un te¨®logo, por famoso que fuese. Dicho por el Papa ha suscitado mil controversias. Por eso la noticia ha armado el bel¨¦n. En Espa?a existe esta expresi¨®n ¡ª?Y se arm¨® el bel¨¦n!¡ª para definir una escandalera de este tipo, que ha desatado en las redes sociales execraciones o bromas sin cuento.
?Qu¨¦ ha escrito, realmente, Benedicto XVI? Parece obligado empezar por la noche en que la Virgen dio a luz y ¡°envolvi¨® al ni?o en pa?ales¡± sobre un pesebre. ¡°Podemos imaginar sin sensibler¨ªa con cu¨¢nto amor preparaba el nacimiento¡±, escribe. Apenas dos p¨¢rrafos despu¨¦s aborda la escena completa. ?Qui¨¦n m¨¢s hab¨ªa en el establo? Este es el texto: ¡°Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es all¨ª donde comen. En el Evangelio de Lucas no se habla en este caso de animales. Pero la meditaci¨®n guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre s¨ª, ha colmado muy pronto esta laguna, remiti¨¦ndose a Isa¨ªas 1, 3: ¡®El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su due?o; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende¡±.
Sit¨²a el nacimiento de Jes¨²s en Bel¨¦n, y no en Nazaret, por? una profec¨ªa
San Francisco de As¨ªs toma esa profec¨ªa para construir en la Navidad de 1223, por primera vez en la historia de la cristiandad, una casita de paja a modo de portal y explicar a sus fieles el misterio del nacimiento de un Jes¨²s pobre entre los pobres. Ah¨ª empez¨® la tradici¨®n del bel¨¦n, no antes. La imponente autoridad moral del franciscano, patrono de los animales y que da nombre a la gran ciudad de California, extendi¨® pronto el mito por Europa y Am¨¦rica. El Vaticano est¨¢ construyendo el suyo estos d¨ªas, impresionante, como cada a?o en la plaza de San Pedro. Por cierto, el Evangelio lucano no habla de animales en el establo, pero tampoco dice nada de la (se supone que indiscutible) presencia de Jos¨¦, el padre legal del reci¨¦n nacido.
M¨¢s met¨¢foras. Dedica el Papa cuatro p¨¢ginas a subrayar c¨®mo Jes¨²s, ¡°el realmente Poderoso¡± (la may¨²scula es suya) nace ¡°en un pesebre, en un ambiente poco acogedor, incluso indigno¡±, pero, inmediatamente, hace una pirueta que deja al lector descolocado. ¡°En realidad, el pesebre es una especie de altar y se convierte en una referencia a la mesa de Dios¡±. Naciendo entre pastores (si aquello era un establo, ¡°habr¨ªa pastores y animales¡±, remacha), podr¨¢ remontarse a David, pastor de ovejas antes que rey, y a la profec¨ªa de Miqueas, seg¨²n la cual de un pesebre de Bel¨¦n ¡°hab¨ªa de salir el que un d¨ªa apacentar¨ªa al pueblo de Israel¡±. Resumen papal: ¡°Jes¨²s es el Gran Pastor de los hombres¡±.
Despu¨¦s de esa que el Papa llama ¡°peque?a divagaci¨®n¡±, el libro vuelve al texto del Evangelio de Lucas, donde se lee: ¡°Mar¨ªa dio a luz a su hijo primog¨¦nito¡±, y entra en el debate sobre si la Virgen fue madre de otros hijos (y tambi¨¦n hijas), y si san Pablo entr¨® al trapo cuando llama a Jes¨²s ¡°el primog¨¦nito de muchos hermanos¡±. Conclusi¨®n del te¨®logo Ratzinger, esforzado a demostrar la virginidad de la madre: ¡°El primog¨¦nito no es necesariamente el primero de una descendencia sucesiva. La palabra ¡°primog¨¦nito¡± no se refiere a una numeraci¨®n sucesiva, sino que indica una cualidad teol¨®gica¡±. Conclusi¨®n: ¡°En el humilde pesebre est¨¢ ya este esplendor c¨®smico: ha venido entre nosotros el verdadero Primog¨¦nito del Universo¡±. Vaya por Dios.
Hay cientos de miles de libros sobre Cristo y 10.00o biograf¨ªas serias
Sobre Jes¨²s hay cientos de miles de libros y en torno a 10.000 biograf¨ªas consideradas serias. Es l¨®gico si se tiene en cuenta que su nacimiento, pese a tener fecha dudosa, parte en dos la historia de una porci¨®n del mundo desde que el monje Dionisio el Exiguo propuso en el siglo VI ¡ªy el Papa impuso¡ª reemplazar la cronolog¨ªa romana, que contaba los d¨ªas a partir de la fundaci¨®n de Roma, por una cronolog¨ªa cristiana. Desde entonces, se cuentan los a?os por un antes y despu¨¦s de Cristo. Ratzinger entra en el asunto para anotar lo que est¨¢ sobradamente constatado: la ins¨®lita circunstancia de que Jes¨²s naci¨® antes de la era cristiana. ¡°Evidentemente¡±, escribe, ¡°Dionysius Exiguus se equivoc¨® algunos a?os en sus c¨¢lculos¡±.
En este punto, hace afirmaciones que los historiadores niegan. Dice, por ejemplo, que Jes¨²s ¡°naci¨® en Bel¨¦n¡± porque sus padres hab¨ªan viajado hasta all¨ª para cumplir ¡°con un censo ordenado por los romanos¡±. Frente a la tesis de que para ese censo, de haber existido, no habr¨ªa sido necesario un viaje de cada cual a su ciudad, el Papa replica, apelando a ¡°diversas fuentes¡±, que los interesados ¡°deb¨ªan presentarse all¨ª donde poseyeran tierras¡±. Seg¨²n el Papa, Jos¨¦, de la casa de David, dispon¨ªa de una propiedad en la comarca de Bel¨¦n. El terrateniente, no hace falta decirlo, es carpintero en Nazaret y marido de Mar¨ªa, virgen y la madre de Jes¨²s.
No es verdad que hubiera revisi¨®n catastral alguna en ese tiempo. El Papa parece aceptarlo cuando empieza el p¨¢rrafo siguiente afirmando que ¡°siempre se podr¨¢ discutir sobre muchos detalles porque sigue siendo dif¨ªcil escudri?ar en la vida cotidiana de un organismo tan complejo y lejos de nosotros como el del Imperio romano¡±.
La afirmaci¨®n es temeraria. La Roma de Augusto ha sido estudiada con detalle por los mejores historiadores romanos, relativamente contempor¨¢neos de Jes¨²s, como T¨¢cito (a?o 50 a 120), Suetonio (hacia el 120) y Plinio el Joven (61-120), y en la modernidad por todo tipo de especialistas, entre otros el gran Ernest Renan y ahora Jes¨²s Pagola, que vivieron en Israel antes de ponerse a escribir. Est¨¢ demostrado que no hubo censo ni catastro alguno en aquel tiempo, y que cuando el fundador cristiano naci¨®, el rey Herodes llevaba muerto m¨¢s o menos dos a?os, lo que derrota el bulo cristiano de que el monarca jud¨ªo, cuando se enter¨® por los Reyes Magos del nacimiento de Cristo, ¡°mand¨® matar a todos los ni?os de Bel¨¦n y su comarca de dos a?os para abajo¡±.
?Por qu¨¦ el Papa se aferra a la idea de que el conocido como Jes¨²s el nazareno naci¨® en Bel¨¦n? Lo explica como te¨®logo, es decir, trazando ¡°un cuadro teol¨®gico¡± (sic). Un supuesto (pero irreal) decreto de Augusto para registrar fiscalmente a todos sus ciudadanos habr¨ªa cumplido la profec¨ªa de Miqueas, seg¨²n la cual ¡°el Pastor de Israel habr¨ªa de nacer en aquella ciudad¡±. Y hab¨ªa que dar cumplimiento a otra promesa: la de que ¡°la historia del Imperio Romano y la historia de la salvaci¨®n, iniciadas por Dios en Israel, se compenetran rec¨ªprocamente¡±. As¨ª alcanza a emparejar la grandeza de Augusto y la grandeza de Jes¨²s, ¡°una conexi¨®n interplanetaria¡±, dice el Papa. Lo escribe en un espectacular palacio levantado en el coraz¨®n de aquel Imperio, hoy centro neur¨¢lgico del imperio cristiano, que lo sustituy¨®.
La mayor¨ªa de las biograf¨ªas de Jes¨²s han sido escritas por historiadores, pero abundan las firmadas por te¨®logos (en griego, personas que dicen ¡°palabras sobre Dios¡±), o estudiosos de los incontables textos conocidos como Evangelios. Son decenas, pero la Iglesia romana, cuando se asent¨® en el poder imperial y pudo podar a placer lo que no conven¨ªa a sus intereses, incluso con violencia, los redujo a cuatro verdaderos. Como la gente segu¨ªa interpretando, lleg¨® el tiempo en que la autoridad eclesi¨¢stica prohibi¨® leer la Biblia, salvo la podada por Roma. As¨ª siguen sus fieles, ahora por mala costumbre.
Benedicto XVI, que antes de ser papa ejerci¨® de inquisidor, advierte ahora, generoso, que su vida de Jes¨²s ¡°no es en modo alguno un acto magisterial, sino ¨²nicamente expresi¨®n de b¨²squeda personal del rostro del Se?or¡±. Se le puede contradecir, asume. ¡°No he intentado escribir una cristolog¨ªa¡±. El te¨®logo anuncia una vida de Jes¨²s, pero la escribe m¨¢s desde la fe que desde la raz¨®n. Lo llama ¡°toques de fe¡±. Todo ello pese a escribir tambi¨¦n que ¡°no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creaci¨®n¡±.
Tampoco san Pablo se cay¨® del caballo
Escribi¨® Renan que el te¨®logo tiene como principal inter¨¦s el dogma. ¡°Un te¨®logo liberal es un p¨¢jaro al que se le han cortado algunas plumas de las alas. Lo cre¨¦is due?o de s¨ª mismo, hasta el momento en que trata de emprender el vuelo. Entonces ver¨¦is que no es completamente hijo del aire¡±. Pongan aqu¨ª el nombre de Joseph Ratzinger.
Veamos el caso de san Pablo, antiguo fabricante de tiendas en Tarso y Ap¨®stol de los Gentiles (como gustaba llamarse). Fue el aut¨¦ntico secretario de organizaci¨®n del primer cristianismo. Sin ¨¦l, que mand¨® hacer la romer¨ªa ¡ª?A Roma, a Roma, el coraz¨®n del mundo!¡ª, la Iglesia que conocemos, segunda en n¨²mero de fieles tras el islam, no habr¨ªa dejado de ser una secta jud¨ªa y contracultural. El mito dice que Pablo se cay¨® del caballo, deslumbrado por el mism¨ªsimo Jes¨²s resucitado, cuando corr¨ªa a Damasco a aporrear cristianos. La verdad la cuenta ¨¦l mismo. Sencillamente, se convirti¨® por la entereza con que vio morir al primer m¨¢rtir cristiano, san Esteban.
Preguntaba el otro d¨ªa Juan Jos¨¦ Mill¨¢s en la cadena SER, a prop¨®sito del ¨²ltimo libro de Benedicto XVI, cu¨¢les ser¨ªan las mejores biograf¨ªas de Jes¨²s. Si hay una cl¨¢sica es la Vida de Jes¨²s, de Ernest Renan, de 1863. Es una referencia obligada (en Espa?a, la ¨²ltima edici¨®n es de 1995, de Edaf). Pese a que retrata al fundador cristiano como un ser excepcional (por encima de los Evangelios), su publicaci¨®n caus¨® esc¨¢ndalo descomunal por la reacci¨®n del papa P¨ªo IX, que para entonces ya se comportaba como un psic¨®pata. Despu¨¦s de Lutero y Voltaire, ning¨²n hombre ha desencadenado c¨®leras m¨¢s furibundas entre eclesi¨¢sticos.
Roma crey¨® que Renan fue el responsable del deterioro de la fe cristiana en Europa, como si la jerarqu¨ªa de esa religi¨®n no hubiera tenido nada que ver en aquel derrumbe. De la obra incendiaria de P¨ªo IX (Syllabus Errorum, ?ndice de libros prohibidos, Concilio Vaticano I¡), no quedan ni cenizas.
Al Vaticano siempre le ha molestado que la gente de ciencias o de letras, y tambi¨¦n los historiadores sin sotana, meta las narices en la vida de su mes¨ªas. El cristianismo romano es, en sus ra¨ªces, un culto a la personalidad de Jes¨²s, hijo de Dios, el segundo componente de ese ser ¨²nico que existe simult¨¢neamente como tres personas distintas (la Sant¨ªsima Trinidad, gran misterio).
Jes¨²s no escribi¨® una l¨ªnea y sus evangelistas (portadores de buenas noticias) no llegaron a conocerlo. Tampoco escribi¨® S¨®crates, pero el ateniense tuvo como bi¨®grafos a Jenofonte y a Plat¨®n. As¨ª que lo que se sabe de Jes¨²s cabe en unas l¨ªneas. Existi¨®. Era de Nazaret. Fue un predicador incendiario. Suscit¨® el odio de los jefes jud¨ªos, que lograron que el gobernador de Judea, el romano Poncio Pilato, lo condenara a muerte. Fue crucificado a las afueras de Jerusal¨¦n. Se dijo despu¨¦s que hab¨ªa resucitado.
Esto es lo que se sabe con certeza, incluso si no existieran los Evangelios. El resto es leyenda, mito, teolog¨ªa. Pongamos los Reyes Magos, de los que se ocupa con simpat¨ªa Benedicto XVI en su ¨²ltimo libro. Ni siquiera se sabe cu¨¢ntos fueron. El Evangelio de Mateo dice que tres; en la Iglesia siria tuvieron una docena (reflejo de los 12 ap¨®stoles y las 12 tribus de Israel), y en la copta contaron hasta 60. Seg¨²n el escritor Jes¨²s Bastante, en los dos primeros siglos solo fueron magos. Cuando la pr¨¢ctica de la magia le pareci¨® pecaminosa a la jerarqu¨ªa del cristianismo romano ¡ª?la de brujas que mand¨® quemar!¡ª, pasaron a ser reyes, los Reyes Magos. Tres. Por cierto, no hubo mago negro hasta el siglo XVI, inicio de las veleidades ecum¨¦nicas de Roma.
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