¡°Soy un ni?o un poco ingenuo y un poco loco¡±
El dibujante recorri¨® Ciudad Ju¨¢rez intercambiando sus obras por un sue?o
Edmond Baudoin (Niza, 1942) fue un contable eficaz hasta los 30. A esa edad mir¨® atr¨¢s y vio que hab¨ªa sido un chico bueno; luego mir¨® adelante y decidi¨® que ser¨ªa el chico que siempre hab¨ªa so?ado ser. Dej¨® un trabajo bien pagado y se sent¨® a la mesa de dibujo. ¡°Pas¨® un mes y nada de inspiraci¨®n. Nada. Estaba en Niza, me iba al puerto a ver partir los barcos como Pessoa, pero nada. La p¨¢gina segu¨ªa en blanco hasta que dos poetas llegaron para salvarme. Decid¨ª ilustrar a Rimbaud, que es el cielo, y Neruda, que es la tierra, como si alguien me lo hubiera encargado. Trabaj¨¦ en ello dos o tres meses y as¨ª empezaron a salir ideas...¡±.
Empezaron las ideas, el dinero tard¨® m¨¢s. ¡°Fui pobre durante mucho tiempo¡±, afirma. Ya no. En Francia, Baudoin es uno de los grandes y uno de los innovadores, siempre adentr¨¢ndose con el c¨®mic por caminos extra?os, que no desde?an los d¨²os art¨ªsticos como los que protagoniz¨® con Fred Vargas o Taubs. Tiene aspecto de duende: enjuto, pa?uelo rojo, chaleco vaquero, pulseras de cuencas de madera, cabello generoso y entrecano. En el min¨²sculo y personal¨ªsimo espacio de la cita, antesala del estudio de arquitectura situado en la planta superior, reconvertido en caf¨¦-restaurante casi a petici¨®n del p¨²blico, que entraba confundido buscando un lugar donde reposar del barullo, Baudoin pide zumo de mandarina y m¨²sica m¨¢s suave. Como los duendes, habla bajito y mira fuerte. ¡°Al final disfrut¨¦ mucho con algo no previsto. Dal¨ª fue un encargo-regalo. De haber elegido yo, habr¨ªa optado por Goya o Picasso¡±.
Baudoin hab¨ªa venido a Madrid para la exposici¨®n sobre Dal¨ª, en el Reina Sof¨ªa. ?l firma el bioc¨®mic que le encarg¨® el Centro Pompidou y que ha publicado Astiberri. Su novela gr¨¢fica recrea el mundo daliniano con la misma locura creativa del pintor, salt¨¢ndose el cors¨¦ cronol¨®gico y abrazando el delirio on¨ªrico. ¡°Me adentr¨¦ en un mundo que podr¨ªa paralizar a alguien muy metido en la cultura, pero yo soy un ni?o un poco ingenuo, y. tambi¨¦n estoy un poco loco. Al final, Dal¨ª no es m¨¢s que yo, y yo no soy m¨¢s que Dal¨ª¡±.
Antes de viajar a la cabeza compleja de Dal¨ª, viaj¨® a Ciudad Ju¨¢rez para dibujar sue?os. De aquella experiencia, compartida con Jean-Marc Troubet (Troubs) y alentada por la obra de Roberto Bola?o, 2666, surgi¨® un libro tierno y aterrador, ?Viva la vida!, porque estaba lleno de muertos cotidianos y vivos excepcionales. Troubs y Baudoin ofrec¨ªan un retrato a cambio de un sue?o. La gente de Ciudad Ju¨¢rez ped¨ªa lo imposible: ¡°Hacerme vieja¡±.
Hace poco, en Colombia, recorri¨® comunidades campesinas intercambiando dibujos por recuerdos para un libro que se publicar¨¢ este a?o. Fiel a su vocaci¨®n exploradora, prepara un proyecto sobre su singular abuelo, que a los 11 a?os se fue de Niza y acab¨® trabajando como buscador de oro y cazador para Buffalo Bill. Baudoin lo conoci¨® en la medida en que su abuelo le permiti¨®. ¡°Solo ven¨ªa a casa a comer raviolis, me impresionaba porque le¨ªa libros en ingl¨¦s pero no le interesaban los ni?os. Me servir¨¦ de ¨¦l para decir algo sobre el genocidio de los indios¡±.
Casi al final, de los batidos y de la entrevista, inquiero por el sue?o del dibujante. Se calla. Mucho tiempo. Luego habla tambi¨¦n largo rato sobre las contradicciones entre personas/pa¨ªses ricos y pobres. Al final, reconoce que un sue?o requiere concisi¨®n. Da uno: ¡°No deber¨ªa haber un ni?o que no pueda beber agua potable¡±.
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