Ciencia compartida
Lisa y llanamente, la consecuencia de la Ciencia para un pa¨ªs es el progreso
Comprendo que el tema Ciencia (I+D+I) y Sociedad puede resultar disuasorio, por lo manido, y tambi¨¦n que insistir en para qu¨¦ sirve la Ciencia puede sonar hasta pedante. Perdonen si lo ven as¨ª. Pero a comienzos de julio, el presidente del CSIC se ve¨ªa obligado a lanzar un SOS para intentar salvar de la asfixia econ¨®mica al mayor organismo p¨²blico de investigaci¨®n ¨Cy por cierto uno de los pocos organismos p¨²blicos vertebradores del Estado en la Espa?a de las Autonom¨ªas, junto a la Guardia Civil. Contra toda l¨®gica ¨Cal menos, la l¨®gica del mundo occidental¡ª y a tenor de los acontecimientos, parece que no sobra recordar el papel que juega la Ciencia y la Innovaci¨®n en nuestra Sociedad. Lisa y llanamente, la consecuencia de la Ciencia para un pa¨ªs es el progreso. La tendencia a progresar es tal vez la proyecci¨®n colectiva de la insatisfacci¨®n humana, un rasgo de evidente utilidad para adaptarse y sobrevivir en un mundo cambiante, y que siempre ha llevado a nuestra especie a ir m¨¢s all¨¢, a lo largo de un proceso de b¨²squeda y generaci¨®n de conocimiento que no tiene fin. Por eso la Ciencia no es una profesi¨®n, sino una aproximaci¨®n a la realidad que nos permite entender el mundo de forma m¨¢s directa que cualquier otra aproximaci¨®n. As¨ª concebida, la Ciencia debe ser accesible a todos los ciudadanos. Dec¨ªa L¨¦vi-Strauss que el cient¨ªfico no es tanto el que proporciona respuestas correctas como el que formula preguntas correctas. ?Qu¨¦ mejor herramienta para progresar podemos ofrecer a una sociedad? En definitiva, la Ciencia es un derecho porque, junto con la educaci¨®n, es la v¨ªa al progreso. Sin ciencia no hay futuro dice el famoso lema.
Consciente o inconsciente de ese derecho, un sector grande y creciente de la ciudadan¨ªa demanda conocimiento cient¨ªfico, especialmente pero no ¨²nicamente concentrado en el campo de la salud. Por distintas causas, esta demanda no siempre se sacia con fuentes oficiales sino que busca complementarlo con otras respuestas que se encuentran f¨¢cilmente en internet. Aunque todo el mundo es libre de creer en fuentes y remedios alternativos, hablamos de un campo muy amplio, incontrolable y ¨Cen el caso de la salud, peligroso¡ª que en ocasiones solapa con la pseudo-ciencia; una sociedad con poca Ciencia aboca a un abuso de ese tipo de fuentes. Una sociedad avanzada debe ense?ar a navegar por esos mundos, cuando menos para que el ciudadano sea consciente de si su b¨²squeda discurre por terrenos en los que no hay m¨¢s legitimaci¨®n que la fe o la convicci¨®n personal. De hecho, para la comunidad cient¨ªfica no es nada nuevo preguntarse por las fronteras de la Ciencia. Las propuestas de Karl Popper a mediados del siglo XX para demarcar la Ciencia frente a otras disciplinas de aproximaci¨®n a la realidad han marcado a generaciones de cient¨ªficos, y son muestra de una inquietud que siempre ha estado presente en la comunidad cient¨ªfica. ?Por qu¨¦? Porque es vital que las reglas de adquisici¨®n de conocimiento sean suficientemente estrictas como para que el cuerpo de doctrina que se va cimentando entre todos sea ¨²til para construir y avanzar sobre ¨¦l. Adem¨¢s, los datos aislados aunque sean serios, representativos y fiables no son, en s¨ª, Ciencia; dec¨ªa el bi¨®logo Sydney Brenner en su discurso de recepci¨®n del premio Nobel que el gran reto actual de la investigaci¨®n biol¨®gica no es generar m¨¢s datos sino convertir los mares de datos que ya tenemos en conocimiento. Y esta es la tarea de la comunidad cient¨ªfica.
Para satisfacer la demanda de conocimiento de los ciudadanos y para que la sociedad valore m¨¢s la Ciencia habr¨ªa que dar pasos en varias direcciones, que pueden resumirse en una Ciencia compartida, m¨¢s permeable a la Sociedad, y con unos cient¨ªficos m¨¢s abiertos y comunicativos. Los cient¨ªficos no solo debemos hacer nuestro trabajo bien, sino que se nos debe exigir que abramos a la Sociedad nuestras c¨¢psulas herm¨¦ticas de conocimiento cient¨ªfico y tecnol¨®gico. Estas, que en los precursores pre-cient¨ªficos, alquimistas, astr¨®logos, pretend¨ªan esconder ignorancia, hoy solo responden a un ensimismamiento y una dedicaci¨®n exclusiva a una investigaci¨®n determinada, siempre muy espec¨ªfica. Pero una ciencia compartida, y por ello defendida como derecho com¨²n, nos obliga a ampliar los canales de comunicaci¨®n en esa direcci¨®n. Conocer c¨®mo perciben los ciudadanos la Ciencia hace que esta sea m¨¢s interactiva mejorando la comunicaci¨®n para influir m¨¢s en sus vidas. Jane Lubchenco, reciente ganadora del premio fronteras del conocimiento BBVA de ecolog¨ªa y biolog¨ªa de la conservaci¨®n, es un ejemplo ilustrativo. De ec¨®loga marina de gran prestigio cient¨ªfico pas¨® a ser elegida por Obama para un puesto de alta gesti¨®n: directora de la poderosa NOAA (Administraci¨®n Nacional para los Oc¨¦anos y la Atm¨®sfera). Hace poco contaba en una amena charla en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid sus t¨¢cticas para moverse por Washington entre la clase pol¨ªtica y para que los pol¨ªticos entendieran y tomaran en consideraci¨®n la informaci¨®n cient¨ªfica antes de tomar decisiones. Toda su estrategia se basaba en ampliar y mejorar la comunicaci¨®n.
Porque, quer¨¢moslo o no, en esta b¨²squeda de una ciencia compartida la percepci¨®n de esta y de los cient¨ªficos por parte de los ciudadanos es vital. Se percibe mejor lo que es nuevo o no formaba parte de la experiencia previa, porque la innovaci¨®n est¨¢ en la esencia de la I+D y porque los cambios entra?an promesas. Si hay nuevas terapias o tecnolog¨ªas ¨²tiles puede que pensemos de forma positiva en la Ciencia. Si no, tal vez no nos acordemos tanto de la Ciencia que subyace, pero es bueno recordarlo de vez en cuando para valorar su aportaci¨®n a la Sociedad. La comprensi¨®n de los mensajes cient¨ªficos es un escollo. Pero siempre hay una forma m¨¢s f¨¢cil de explicar una observaci¨®n, resultado o teor¨ªa cient¨ªficos, como de hecho se ha venido haciendo en nuestro pa¨ªs en la ¨²ltima d¨¦cada, gracias al trabajo de profesionales de la divulgaci¨®n y la comunicaci¨®n y a alg¨²n cient¨ªfico concienciado y voluntarioso.
Una forma inteligente de aprovechar la inquietud de muchas personas que no son cient¨ªficos de profesi¨®n es la llamada Ciencia Ciudadana (Citizen Science, Crowd Science) que consiste en externalizar una parte de las actividades de la investigaci¨®n cient¨ªfica a aficionados interesados. Estos pueden ser proveedores de datos, por ejemplo, en estudios ambientales y de cambio global, proporcionando observaciones sobre especies invasoras, ritmos estacionales de la floraci¨®n en las plantas (fenolog¨ªa), etc. Tambi¨¦n pueden ofrecer tiempo de computaci¨®n de sus equipos inform¨¢ticos para grandes proyectos o, los m¨¢s entusiastas y preparados, participar m¨¢s activamente en los proyectos. All for Science, Science for all es uno de los lemas que manejan (http://www.citizencyberscience.net/).
Y volviendo a nuestro pa¨ªs, a¨²n a riesgo de sonar demag¨®gico, no se me ocurre mejor ant¨ªdoto para contrarrestar nuestras deficiencias ¡®culturales¡¯ (ll¨¢mese envidia; escasa estima de la meritocracia; dificultad para pensar, discutir y trabajar en equipo; fatalismo, sobre todo aplicado a lo colectivo; etc.) que Ciencia ¨Cadem¨¢s de educaci¨®n y ¨¦tica¡ª en dosis generosas. Estas l¨ªneas no pretenden idealizar la Ciencia y menos la nuestra que, por m¨¢s que en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas haya vivido incrementos de calidad, productividad y visibilidad in¨¦ditos ¨Cy haya formado excelentes generaciones de cient¨ªficos j¨®venes-, sigue adoleciendo de defectos estructurales graves, algunos coincidentes con los de la educaci¨®n. Solo pretenden recordar lo que para muchos es obvio. Aunque manifiestamente mejorable en su estructura de funcionamiento, financiaci¨®n y comunicaci¨®n, la ciencia espa?ola est¨¢ amenazada muy seriamente, da?ada ya en su capital humano m¨¢s joven ¨Ccon consecuencias que ya est¨¢n condicionando su futuro¡ª y que el voluntarismo y dedicaci¨®n con el que siempre se han compensado tales carencias no alcanza ya para tanta disfunci¨®n.
Por esos cient¨ªficos j¨®venes, por la Sociedad entera, salven al CSIC para que funcione como un veh¨ªculo eficaz en pro de una sociedad con una Ciencia m¨¢s compartida y, por tanto, con m¨¢s futuro. Y ya por pedir¡, hagan Vds. un pacto por la Educaci¨®n y por la Ciencia. Las generaciones futuras se lo agradecer¨¢n. Y si todo esto les parece muy ut¨®pico, lean El Optimista Racional de Matt Ridley. Ayuda en estos tiempos¡
Gonzalo Nieto Feliner es profesor de investigaci¨®n del CSIC y director del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico (CSIC).
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