Partidos en crisis, democracia en apuros
El desapego al sistema pol¨ªtico surgido en la Transici¨®n est¨¢ derivando en un desgaste institucional que exige grandes cambios
Espa?a se est¨¢ adentrando en una crisis institucional y pol¨ªtica de imprevisibles consecuencias, cuya expresi¨®n m¨¢s visible es la ca¨ªda de la valoraci¨®n de los pol¨ªticos entre los ciudadanos y la p¨¦rdida acelerada de apoyo por parte de las fuerzas pol¨ªticas hasta ahora mayoritarias. Los partidos pol¨ªticos est¨¢n en el epicentro de la tormenta, pero sus efectos alcanzan tambi¨¦n a las instituciones que gobiernan. Este es el diagn¨®stico que comparten la veintena de ponentes que han participado en unas jornadas organizadas en Zaragoza por la Fundaci¨®n Manuel Gim¨¦nez Abad con la colaboraci¨®n de la Konrad Adenauer Stiftung, y en un ciclo organizado en el foro L'Hospitalet Espai de Debat.
??C¨®mo se ha llegado a esta situaci¨®n?
Las encuestas alertaron hace ya alg¨²n tiempo sobre la creciente desafecci¨®n ciudadana hacia el sistema pol¨ªtico. Pasearse por las encuestas es adentrarse en un clima de opini¨®n depresivo. Pocos ciudadanos conf¨ªan en que los pol¨ªticos resolver¨¢n los graves problemas del pa¨ªs. M¨¢s bien los consideran el problema. As¨ª, seg¨²n datos del Eurobar¨®metro, el 90% de los espa?oles desconf¨ªa de los partidos y el 70% se muestra insatisfecho con la democracia. Y la tendencia, seg¨²n confirman las encuestas del CIS y otros sondeos, es a peor. ¡°La desafecci¨®n ha pasado a ser, directamente, desconfianza, cuando no hostilidad¡±, advierte Jos¨¦ Pablo Ferr¨¢ndiz, vicepresidente de la empresa de sondeos Metroscopia.
Espa?a ha pasado de la euforia a la depresi¨®n en apenas cuatro a?os
Resulta sorprendente la enorme distancia que hay entre los deseos de los encuestados y la realidad. Ferr¨¢ndiz aporta datos interesantes: cuando se pregunta a los ciudadanos qu¨¦ tipo de pol¨ªticos creen que son necesarios, estos no se inclinan por un pol¨ªtico de perfil gestor, atento a la demoscopia y presto a cambiar de posici¨®n seg¨²n las circunstancias, sino pol¨ªticos de fuerte personalidad, con ideas propias y capaces de ofrecer y llevar a cabo un proyecto claro. Y lo que se encuentra, con mucha frecuencia, es un tipo de pol¨ªtico que hace lo contrario de lo prometido y recurre a los m¨¢s osados eufemismos para enmascararlo.
Llevamos cinco a?os de crisis y, por mucho que se mire, no se ve luz alguna al final del t¨²nel. Ante esta evidencia, los ciudadanos piden un pacto nacional para afrontar la crisis (86%) pero no lo creen posible (76%) por la incapacidad de los pol¨ªticos para anteponer el bien com¨²n a los intereses partidistas. Es sintom¨¢tico que un 55% de los encuestados considere que con los actuales pol¨ªticos no hubiera sido posible la Transici¨®n, porque no hubieran sido capaces de pactar. ¡°Lo que predomina es una cultura pol¨ªtica cerrada y fuertemente partidista, en la que la negociaci¨®n y el di¨¢logo son vistos como un signo de debilidad¡±, concluye Ferr¨¢ndiz.
¡°Al igual que ha ocurrido con la crisis econ¨®mica, ha estallado una cat¨¢strofe pol¨ªtica, y nadie sab¨ªa nada¡±, dice el catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, Javier P¨¦rez Royo. ¡°Lo m¨¢s grave es que la sociedad espa?ola y su sistema pol¨ªtico ya no se comunican. Lo han hecho durante mucho tiempo, pero ahora la ciudadan¨ªa no reconoce autoridad a su sistema pol¨ªtico, y eso impide movilizar las energ¨ªas necesarias para superar la crisis¡±. La ca¨ªda de la intenci¨®n de voto al PSOE y al PP se interpreta como una crisis del bipartidismo, pero para P¨¦rez Royo lo que est¨¢ en cuesti¨®n no son unas determinadas siglas, sino todo el sistema de partidos. ¡°La crisis de un partido no es importante. Podr¨ªa incluso desaparecer y no ocurrir¨ªa nada. Desapareci¨® la UCD, que era el partido de la Transici¨®n, y el sistema de recompuso f¨¢cilmente¡±, recuerda. ¡°El problema es que, al ser los partidos los gestores del sistema pol¨ªtico, su descr¨¦dito tiene efectos devastadores sobre las instituciones que gobiernan¡±.
La gente ya no quiere un cambio por alternancia sino por alternativa
Francisco Rubio Llorente, expresidente del Consejo de Estado, coloca tambi¨¦n a los partidos pol¨ªticos en el epicentro de la crisis institucional. ¡°Sin ellos la democracia no es posible, pero tal como funcionan, tampoco es una democracia de calidad¡±, sostiene. El problema es que tienden a convertirse en empresas que act¨²an con la finalidad de alcanzar el Gobierno, en principio, para hacer valer su idea del bien com¨²n, pero inevitablemente, mantenerse en el poder pasa a ser la principal finalidad. Esa es la raz¨®n por la que, seg¨²n Rubio Llorente, los partidos son vistos como ¡°organizaciones cerradas en s¨ª mismas ¨²nicamente interesadas en el poder¡±. Otro factor que deteriora su imagen es la diluci¨®n de los principios program¨¢ticos: ¡°Como de lo que se trata es de conseguir el m¨¢ximo n¨²mero de votos, los grandes partidos se parecen cada vez m¨¢s entre ellos, lo que acent¨²a la idea de que su ¨²nico motor es lograr el poder. Y precisamente porque operan como estructuras empresariales, tienden a organizarse de forma jer¨¢rquica, con una c¨²pula dirigente muy reducida¡±, explica. El sistema pol¨ªtico espa?ol funciona seg¨²n una cadena de sumisiones que hace que el diputado est¨¦ sometido al grupo parlamentario, este a la c¨²pula del partido, y la c¨²pula, al secretario general. De manera que apenas hay debate y el que se mueve no sale en las listas.
La crisis del bipartidismo que reflejan las encuestas implica, en opini¨®n del consultor pol¨ªtico Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª, ¡°que la gente ya no conf¨ªa, como hasta ahora, en un cambio por alternancia, sino que quiere un cambio por alternativa¡±. En el sistema bipartidista, a veces m¨¢s que ganar las elecciones un partido, lo que ocurre es que lo pierde el que gobierna. La alternancia se produce por desgaste del adversario, de manera que el partido que est¨¢ en la oposici¨®n sabe que, en el peor de los casos, solo tiene que esperar. En realidad, la alternancia no implica grandes cambios. La crisis ha puesto de manifiesto que los dos grandes partidos forman parte de una misma opci¨®n, con algunas variantes.
Este desplome de la confianza pol¨ªtica, ?tiene que ver con la incapacidad para gestionar la crisis? Walter Bernecker, catedr¨¢tico de Estudios Internacionales de la Universidad de Erlangen-N¨¹rnberg, cita la situaci¨®n econ¨®mica como la primera causa, pero en el desgaste que sufre el sistema pol¨ªtico espa?ol tambi¨¦n incluye la corrupci¨®n rampante, el descr¨¦dito de instituciones clave como la Monarqu¨ªa y la ¡°cuesti¨®n catalana¡± que, en su opini¨®n, es ¡°la crisis m¨¢s grave que a corto plazo afronta Espa?a¡±.
Los ciudadanos prefieren pol¨ªticos con ideas propias y un proyecto claro
Bernecker observa un paralelismo claro entre la r¨¢pida erosi¨®n del aprecio por el sistema pol¨ªtico y el deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica. Confiesa haberse quedado at¨®nito al comprobar c¨®mo en apenas cuatro a?os Espa?a ha pasado de ser el pa¨ªs m¨¢s prometedor y pr¨®spero de Europa al m¨¢s deprimido. De la euforia a la melancol¨ªa en apenas un suspiro. Roto el espejismo del milagro econ¨®mico espa?ol, todo ha resultado ser muy endeble: ¡°Hemos visto, por ejemplo, un mercado laboral anquilosado, pero tambi¨¦n la ausencia de una clase empresarial verdaderamente emprendedora¡±.
Para Bernecker, el desgaste del PP y del PSOE apunta a un nuevo panorama pol¨ªtico muy fragmentado, que de confirmarse, situar¨ªa a Espa?a al borde de un cambio de modelo o a una vuelta al inicio de la Transici¨®n. ?Por qu¨¦ en Espa?a no existe una cultura de coalici¨®n?, se pregunta. Por el ensimismamiento y la arrogancia de los propios partidos, ¡°que han llegado a provocar el desapego incluso de sus propios simpatizantes¡±, responde. ¡°El PSOE tiene un 87% de desafecci¨®n entre sus propios electores, algo inaudito. No es una crisis pol¨ªtica, sino una crisis de la pol¨ªtica¡±, precisa.
Una crisis de la pol¨ªtica en la que est¨¢ en juego la calidad de la democracia, seg¨²n advierte Fernando Vallesp¨ªn, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. ¡°Porque las instituciones tambi¨¦n pueden morir si se vuelven vac¨ªas, si les falta el vigor de la ciudadan¨ªa¡±. No hay duda de que ahora mismo est¨¢n an¨¦micas. Por ejemplo, solo un 9% de los espa?oles conf¨ªa en el Parlamento. No es un consuelo que en Italia sean a¨²n menos, el 7%. Vallesp¨ªn recuerda que, en el a?o 2007, Espa?a figuraba en el puesto 15 en un ranking de calidad democr¨¢tica que elabora The Economist, por encima de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Ahora ha ca¨ªdo, justamente con Grecia, Portugal e Italia, casi al final de la lista de las llamadas ¡°democracias plenas¡±.
Para tratar de atajar este deterioro han surgido en las ¨²ltimas semanas diferentes manifiestos y plataformas que coinciden en reclamar una reforma de la Ley de Partidos para imponer mecanismos de democracia interna. Pero la elecci¨®n democr¨¢tica de los cargos no evita, seg¨²n Rubio Llorente, la posterior sumisi¨®n a una c¨²pula muy reducida. Para evitarlo ser¨ªa preciso cambiar tambi¨¦n el sistema electoral, ahora basado en listas cerradas y bloqueadas. Pero la llave de cualquier reforma de calado la tienen, parad¨®jicamente, los dos partidos que hasta ahora se han beneficiado m¨¢s del status quo. ¡°El problema¡±, sostiene P¨¦rez Royo, ¡°es que nuestro sistema electoral es formalmente proporcional, pero opera como mayoritario en todas las circunscripciones peque?as, las de menos de cinco esca?os¡±. Y eso impide la renovaci¨®n.
Los partidos tienden a funcionar como empresas centradas en lograr el poder
Para introducir un sistema de elecci¨®n nominal de los candidatos, en cuya elecci¨®n pasara a contar m¨¢s el prestigio personal que la fidelidad a la c¨²pula partidaria, habr¨ªa que cambiar, seg¨²n Rubio Llorente, la Contituci¨®n, que consagra la provincia como circunscripci¨®n. ¡°Esa no es una realidad que est¨¦ en nuestro horizonte¡±, precisa. En ausencia de mayores consensos, considera que se podr¨ªan hacer avances con reformas que no requieren tocar la Constituci¨®n, como cambiar el reglamento de las Cortes para dar m¨¢s autonom¨ªa a los diputados o impedir que el Gobierno abuse, como hace ahora, del decreto ley.
Empieza a haber un considerable consenso sobre los cambios que permitir¨ªan dinamizar o restaurar el prestigio de la pol¨ªtica y de las instituciones, pero es el propio sistema de partidos vigente el que, con sus intereses creados y sus inercias, impide el cambio. Un ejemplo es la siempre pendiente reforma de la Administraci¨®n de Justicia. Juan Antonio Xiol, ahora miembro del Tribunal Constitucional, enumer¨® en Zaragoza hasta diez causas, todas ellas estructurales, de la crisis end¨¦mica del sistema judicial. Pero como ocurre con el resto de instituciones, nunca se pasa de la fase de diagn¨®stico. ¡°Hace tiempo que sabemos cu¨¢les son los problemas. La cuesti¨®n es averiguar por qu¨¦ no se hace lo que todos sabemos que se tiene que hacer¡±, concluy¨®.
Mientras tanto, el deterioro prosigue y se impone el des¨¢nimo. Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, ex fiscal general del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a advierte sobre las consecuencias del inmovilismo y tambi¨¦n de los discursos que ¡°imparten pesimismo democr¨¢tico¡±, porque de ellos puede derivarse una salida populista o directamente autoritaria que cuestione incluso la democracia. ¡°La sensaci¨®n generalizada de que no hay nada que hacer porque nuestros pol¨ªticos no merecen confianza y nuestras instituciones no tienen en realidad soberan¨ªa entra?a el peligro de alimentar a la ultraderecha, que cada 50 a?os resurge en Europa y ahora est¨¢ levantando de nuevo la cabeza; o movimientos como el de Bepo Grillo, que es la negaci¨®n de la pol¨ªtica. No tenemos m¨¢s remedio que ser exigentes y, a pesar de todos sus defectos, defender la democracia, aunque para defenderla hay que hacer cambios¡±. El problema es saber por d¨®nde empezar. Y si los actuales partidos no se reconocen a s¨ª mismos como parte del problema, dif¨ªcilmente ser¨¢n parte de la soluci¨®n.
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