¡°No pensemos m¨¢s que la cultura es de izquierdas¡±
El rockero se fue de Catalu?a para huir del nacionalismo y acab¨® estableci¨¦ndose en Euskadi. Hace m¨¢s falta una limpieza que una consulta, opina
Antes de sentarse posa para el fot¨®grafo, pero se resiste a sus instrucciones: ¡°Llevo 35 a?os en esto, s¨¦ cu¨¢l es mi lado bueno¡±. Encarga una comida ligera: ¡°Que este se?or y yo tenemos que trabajar por la tarde¡±. Pisa fuerte Loquillo, m¨²sico de referencia, un tipo de f¨ªsico imponente y seguro de s¨ª mismo. Compartimos tapas y una larga sobremesa en el s¨®tano de la taberna de su amigo el chef Sergi Arola, otro catal¨¢n de los que se sienten en casa en Madrid. La ciudad que lo adopt¨® como protagonista de la Movida, ese tiempo de creatividad y desmadre entre la muerte de Franco y la irrupci¨®n del sida. ¡°En Madrid todo es posible¡±, afirma. Todav¨ªa lo ve as¨ª.
Loquillo, o Loco, es el personaje en que Jos¨¦ Mar¨ªa Sanz (Barcelona, 1960) se meti¨® a finales de los setenta, cuando jugaba al baloncesto y Epi le puso el apodo. Sin ese deporte, confiesa, quiz¨¢s habr¨ªa acabado de pandillero o delincuente. Lo cuenta en El hijo de nadie (Ediciones B), su tercer libro, resultado de muchas horas de conversaci¨®n con el periodista Luis Hidalgo. M¨¢s que su biograf¨ªa, quer¨ªa contar sus ideas. Se moja.
Reparte los huevos estrellados comentando la muerte, esa ma?ana, de Sara Montiel. ¡°Es la gran artista de este pa¨ªs. Pero la ridiculizaron. Este pa¨ªs trata muy mal a sus artistas¡±. Loquillo ve un hilo entre la pirater¨ªa, la destrucci¨®n de la SGAE ¡°desde dentro¡± y la subida del IVA. Cree que detr¨¢s viene la ¡°privatizaci¨®n de la cultura¡±, el dominio de la industria por las teleoperadoras.
El rockero hu¨ªa del nacionalismo catal¨¢n y encontr¨® refugio en Euskadi
Enfundado en traje gris, Loquillo est¨¢ ¡°enfadado¡±, si no indignado. Censura a los pol¨ªticos por alejarse del ciudadano y comprende que ¡°el cabreo es el cabreo¡±. Pero recela del escrache: ¡°Da miedo que a alguno se le escape una hostia¡±. A los pol¨ªticos, sostiene, se les sacude en las urnas. ?l viene de la izquierda, pero pas¨® ¡°de la disidencia al desencanto¡±, se sinti¨® excluido por cantar en castellano, se desmarc¨® del ¡°clan de la ceja¡±. ¡°No podemos seguir pensando que la cultura es de izquierdas¡±, afirma. Ya no distingue entre zurda y diestra. S¨ª se define republicano, como su padre, y agradece ir¨®nicamente a Urdangarin su apoyo a la causa.
No quiso seguir el camino de su compa?ero Sabino M¨¦ndez, autor de muchos de sus temas, muy implicado con Ciutadans. ¡°El enfrentamiento entre Catalu?a y Espa?a es un negocio para los pol¨ªticos¡±. ?Y la consulta? ¡°No me opongo si es legal. Pero antes que hagan limpieza. No vamos a tener una Catalu?a independiente con toda esa mierda en casa¡±. Curiosamente, el m¨²sico que hu¨ªa del nacionalismo encontr¨® refugio en San Sebasti¨¢n, donde vive con su mujer Susana (que se recupera de un c¨¢ncer) y su hijo Cayo. All¨ª hace vida familiar. ¡°Ya no voy a ir de canalla a los 52. Todos hemos vivido nuestras juergas, pero no hacemos de ello una bandera¡±, dice renegando del malditismo del rock.
Apura el chupito helado de vodka debatiendo por qu¨¦ el rock ya no genera estrellas como las de su generaci¨®n. Porque ya no transmite rabia, responde. ¡°El ¨²nico g¨¦nero que hoy tiene mala hostia es el hip-hop¡±. Lo pr¨®ximo para ¨¦l es la reedici¨®n de cinco ¨¢lbumes y una gira con Leyva y Ariel Rot. ?Y despu¨¦s? ¡°No sabr¨¦is de m¨ª en ocho meses. Estoy harto de m¨ª mismo¡±.
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