¡°No creo en la educaci¨®n sin l¨ªmites¡±
Maestra e hija de Josefina Aldecoa, ve m¨¢s despistados que nunca a los padres
Como admiradora de Jane Austen, sostiene que para aplicar criterios educativos, como en muchas otras cosas de la vida, basta poner unas dosis de sentido y sensibilidad. Susana Aldecoa aprendi¨® pronto a extrapolar. Con apenas 15 a?os, perdi¨® a su padre, el escritor Ignacio Aldecoa, por uno de esos infartos fulminantes y ah¨ª mismo desapareci¨® su adolescencia. Una de las reglas no escritas de esta p¨¢gina obliga a compartir refrigerio con el entrevistado pero, dado los tiempos de austeridad que corren, lo mismo para la prensa que para los centros privados, propone compartir el men¨² con los alumnos del colegio Estilo, que dirige desde que falleci¨®, hace dos a?os, su madre, la escritora Josefina Aldecoa.
No le distraen ni los impresionantes carteles, dibujados por los alumnos que decoran las paredes, ni el ruido que genera un centro educativo: ¡°Educar es ense?ar a pensar. Mi madre siempre dec¨ªa que hab¨ªa que encaminar a los ni?os para que supieran vivir, para que fueran felices y, para eso, hab¨ªa que respetar el desarrollo arm¨®nico de la personalidad de cada uno. Se trata de formar seres tolerantes, reflexivos, emp¨¢ticos y creativos en una atm¨®sfera human¨ªstica y en libertad¡±.
Lo suelta de corrido, como una lecci¨®n bien aprendida. De hecho, se trata de una de las tesis de La buena educaci¨®n, el libro que ha publicado con la psic¨®loga Mar¨ªa Jes¨²s ?lva Reyes. La idea de ambas autoras es que, nunca hasta ahora, padres y autoridades se hab¨ªan preocupado tanto por el tema y nunca han estado tan despistados. Los problemas nacen con la primera infancia, donde se fragua la mayor parte del talento intelectual. Desaconseja superprotegerlos: ¡°Esas teor¨ªas de vivir sin pautas y sin fronteras ya han sido superadas. No creo en la educaci¨®n sin l¨ªmites¡±, confiesa. ¡°No hablo de dureza pero s¨ª de firmeza. Un educador debe tener claro lo que se puede consentir, una situaci¨®n que debe ir acompasada con el temperamento y las aficiones del chico¡±.
De alumna fundadora del colegio a profesora, Aldecoa naci¨® sin vocaci¨®n como maestra pero su ¨¢rbol geneal¨®gico apuntaba a lo contrario: su abuela, su t¨ªa, su madre... Tras licenciarse en Geograf¨ªa e Historia en la rama de Arte y pasar una temporada en Londres volvi¨® al Estilo como profesora de ingl¨¦s, tres tardes a la semana.
Han pasado 30 a?os y aqu¨ª sigue, sentada en uno de los pupitres de los peque?os y posando para el fot¨®grafo. ¡°Trabajar con ni?os, los seres m¨¢s puros y sin contaminar, es muy gratificante. He aprendido a ver el mundo por sus ojos y a descubr¨ªrselo a ellos¡±. La actividad de un colegio, dice, tiene un punto conventual, como si vivieras durante ocho horas sumergido en el mundo del aprendizaje. ¡°Luego sales a la calle, enciendes la radio del coche y te enteras de los horrores¡±.
Como docente, a lo largo de estas d¨¦cadas, ha visto crecer a varias generaciones de ni?os con sus respectivos padres: ¡°Los chicos no cambian; el alma sigue siendo la misma, se modifica el mundo que les rodea¡±.
Firme defensora de la ense?anza p¨²blica, considera que no hay nada exclusivo en lo que hace: ¡°Se trata de aplicar principios, no de privilegios¡±, concluye Aldecoa.
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