La muerte llega en helic¨®ptero
Australia controla el exceso de poblaci¨®n equina con cacer¨ªas desde el aire Uno de los Estados para la matanza por las protestas surgidas tras la muerte de 3.000 caballos
Ian Conway sobrevuela en helic¨®ptero las tierras rojas de Tempe Downs, en el centro geogr¨¢fico de Australia, donde todo es inmenso. Los ganaderos como ¨¦l, que deben conducir manadas de miles de ejemplares desde la aridez de su cercana hacienda hacia pastos m¨¢s f¨¦rtiles, gu¨ªan al ganado desde el aire. Pero hoy Conway contempla desolado el escenario que se abre a sus pies. Centenares de cad¨¢veres de caballos, muertos a tiros, salpican la planicie. El Consejo Central de la Tierra (CLC), un organismo gubernamental, ha decidido acabar con disparos desde helic¨®pteros con al menos 3.000 caballos salvajes tras decidir que se han convertido en una plaga inasumible para los 4.750 kil¨®metros cuadrados de paraje virgen de Tempe Downs.
La vida es una proeza en el Territorio del Norte, en el interior de Australia. La mayor parte de la planicie, que ocupa el 70% del pa¨ªs, es des¨¦rtica con un fr¨ªo penetrante en invierno y un calor extremo en verano. Solo en algunos rincones, pu?ados de arbustos espinosos y de ¨¢rboles raqu¨ªticos desaf¨ªan la muerte y beben ¨¢vidos el agua escasa de los manantiales.
Pero en los ¨²ltimos meses, la planicie australiana concedi¨® una breve tregua a la vida, y las lluvias fueron m¨¢s intensas de lo habitual. Como consecuencia, la poblaci¨®n de caballos salvajes en Tempe Downs se dispar¨® hasta superar los 10.000. El CLC, que administra la zona, calific¨® el fen¨®meno de ¡°insostenible¡±. A principios del mes de mayo, anunci¨® su intenci¨®n de acabar con la ¡°plaga¡± equina. Para sensibilizar a la opini¨®n p¨²blica, distribuy¨® im¨¢genes de caballos muriendo de inanici¨®n en pleno desierto. ¡°Tenemos un problema enorme con los animales salvajes: est¨¢n deteriorando el terreno y miles de ellos mueren por falta de comida y agua¡±, asegur¨® el director del consejo, David Ross.
Grupos ecologistas y habitantes de la zona denunciaron que las im¨¢genes del CLC no correspond¨ªan a Tempe Downs que, azotado por las lluvias, presenta un aspecto m¨¢s f¨¦rtil de lo habitual. Aun as¨ª, las autoridades decidieron seguir adelante con lo que en Australia se conoce como ¡°sacrificio a¨¦reo¡±. En las ¨²ltimas semanas, el CLC ha acabado con al menos 3.000 caballos salvajes.
Las aeronaves vuelan en grupos de dos. Desde ellas los tiradores apuntan al vientre para no errar el disparo
En grupos de dos, los helic¨®pteros sobrevuelan el terreno tostado y, en cuanto localizan una manada de caballos salvajes, descienden para acorralarlos contra rocas, precipicios y otros accidentes naturales. El estruendo de las aspas y el polvo que levantan aterroriza a la manada. Las yeguas y los potros huyen despavoridos mientras, a menudo, los machos se quedan e intentan proteger a los suyos de una amenaza que no entienden.
Entonces, tiradores encaramados a los helic¨®pteros empu?an fusiles de asalto L1A1, apuntan contra el vientre o la cabeza de los machos y disparan. Las autoridades australianas se?alan que lo ideal es abatir al equino de un tiro certero en la cabeza, aunque disparar desde un helic¨®ptero en movimiento a un objetivo tambi¨¦n m¨®vil aumenta notablemente la posibilidad de errar el tiro. Por eso, la mayor¨ªa prefiere disparar al vientre, confiando en alcanzar los pulmones o el coraz¨®n de la bestia. Si pueden, lanzan dos disparos seguidos aunque nada asegura que alcancen el mismo lugar.
En ocasiones, el impacto de la bala levanta al equino del suelo en un salto s¨²bito y grotesco. Luego, el cuerpo se desploma sobre el polvo. No siempre cae muerto. Yace vivo, pero incapaz de moverse mientras los tiradores abaten al resto de los machos a su alrededor. Los p¨¢jaros no tardan en aprovechar la debilidad de los equinos y se lanzan a picotear sus ojos mientras las moscas rondan sus heridas.
Una vez ca¨ªdos los machos, los helic¨®pteros se adentran en la planicie a por el resto de la manada. La rodean hasta concentrarla en un solo punto y repiten de nuevo la operaci¨®n, esta vez con las yeguas. Suelen dejar con vida a los potros que, sin los adultos, terminan muriendo de inanici¨®n o v¨ªctimas de las garras de depredadores y carro?eros.
Cada redada dura unas dos horas y, si las condiciones meteorol¨®gicas lo permiten, los helic¨®pteros pueden llegar a hacer cuatro en un solo d¨ªa.
¡°He visto un potrillo rodeado de sus compa?eros de manada tendidos en el suelo, muertos¡±, cuenta Conway, que se declara amante de los caballos desde ni?o, tras su visita de inspecci¨®n a Tempe Downs. ¡°El potro miraba hacia nuestro helic¨®ptero casi como si creyera que los suyos solo estaban dormidos y que se despertar¨ªan en cualquier momento. Hay caballos muertos por todas partes¡±.
Las cr¨ªticas de los grupos ecologistas y de los habitantes de la zona han atra¨ªdo la atenci¨®n de los medios. El CLC y sus actividades se financian con fondos p¨²blicos y la matanza de animales salvajes desde el aire es todav¨ªa una pr¨¢ctica habitual en el interior de Australia. Tras las cr¨ªticas recibidas, el CLC dio por terminada la pr¨¢ctica la pasada a principios de este mes, pero no descarta repetir la operaci¨®n en el futuro.
Conway propone una forma menos violenta de lidiar con los caballos salvajes. La que utiliza ¨¦l. Cerca los manantiales donde acuden a refrescarse, los captura, los doma y los vende para actividades de ocio o para carreras. Los abor¨ªgenes de la zona son clave a la hora de cercar y domar los potros salvajes. Su conocimiento del terreno y su buena mano con los animales son el resultado de milenios luchando por sobrevivir en la planicie australiana, uno de los ecosistemas m¨¢s ¨¢ridos del mundo. Adem¨¢s, la venta de caballos salvajes domados es una de sus principales fuentes de ingresos en una regi¨®n donde el paro entre la poblaci¨®n aborigen alcanza el 80%.
Por otro lado, grupos ecologistas alertan del peligro de abandonar los cuerpos sobre el terreno. ¡°Los cad¨¢veres terminan pudri¨¦ndose y alimentan a los carro?eros¡±, explica la presidenta de la Waler Horse Society of Australia (WHSA), Elizabeth Jennings, que avisa del riesgo de que tambi¨¦n la poblaci¨®n de carro?eros se dispare en los pr¨®ximos meses. La organizaci¨®n basa su denuncia en que los caballos sacrificados pertenecen a la raza waler, cuyo origen se remonta al de la Australia moderna. En el siglo XVIII, los colonos occidentales trajeron con ellos los primeros caballos. Estos primeros exploradores mezclaron purasangre ingleses con ¨¢rabes para conseguir un animal fuerte y resistente que pudiera sobrevivir en las condiciones clim¨¢ticas extremas de la planicie australiana.
A lomos de los primeros waler, los occidentales exploraron Australia, tuvieron el primer contacto con los abor¨ªgenes y conquistaron a sangre y fuego el ¨²ltimo continente virgen.
¡°Estos caballos forman parte de nuestra historia¡±, afirma Jennings antes de a?adir que ¡°no hay ninguna raz¨®n para eliminarlos as¨ª y, sin embargo, tenemos todos los argumentos ecol¨®gicos y sociales para mantenerlos con vida¡±.
De momento, las protestas han puesto freno a la matanza en Tempe Downs, una zona dependiente de un organismo p¨²blico. Pero en otros lugares de Australia, especialmente en fincas privadas, el ¡°sacrificio a¨¦reo¡± contin¨²a.
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