La condena de la familia Castro
Los parientes de Ariel Castro, acusado de secuestro y violaci¨®n, temen que sus delitos sean un estigma para un clan muy querido en la comunidad
Alrededor de la avenida Seymour, la calle en la que durante los ¨²ltimos 10 a?os uno de sus vecinos, Ariel Castro, mantuvo cautivas a tres j¨®venes, el remordimiento es el sentimiento m¨¢s generalizado. Sus residentes no pueden reprimir el pudor que les causa saber que en esta ¨²ltima d¨¦cada un calvario pasaba desapercibido delante de sus propios dinteles. Esa sensaci¨®n de bochorno es mayor en la familia Castro, la misma a la que pertenece el hombre que ha sido acusado de tres delitos de violaci¨®n y cuatro de secuestro.
Los Castro son una familia de 20 hermanos, distribuidos entre Puerto Rico y Estados Unidos, muy apreciada en el barrio. Julio Castro, el t¨ªo de Ariel y de sus hermanos, Pedro y Onil, tambi¨¦n detenidos en relaci¨®n con el secuestro de Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight, pero que no han sido acusados por la fiscal¨ªa, lleg¨® a Cleveland con 18 a?os y, desde hace 44, regenta la tienda de ultramarinos Caribe, ¡°de comida am¨¦rico-portorrique?a¡±, como ¨¦l recalca, al final de la calle en la que su sobrino mantuvo encerradas a las tres j¨®venes.
El comportamiento de mis primos no tiene nada que ver con los valores de esta comunidad, ni con los de esta familia. Esta comunidad es muy fuerte¡± Mar¨ªa Castro
El rostro de este hombre de 77 a?os y aspecto fr¨¢gil ha sido uno de los m¨¢s difundidos en los medios de comunicaci¨®n. ?l fue el primero en arrojar luz sobre la personalidad y el pasado de sus sobrinos, aunque ahora reniegue de ellos. ¡°Hace seis a?os que no tengo relaci¨®n con Ariel¡±, relata a EL PA?S, parapetado tras el mostrador, atestado de fotos familiares y recuerdos, de la trastienda de su local. Pese a esa lejan¨ªa que denuncia, Castro estaba al tanto de la vida de su sobrino. ¡°Era ch¨®fer de autob¨²s y tocaba en bandas¡±, repite.
A su hija, Mar¨ªa Castro, la noticia de que su primo fue el carcelero de tres j¨®venes durante m¨¢s de una d¨¦cada la ha dejado devastada. La prima del secuestrador teme que el delito de su familiar se convierta en el estigma de una familia con muchos lazos en el vecindario, incluidos los parientes de DeJesus, una de las v¨ªctimas. ¡°El comportamiento de mis primos no tiene nada que ver con los valores de esta comunidad, ni con los de esta familia. Esta comunidad es muy fuerte¡±, asegura.
Mar¨ªa Castro tampoco manten¨ªa una relaci¨®n fluida con sus primos, pero s¨ª era cordial cuando se encontraban. ¡°Ariel siempre saludaba y se paraba a hablar¡±, recuerda. El contacto con sus otros hermanos era menor. ¡°Beb¨ªan demasiado¡±, se justifica. La ¨²ltima vez que los vio fue este verano en el funeral de una de sus primas. Los hermanos Castro eran los menos allegados a la familia, seg¨²n Mar¨ªa. ¡°Ellos nacieron en Puerto Rico y cuando mi t¨ªo se divorci¨® de su madre, ella se los trajo a Pensilvania. Como no se criaron aqu¨ª como nosotros, siempre los sentimos un poco m¨¢s lejanos¡±, asegura.
Mar¨ªa creci¨® jugando en la avenida Seymour, aunque nunca entr¨® en la casa de su primo. De peque?a compart¨ªa juegos con Nancy Ruiz, la madre de Gina DeJesus. El abuelo de DeJesus es ¨ªntimo amigo de su padre, Julio Castro. ¡°Yo mismo lo llam¨¦ a Florida para informarle de que su nieta hab¨ªa aparecido¡±, se?ala Castro.
El t¨ªo del secuestrador espera que su crimen no afecte a su negocio, ni perjudique a la reputaci¨®n de su familia, Su hija Mar¨ªa est¨¢ desolada. ¡°No puedo ni pensar en c¨®mo lo han tenido que pasar esas ni?as¡±, comenta entre l¨¢grimas. ¡°Debe pagar el precio por su crimen, y los dem¨¢s tenemos que tratar de seguir adelante¡±, asegura. Los delitos de los que le acusa la fiscal¨ªa de Cleveland podr¨ªan costarle la pena de muerte.
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