De entrada, cuatro alas
Once f¨®siles excepcionales en China demuestran que los primeros p¨¢jaros eran aut¨¦nticos biplanos
El escritor Michael Balter, corresponsal en Par¨ªs de la revista Science, ha dado en el clavo al comparar la evoluci¨®n de los p¨¢jaros con la de los aviones. Los aviones actuales tienen un par de alas, pero el artefacto con que los hermanos Wright inauguraron el sector en 1903 era un biplano con dos pares de alas. Las aves actuales tambi¨¦n tienen dos alas, pero sus primeros padres, que evolucionaron a partir de un grupo de dinosaurios en el cret¨¢cico, ten¨ªan cuatro. Tanto sus brazos como sus piernas desplegaban el innovador plumaje que les permiti¨® echar a volar: eran biplanos como el de los hermanos Wright. Hasta en eso ¡ªen las incertidumbres iniciales, en las salidas en falso¡ª ha imitado a la naturaleza la ingenier¨ªa humana.
Esta es la principal conclusi¨®n del an¨¢lisis de 11 f¨®siles extraordinariamente bien preservados de algunas de las primeras aves que poblaron el planeta, halladas en el biota de Jehol, que hace referencia a los ecosistemas que dominaron el noreste de la actual China en el cret¨¢cico inferior, hace unos 130 millones de a?os, justo cuando los primeros p¨¢jaros estaban evolucionando a partir de un grupo de dinosaurios de la regi¨®n. Xing Xu y sus colegas de la Universidad de Linyi, el Museo de la Naturaleza de Shandong y la Academia China de las Ciencias presentan hoy sus descubrimientos en Science.
Parece claro a estas alturas que las plumas no fueron una adaptaci¨®n al vuelo ¡ªun mero refinamiento para afianzar un logro mec¨¢nico anterior¡ª, sino que le precedieron. Los paleont¨®logos han descrito en los ¨²ltimos a?os varios dinosaurios de la ¨¦poca, o algo anteriores, que ya exhib¨ªan un aparatoso penacho de plumas en su cola, pero que eran incapaces de volar. La hip¨®tesis favorita en el ramo es que esas plumas no evolucionaron para el vuelo, sino para atraer al sexo opuesto, como ilustra con particular elocuencia la actual cola del pavo real.
Los paleont¨®logos tambi¨¦n han hallado dinosaurios con una variedad de penachos ¡°estrafalarios¡± ¡ªel adjetivo es del doctor Xing Xu¡ª en sus patas traseras, o en sus piernas, si proyectamos la nomenclatura sobre nuestro cuerpo, como aconsejan la zoolog¨ªa comparada y el sentido com¨²n. Algunos expertos ya se hab¨ªan aventurado a considerarlos como ¡°alas traseras¡±, un tipo de ala que no crece en los brazos, sino en las piernas. Pero estos tambi¨¦n eran dinosaurios que no volaban, arrojando as¨ª sobre las supuestas alas traseras la sospecha de alguna otra funci¨®n inconfesable.
Los 11 nuevos espec¨ªmenes chinos ya no son dinosaurios de la edad tard¨ªa, sino aves pioneras de los despejados cielos cret¨¢cicos. ¡°Aves basales¡±, las llaman los paleont¨®logos, y el nombre evoca las melod¨ªas del prototipo, del arranque brillante pero imperfecto de una nueva idea evolutiva. ¡°Estos ejemplares demuestran la presencia de alas traseras en las aves basales¡±, escriben Xu y sus colegas en Science. Ya podemos afirmar que los primeros p¨¢jaros ten¨ªan cuatro alas, ser¨ªa la traducci¨®n machadiana.
Tambi¨¦n las moscas actuales, que tienen dos alas y a ello deben el nombre de su familia, los d¨ªpteros, evolucionaron a partir de insectos que ten¨ªan cuatro alas, y que todav¨ªa dominan nuestros prados, armarios y despensas con nombres caprichosos como los mec¨®pteros (o moscas escorpi¨®n), los tric¨®pteros (o frig¨¢neas) o los lepid¨®pteros (mariposas y polillas). Tener cuatro alas tambi¨¦n pareci¨® la soluci¨®n m¨¢s f¨¢cil ¡ªy m¨¢s chapucera¡ª para echar a volar en un mundo muy distinto del de los dinosaurios, el de los insectos.
M¨¢s en general, los primeros animales se apoyaron con fuerza en la mera repetici¨®n ¡ªun cuerpo formado por una docena de segmentos casi indistinguibles, una pata o una antena mon¨®tonas¡ª y solo despu¨¦s empez¨® cada segmento a especializarse y probar soluciones ¨²nicas por su cuenta. La historia no es muy distinta con los genes que diversificaron el metabolismo en las primeras bacterias, o con los que refinaron la visi¨®n en color en nuestros ancestros primates. Como los nocturnos de Chopin, la evoluci¨®n se basa en temas repetidos con variaciones.
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