La fascinaci¨®n del viejo poder
Hipnotizan los ritos vaticanos, una instituci¨®n anacr¨®nica y alejada de los valores democr¨¢ticos
Es f¨¢cil imaginar un cierto bullicio en los palacios cardenalicios de medio mundo. El Sumo Pont¨ªfice ha anunciado su renuncia y los cardenales se disponen a hacer las maletas para participar en un c¨®nclave hist¨®rico ¡ªpor inusual¡ª que se encargar¨¢ de elegir al sucesor de Benedicto XVI estando a¨²n en vida. Millones de personas contienen el aliento y devoran los detalles que les ofrecen los vaticanistas sobre la sucesi¨®n de ritos que nos esperan.
Uno de los primeros ya ha tenido lugar. Se celebr¨® el mi¨¦rcoles pasado, mi¨¦rcoles de ceniza, en la bas¨ªlica de San Pedro, epicentro de la Ciudad del Vaticano. All¨ª, en la nave principal, sobre el amplio e impoluto suelo de m¨¢rmol y bajo la luz que irradian las aperturas de una c¨²pula de 136,57 metros de altura, tuvo lugar la ¨²ltima misa p¨²blica que oficiar¨¢ como Papa el que pronto volver¨¢ a ser Joseph Ratzinger. Las c¨¢maras de televisi¨®n, estrat¨¦gicamente situadas, dieron cuenta de la grandiosidad de la ceremonia. Los fieles, perfectamente alineados. Las primeras filas, reservadas para la curia, distinguible gracias a sus h¨¢bitos blancos, sus casullas violeta, sus tiaras, estolas y solideos. Dominan el blanco, el dorado, el violeta y el rojo. Se lucen los m¨¢s finos pa?os y un perfecto orden jer¨¢rquico marcado por uniformidades de gala de diferentes colores y hechuras. Junto al Papa, m¨¢s h¨¢bitos, m¨¢s casullas, m¨¢s oro; como el b¨¢culo con el que se ayuda para caminar. A su lado, la guardia suiza, guardaespaldas y mayordomos de terno negro almidonado.
Estos d¨ªas, y hasta que la fumata blanca sea recibida con aplausos y v¨ªtores, los vaticanistas seguir¨¢n cont¨¢ndonos tambi¨¦n qu¨¦ esc¨¢ndalos esconde la curia, qu¨¦ corruptelas ensombrecen todo lo que rodea al Papa, qu¨¦ intrigas son las que, probablemente, han derrotado al pastor de Roma, un rey m¨¢s que absoluto porque su infalibilidad le libera del error humano. Pr¨¢cticamente todas las costumbres y los ritos del Vaticano, que ahora se van a multiplicar, hunden sus en ra¨ªces en el medievo. El proceso de toma de decisiones se realiza bajo la total opacidad, lejos de la transparencia que exigen hoy las sociedades para contrarrestar la corrupci¨®n. Y como las reglas no se discuten estas permanecen en el tiempo, que aqu¨ª parece haberse varado.
La grandiosidad y el oropel son el denominador com¨²n de la liturgia abierta para elegir Papa
En este imperio global anclado en el pasado y el dogma de fe no caben las medias tintas, de modo que las mujeres no poseen los mismos derechos. En el altar de la bas¨ªlica hab¨ªa el mi¨¦rcoles una sola f¨¦mina: una talla de la Virgen Mar¨ªa. En el c¨®nclave que reunir¨¢ a los 117 cardenales electores solo habr¨¢ hombres. Ellas no deciden; sirven y ni siquiera tienen nombre, como esas cuatro monjas que acompa?ar¨¢n al Papa en su retiro. Los purpurados se alojar¨¢n en la Casa de Santa Marta, un hotel con 120 habitaciones ¡ªsuites la mayor¨ªa de ellas¡ª donde estar¨¢n atendidos por las religiosas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Como dijo el cardenal Llu¨ªs Mart¨ªnez Sistach respecto a la que limpi¨® el aceite derramado por el Papa en el altar de la Sagrada Familia, para las mujeres de la Iglesia este tipo de tareas es ¡°un gozo¡±; y a?adi¨®: ¡°Esta labor la hacen porque es su carisma¡±.
Todo este entramado tan masculino revestido de oropeles est¨¢ perfectamente engarzado, sin embargo, con el mundo moderno. Benedicto XVI es un jefe espiritual de 1.200 millones de fieles, pero es tambi¨¦n un jefe de Estado y como tal recibe tratamiento. Sus ¨²ltimos encuentros pol¨ªticos son con los presidentes de Ruman¨ªa y Guatemala y el primer ministro italiano. El Vaticano ocupa un puesto en la ONU como Estado observador. Sus embajadores ¡ª¡±nuncios¡±¡ª forman parte de la diplomacia mundial y suelen vivir en palacetes. Sus tent¨¢culos nacionales est¨¢n sostenidos, en una gran parte, con el dinero de los contribuyentes y con importantes exenciones fiscales. En Espa?a, como ocurre en otros pa¨ªses, son el segundo propietario inmobiliario m¨¢s importante despu¨¦s del Estado.
Todas las ceremonias a las que vamos a poder asistir a trav¨¦s de los medios ¡ªlujosos y descarnados retratos del poder que colman la vanidad de sus protagonistas¡ª van a ser parecidas a la del mi¨¦rcoles. Y resulta llamativo que los ciudadanos se entreguen, hipnotizados y fascinados, a la espectacularidad de la liturgia de una instituci¨®n tan anacr¨®nica y alejada de los valores democr¨¢ticos contempor¨¢neos.
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