El pastor ejecutivo
El ascenso femenino en la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica parece inevitable
Justin Welby fue quiz¨¢s el primer sorprendido por su llegada a la cima de la Iglesia de Inglaterra. Nacido el 6 de enero de 1956, no abraz¨® el sacerdocio hasta bien cumplida la treintena y despu¨¦s de pasar 12 a?os como ejecutivo en la industria del petr¨®leo. Su carrera pastoral ha sido a¨²n m¨¢s mete¨®rica: necesit¨® menos de 20 de sacerdocio para ser obispo y menos de 12 meses para saltar del obispado al arzobispado.
La agenda que le espera no es muy distinta de la del papa Francisco: la supervivencia de la religi¨®n en un mundo crecientemente secular, el papel de la mujer en la Iglesia y las inevitables cuestiones sexuales: la posici¨®n eclesi¨¢stica ante la homosexualidad y el problema de los abusos a menores. Esta ¨²ltima cuesti¨®n no ha tenido en la Iglesia de Inglaterra, ni por asomo, el mismo impacto que en la cat¨®lica.
El caso m¨¢s relevante se acaba de cerrar con condenas de c¨¢rcel en la di¨®cesis de Chichester y oblig¨® al anterior arzobispo, Rowan Williams, a abrir la primera investigaci¨®n diocesana desde 1890. Aunque m¨¢s parece un caso aislado protagonizado por dos vicarios que un problema end¨¦mico, el hecho de que los abusos, cometidos en los a?os setenta y ochenta, no fueran entonces denunciados ha hecho que los anglicanos se tomen el asunto muy en serio.
Los problemas de sexo que deber¨¢ afrontar el arzobispo Welby son, sobre todo, el papel de la mujer en la Iglesia y la homosexualidad, tanto dentro como fuera de la Iglesia. ?l es decidido partidario de que las mujeres accedan al obispado, pero los anglicanos rechazaron esa opci¨®n en noviembre, apenas 10 d¨ªas despu¨¦s de que fuera anunciada su designaci¨®n.
El nuevo arzobispo, que ha destinado muchas horas a mediar en conflictos b¨¦licos y sabe desde sus tiempos en el mundo del petr¨®leo c¨®mo cerrar un acuerdo, espera persuadir al sector m¨¢s reticente para que acepte que el ascenso de la mujer en la escala pastoral es inevitable. Son ya pocos los que se oponen al obispado femenino, aunque el sistema de toma de decisiones del s¨ªnodo les permite ser decisivos.
La cuesti¨®n homosexual ya es otro cantar, aunque la Iglesia anglicana tiene una posici¨®n much¨ªsimo m¨¢s abierta que la cat¨®lica. Quiz¨¢s porque entre los anglicanos no existe la obligaci¨®n del celibato y los curas se casan y tienen hijos, se aborda con algo m¨¢s de distancia. Los armarios anglicanos no est¨¢n tan llenos de sacerdotes homosexuales como los cat¨®licos y en la Iglesia de Inglaterra se acepta no solo que un cura sea gay, sino incluso le est¨¢ permitido que viva en pareja. Aunque, en un t¨ªpico compromiso brit¨¢nico, no se les permite tener relaciones sexuales. Es un compromiso de buena fe: no se sabe que ning¨²n sacerdote haya sido sometido a inspecciones m¨¦dicas para dilucidar si mantiene o no relaciones con su pareja del mismo sexo.
Donde los anglicanos se resisten a ir m¨¢s all¨¢ es a la hora de aceptar que un gay sea obispo (en ese sentido, ser gay y ser mujer es equivalente: pueden oficiar misa, pero no pueden alcanzar la cima del obispado). Y, entrando en terreno que se escapa a su ¨¢mbito estrictamente legal, aceptan la ley de uniones civiles de personas del mismo sexo pero les niegan el acceso al matrimonio.
Pero el verdadero reto del arzobispo de Canterbury es mantener viva a una Iglesia anglicana cada vez m¨¢s irrelevante, sobre todo en la propia Inglaterra. El arzobispo Welby es optimista.
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