El imposible suicidio de Alda Gross
Estrasburgo condena a Suiza por causar una ¡°angustia considerable¡± a una anciana sana que pidi¨® ayuda para morir. Cree que su ambigua ley genera indefensi¨®n
Hace casi una d¨¦cada que Alda Gross quiere poner fin a sus d¨ªas. Tiene 82 a?os y lleva seis batallando legalmente con la Administraci¨®n suiza para hacer efectivo su derecho a decidir c¨®mo y cu¨¢ndo morir. Desea recurrir al suicidio asistido --que contempla la legislaci¨®n suiza-- y que un m¨¦dico le recete una dosis letal de un f¨¢rmaco. Pero Gross est¨¢ sana, solo tiene los achaques propios de la vejez, por lo que ning¨²n sanitario ha querido prescribirle el medicamento que necesita. La regulaci¨®n suiza es tan abstracta que, aunque admite el suicidio asistido, no establece pautas sobre qui¨¦n, c¨®mo y cu¨¢ndo se puede recurrir a ¨¦l, por lo que los m¨¦dicos rechazan decenas de casos por las posibles consecuencias. Esta falta de directrices oficiales, seg¨²n el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, desprotege a m¨¦dicos y ciudadanos. Estrasburgo conden¨® ayer a Suiza porque la ambig¨¹edad de su legislaci¨®n ha vulnerado el derecho al respeto de la vida privada y familiar de Gross, y le ha provocado una ¡°angustia considerable¡±.
La mujer, de 82 a?os, mantiene la intenci¨®n de poner fin a su vida asistida por un sanitario
La mujer, que tras agotar las instancias judiciales en su pa¨ªs decidi¨® recurrir a la justicia europea, todav¨ªa no ha logrado su objetivo. El Tribunal de Estrasburgo no se pronuncia sobre el fondo de la cuesti¨®n. Los jueces argumentan que es competencia de Suiza decidir si se le debe proporcionar a la mujer el f¨¢rmaco que necesita para poner fin a sus d¨ªas. Aunque s¨ª instan a la Administraci¨®n suiza a ¡°emitir directrices claras y completas sobre la cuesti¨®n¡±. ¡°Suiza tendr¨¢ que cambiar su ley. Hay contradicciones entre la regulaci¨®n y los derechos humanos y eso est¨¢ provocando que los m¨¦dicos se sientan inseguros y que los ciudadanos queden al descubierto¡±, apunta Frank Petermann, el abogado de Gross. Est¨¢ especializado en derecho sanitario, y asegura que este no es el ¨²nico caso similar que lleva. Suiza tiene tres meses para recurrir la sentencia, que no contempla indemnizaci¨®n alguna para la demandante.
Gross, mientras tanto, prefiere guardar silencio. Debe analizar las implicaciones de una sentencia ¡°important¨ªsima para ella¡±, transmite su abogado. ¡°Su intenci¨®n y su deseo de poner fin a sus d¨ªas sigue siendo el mismo¡±, informa Petermann. Lo lleva intentando desde 2005, cuando intent¨® suicidarse por sus propios medios. No lo consigui¨®, y tras lo ocurrido, recibi¨® tratamiento psiqui¨¢trico. Ayuda que, como indica en la demanda presentada en Estrasburgo, no alter¨® sus deseos de morir. Segu¨ªa insistiendo en que su estado era cada vez m¨¢s fr¨¢gil, que ya no pod¨ªa dar largos paseos y que no estaba dispuesta a seguir sufriendo la merma de sus capacidades f¨ªsicas y mentales.
Los jueces no entra en el fondo del tema y apuntan que solo compete a Suiza decidir si asiste a la mujer
Sin embargo, la mujer ten¨ªa p¨¢nico a las consecuencias que otro intento fallido de poner fin a su vida pod¨ªan acarrearle: quiz¨¢ una incapacidad mucho peor. Por eso intent¨® hacerlo recurriendo primero a la organizaci¨®n especializada Exit y despu¨¦s a varios m¨¦dicos. Todo sin ¨¦xito. Como no sufr¨ªa ninguna enfermedad terminal, los facultativos rechazaron proporcionarle el f¨¢rmaco que necesitaba. ¡°Los m¨¦dicos tienen miedo a las consecuencias que puede tener para ellos atender a una persona como Gross¡±, dice su abogado. Tampoco las autoridades sanitarias del cant¨®n de Zurich, donde vive, le dieron respuesta.
El C¨®digo Penal suizo no reprime la asistencia al suicido excepto cuando el autor de estos actos se conduce por ¡°motivos ego¨ªstas¡±. Seg¨²n su jurisprudencia, un m¨¦dico puede prescribir un medicamento letal para ayudar a un paciente a suicidarse si se dan ciertas condiciones espec¨ªficas indicadas en las directivas ¨¦ticas adoptadas por la Academia Suiza de Medicina. El paciente debe, eso s¨ª, haber tomado su decisi¨®n de manera meditada y en plenas condiciones; y los m¨¦dicos deben proporcionarle todas las opciones previas disponibles.
Sin embargo ¡ªaunque cada cant¨®n de Suiza puede dictar condiciones particulares¡ª esas directrices ¨¦ticas no tienen rango de ley, y no se suelen aplicar a pacientes que no padezcan una enfermedad terminal. Como Gross, que est¨¢ perfectamente sana. El Gobierno suizo no ha entrado a reglamentar el suicidio asistido ¡ªal que a pesar de esto recurren unas 300 personas al a?o¡ª. Y esa falta de concreci¨®n y pautas definidas por ley pudieron tener, para Estrasburgo, ¡°un efecto disuasorio sobre los m¨¦dicos, que podr¨ªan de otro modo haberse inclinado por aceptar la petici¨®n¡± de la mujer.
La falta de pautas oficiales desprotege a los m¨¦dicos y a los ciudadanos
¡°Esta incertidumbre sobre el resultado de su solicitud ha debido causar a Gross una angustia considerable en un aspecto particularmente importante para su vida. Esto no se habr¨ªa producido si hubiese habido directrices claras y aprobadas por el Estado que definan las circunstancias en las que los m¨¦dicos est¨¢n autorizados a emitir una receta a una persona que ha tomado libremente la decisi¨®n de poner fin a sus d¨ªas sin padecer una enfermedad terminal¡±, dicen los jueces.
La sentencia de Estrasburgo llega en un momento en el que varios pa¨ªses de Europa abordan el suicidio asistido y la eutanasia. En 2011, Suiza ya rehus¨® establecer una reglamentaci¨®n m¨¢s concreta, del estilo de la holandesa ¡ªque pauta esta pr¨¢ctica y tambi¨¦n la eutanasia en centros p¨²blicos y privados¡ª, pero otros pa¨ªses, como Francia, han puesto sobre la mesa proyectos de regulaci¨®n. Espa?a hace a?os que dej¨® sus intenciones en un caj¨®n. La ley socialista de muerte digna, que ni siquiera recog¨ªa el suicidio asistido ¡ªpenado por ley¡ª pero que ordenaba otras cuestiones, nunca lleg¨® a tramitarse.
Un agujero legal y otras pr¨¢cticas
Suicidio m¨¦dicamente asistido. Esta pr¨¢ctica consiste en que un m¨¦dico suministra a un paciente en situaci¨®n terminal los f¨¢rmacos para que se quite la vida. En verdad solo est¨¢ permitido en Oreg¨®n. Implica que el paciente sea consciente para tomar o administrarse la dosis (en EE UU se desarroll¨® una m¨¢quina para inyectar los f¨¢rmacos si el afectado no era capaz de tragar, por ejemplo si estaba intubado). En Suiza se practica aprovechando un agujero legal que no lo proh¨ªbe. Lo habitual es mezclar sedantes (para estar dormido) con antihem¨¦ticos (para no vomitar las pastillas) con f¨¢rmacos que inhiban el sistema cardiorrespiratorio (que son los que causan la muerte). En Espa?a est¨¢ prohibido ayudar a alguien a quitarse la vida (art¨ªculo 143 del C¨®digo Penal), aunque la pena es menor si se trata de colaborar con alguien que lo pide expresamente y si "la v¨ªctima sufriera una enfermedad grave que conducir¨ªa necesariamente a su muerte".
Eutanasia. Se trata de que un m¨¦dico administre directamente la medicaci¨®n para que alguien que lo ha solicitado muera. En este caso el paciente puede no estar consciente, si ha dejado claro con anterioridad que esa es su voluntad. Se permite en Holanda y B¨¦lgica. En estos pa¨ªses el debate se ha ampliado, y se plantea si es necesario que el paciente est¨¦ sufriendo en un estado terminal o si basta con que manifieste fehacientemente que no quiere seguir con su vida.
Sedaci¨®n terminal. Est¨¢ m¨¦dica y legalmente aceptada. Consiste en administrar calmantes para evitar el dolor u otros s¨ªntomas, aunque sea a costa de acortar la vida de una persona en situaci¨®n terminal.
Tres peticiones en Reino Unido
El Tribunal de Apelaci¨®n de Inglaterra y Gales ha empezado esta semana la vista de tres casos relacionados con el suicidio asistido. Uno de ellos ha sido presentado por la viuda de Tony Nicklinson, Jane, que ha recurrido la sentencia que neg¨® a su marido el derecho al suicidio asistido en territorio brit¨¢nico. Nicklinson muri¨® de forma natural poco despu¨¦s.
El segundo caso es el de Paul Lamb, un hombre de 58 a?os que lleva 23 paralizado desde que en 1990 sufriera un accidente de autom¨®vil y que solo puede mover ligeramente su mano derecha. Su caso, que cuenta con el apoyo de la Asociaci¨®n Humanista Brit¨¢nica, es pr¨¢cticamente gemelo al de Nicklinson. Lamb pide un cambio en la ley que permita a los m¨¦dicos cubrirse de la acusaci¨®n de asesinato por ayudar a una persona a suicidarse. El Tribunal Superior fall¨® en agosto que es el Parlamento, y no los tribunales, el responsable de cambiar la ley.
El tercer caso es el de un hombre de 48 a?os, conocido solo como Martin, que sufri¨® un derrame cerebral masivo en 2008 y desde entonces no puede ni moverse ni hablar. Sus abogados piden que la fiscal¨ªa de la corona cambie la forma en que aborda la cuesti¨®n del suicidio asistido porque argumentan que, al ser legal que una persona se quite la vida, la fiscal¨ªa no deber¨ªa pedir el procesamiento de alguien que ayuda a otro a suicidarse.
Al inicio de la vista, el responsable del tribunal dijo: ¡°Todos somos plenamente conscientes de la desesperada situaci¨®n por la que pasan los demandantes y tienen toda nuestra simpat¨ªa. Pero no podemos decidir estos casos por simpat¨ªa personal¡±.
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