Las tortugas o la muerte
Un joven ambientalista muere asesinado en una playa del Caribe costarricense donde combat¨ªa a los saqueadores de huevos en un entorno violento
Una vez lo apuntaron con una ametralladora y otras dos con un rev¨®lver, pero ¨¦l dec¨ªa que eran solo intentos por amedrentarlo y que, en cualquier caso, la defensa de las tortugas baulas en el Caribe costarricense era una buena raz¨®n para morir.
Se llamaba Jairo Mora, era loco por las tortugas y amaneci¨® este viernes asesinado en la misma playa donde compet¨ªa contra los saqueadores ilegales de nidos de tortuga que extraen los huevos, un aperitivo para algunos y un potenciador masculino para otros. Lo encontraron desnudo y con un disparo en la cabeza como si se tratara del cumplimiento de la amenaza recibida por tratar de proteger la riqueza natural de la provincia caribe?a de Lim¨®n, una de las zonas m¨¢s verdes de este pa¨ªs de discurso ecologista y vocaci¨®n por el ecoturismo.
Miles de extranjeros vienen a Costa Rica atra¨ªdos por el espect¨¢culo de ver de los desoves nocturnos de las tortugas que desvelaban a Jairo, un joven de 26 a?os que estudiaba biolog¨ªa tropical en el tiempo que le quedaba libre como asistente de investigaci¨®n de la organizaci¨®n Widecast. Detr¨¢s de las im¨¢genes tur¨ªsticas de una tortuga m¨¢s grande que un humano promedio hay una historia violenta: el enfrentamiento de ambientalistas contra traficantes de huevos de tortugas que tambi¨¦n sirven de peones para las redes de traficantes de coca¨ªna en una zona donde la polic¨ªa es casi un forastero m¨¢s.
Eso era lo que dec¨ªa Jairo Mora hace solo tres semanas. ¡°Si un polic¨ªa dice que nos apoya est¨¢ mintiendo¡±, se lee todav¨ªa en la libreta del periodista Esteban Mata, quien lo entrevist¨® dos semanas atr¨¢s sobre su trabajo durante cuatro horas fren¨¦ticas en las que el joven ambientalista revel¨® que en su cabeza solo entraba el tema de las tortugas baulas, las m¨¢s grandes del mundo. Nada m¨¢s, ni la seguridad propia, ni los c¨¢lculos, ni la riqueza econ¨®mica; ni siquiera la fauna en funci¨®n del turismo verde. Lo suyo era una competencia por llegar a los nidos antes que los saqueadores y tomar los huevos, pero para llevarlos a un criadero de donde tres meses despu¨¦s podr¨ªa sacar peque?as tortuguitas para echarlas a andar al mar.
¡°S¨ª da miedo, pero en la playa todo el mundo me conoce y sabe que me llamo Jairo¡±, dijo ese d¨ªa sentado en la playa de arena oscura y gruesa, prensada entre el mar Caribe picado y el bosque espeso que sirve de escondites a animales y a humanos. Hablaba en una playa llamada Nueve Millas del pueblo de Mo¨ªn, a solo tres kil¨®metros del principal puerto costarricense, en la misma zona donde patrullaba con tres estadounidenses y una veterinaria espa?ola antes de topar con una emboscada en la noche de este jueves. A ellas las retuvieron unas horas, pero a su gu¨ªa entusiasta se lo llevaron a alg¨²n lugar antes de dispararle en la cabeza y tirarlo en la playa, como dejando un mensaje. Iban a por ¨¦l. Sab¨ªan que se llamaba Jairo. Hasta lo hab¨ªa denunciado con nombres y apellidos en un reportaje en el diario La Naci¨®n a finales de abril.
El Organismo de Investigaci¨®n Judicial (OIJ) a¨²n no certifica que el crimen obedezca a una venganza, pero para la opini¨®n p¨²blica manifestada en las redes sociales no dudan en asumir el asesinato como la represalia por su trabajo y, sobre todo, como la forma de eliminar de la playa a un activista obcecado que no cesaba de rogar por presencia policial en esta zona tan apta para el narcotr¨¢fico. No se callaba, no se med¨ªa en privado ni en p¨²blico. Ped¨ªa ayuda policial pero no para que lo protegiera de quienes lo amenazaban de muerte, sino para que ayudaran a espantar a los saqueadores. Este fue un mensaje que public¨® el 23 de abril en su muro de Facebook. ¡°Podr¨ªan enviar mensajes a la Polic¨ªa para que vengan a la playa de Mo¨ªn. Que no tengan miedo; solo que vengan armados, no m¨¢s. 60 tortugas perdidas y ni un solo nido. Ocupamos ayuda y pronto¡±.
La polic¨ªa local dice que s¨ª patrulla, pero no hay quien lo certifique en esta zona donde se mezcla playa, bosque, algunas mansiones acorazadas y ocasionales autos de lujos entre casillas a medio destruirse, distribuidas a los lados de la l¨ªnea de un ferrocarril que ya no pasa. La pobreza abunda y motiva a muchos a trabajar para los narcotraficantes como baquianos, con ganancias ¨ªnfimas que se redondean robando los huevos de las tortugas. Un promedio de 80 unidades por nido y un promedio de 40 nidos en las mejores temporadas de desove en esta playa de 18 kil¨®metros, de salen los huevos redondos y grandes como bolas de b¨¦isbol hacia la provincia de Lim¨®n y al Valle Central, donde se consiguen preparados por un aproximado de 500 colones cada uno (1 d¨®lar).
Todo esto lo narr¨® Jairo al periodista Mata en su desenfranada explicaci¨®n sobre su causa ambientalista, cultivada desde los siete a?os de edad, cuando sal¨ªa a cuidar tortugas con sus vecinos de Cahuita, otro pueblo playero al sur de la regi¨®n Caribe costarricense. Hasta este viernes era el muchacho flaco y fibroso que trabajaba con la organizaci¨®n Widecast y con el centro de rescate de tortugas donde se alojan los voluntarios extranjeros. Era Jairo. Todos sab¨ªan su nombre.
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