La muerte esperaba en el para¨ªso
El bi¨®logo Gonzalo Alonso lo dej¨® todo para irse a vivir con sus perros a un parque natural brasile?o. El domingo acab¨® asesinado en el lecho del r¨ªo que defend¨ªa de los extractores
Desde la casa que Gonzalo Alonso Hern¨¢ndez se construy¨® en la cumbre de un buc¨®lico cerro a 850 metros de alturase divisa una vista que corta el aliento. El mirador es una de las cotas m¨¢s altas que rodean un valle quebrado por el r¨ªo de las Piedras. Desde el precioso refugio construido con madera de eucalipto, cantos rodados y grandes cristaleras, Gonzalo pasaba largas horas contemplando el pico del Papagayo y, m¨¢s a la derecha, la piedra Chata, una cima de 1.380 metros a la que espor¨¢dicamente sub¨ªa en sus paseos por el parque natural de Cunhambebe. El bi¨®logo c¨¢ntabro, de 49 a?os, se calzaba unas botas de agua y se lanzaba diariamente a recorrer junto a sus tres perros (dos labradores y un pastor canadiense que responden a los nombres de Huck, Marmota y Scrappy) los senderos de este lugar id¨ªlico donde solo un anacoreta o un loco podr¨ªa vivir en casi total aislamiento. ?l lo consigui¨® hasta que alguien acab¨® con su vida de un disparo en la nuca el pasado domingo.
El bi¨®logo lleg¨® a Brasil en 1997 enviado por Telef¨®nica con la misi¨®n de desarrollar la filial de telefon¨ªa m¨®vil Vivo, donde ocup¨® un cargo ejecutivo en el ¨¢rea de investigaci¨®n y desarrollo. Durante los primeros a?os residi¨® en R¨ªo de Janeiro y con el paso del tiempo fue alimentando la ilusi¨®n de hacerse con un pedazo de tierra en alg¨²n lugar aislado adonde no llegara el estruendo de la ciudad. Compr¨® 3,6 hect¨¢reas en una zona de monta?a paradisiaca, a 40 kil¨®metros de la localidad costera de Angra dos Reis, con la suerte de que a?os m¨¢s tarde ser¨ªa declarada parque natural.
La primera vez que subi¨® a la cota m¨¢s alta de su peque?o dominio se prometi¨®, frente al pico del Papagayo, pasar all¨ª el resto de sus d¨ªas. La declaraci¨®n de intenciones se produjo poco antes de que en 2005 Telef¨®nica decidiera repatriarlo a Espa?a, a lo que se cerr¨® en banda forzando un despido que lo desvincul¨® definitivamente de la compa?¨ªa. Fue en ese momento cuando Gonzalo cerr¨® para siempre su apartamento de R¨ªo, subi¨® al monte y nunca m¨¢s baj¨®.
Alonso era ejecutivo de Telef¨®nica en Brasil. La empresa le propuso volver a Espa?a. ?l opt¨® por irse a vivir al monte
El bi¨®logo espa?ol estaba f¨ªsicamente en forma. Med¨ªa un 1,80 y pesaba 86 kilos en el momento de su muerte. De lunes a viernes viv¨ªa solo, con la ¨²nica compa?¨ªa de sus perros y de alguna visita espor¨¢dica. Casi todos los fines de semana, su compa?era, Mar¨ªa de Lourdes Pena Campos, de 48 a?os, recorr¨ªa los 160 kil¨®metros de carreteras que unen R¨ªo de Janeiro y la Finca del Monta?¨¦s (como Gonzalo llamaba a su propiedad en la intimidad) para estar con ¨¦l y descansar de su trabajo de consultora t¨¦cnica en un concesionario de coches de lujo.
Seg¨²n Lourdes, Gonzalo sol¨ªa despertarse a las 7.30 y le dedicaba dos largas horas al desayuno mientras escuchaba uno de sus programas de radio preferidos. Despu¨¦s sal¨ªa a pasear con los perros por los senderos cercanos y observaba el estado del campo, med¨ªa la altura de las aguas del r¨ªo de las Piedras, hac¨ªa fotos y tomaba notas. Cuando se cruzaba con cazadores furtivos o extractores de palmito salvaje no dudaba en plantarles cara y exigirles su salida inmediata de la zona.
Gonzalo era conocido por ser el flagelo de todo aquel que atentase contra la exuberante naturaleza del parque de Cunhambebe, que integra 38.000 hect¨¢reas de monta?as y bosque atl¨¢ntico. As¨ª, no era extra?o encontrarlo inmerso en una bronca con alg¨²n adicto a la motosierra o registrando fotos y v¨ªdeos de extractores de arena de r¨ªo en plena faena. Seg¨²n quienes lo conoc¨ªan, no pasaba una. ¡°Ten¨ªa una forma brusca y descontrolada de hablar con la gente si ve¨ªa algo que no le gustaba, pero aun as¨ª era una persona querida en la comunidad¡±, narra Jos¨¦ Amado Alves, uno de los dos vecinos que encontraron su cad¨¢ver el martes pasado. La religiosa Isa Mar¨ªa de Carvalho, ¨ªntima amiga de Gonzalo, a?ade: ¡°Se produc¨ªa a menudo un choque cultural. Gonzalo ven¨ªa de un mundo de personas bien instruidas y este es un entorno rural donde lo que abunda es la gente humilde y sin formaci¨®n. Si a esto le sumas sus maneras temperamentales de espa?ol que mucha gente no lograba entender, el conjunto provocaba frecuentes enfrentamientos con personas de la zona¡±. Lourdes, su compa?era, lo define como una persona ¡°rigurosa, ¨ªntegra, introspectiva, seria, puntual y cumplidora de sus deberes¡±.
Gonzalo pasaba buena parte del d¨ªa recluido en la casa del mirador (en la parte baja de la propiedad hay otra edificaci¨®n donde dorm¨ªa, cocinaba y desarrollaba buena parte de su rutina). All¨ª, ante las imponentes vistas, el bi¨®logo estudiaba diariamente un m¨¢ster impartido por la UNED, le¨ªa la prensa espa?ola en Internet y trabajaba en informes para la ONG Instituto Terra y la Secretar¨ªa de Medio Ambiente del Municipio de R¨ªo Claro.
El bi¨®logo plantaba cara a los cazadores furtivos o a los extractores de palmito salvaje o de arena del r¨ªo
El domingo pasado Gonzalo se despert¨® junto a Lourdes, desayun¨® una taza de caf¨¦ con leche y cereales, y fue a misa. Tras su paseo matutino, prepar¨® una paella que ambos despacharon con fruici¨®n a la hora del almuerzo. Despu¨¦s apur¨® un vasito de cacha?a a?eja (aguardiente de ca?a brasile?o) y se ech¨® una siesta. Por la tarde llev¨® a Lourdes a la terminal de autobuses de la vecina localidad Pira¨ª, donde ella embarc¨® rumbo a R¨ªo. All¨ª se despidieron por ¨²ltima vez con un beso.
En su todoterreno verde militar matr¨ªcula GAH-0204 (las letras y n¨²meros coinciden con su nombre y fecha de nacimiento) el activista regres¨® a la localidad de L¨ªdice, donde comienza el pedregoso y serpenteante camino de 9,5 kil¨®metros hasta su propiedad. All¨ª arriba el aislamiento es casi absoluto y el vecindario se reduce a una veintena de casas que salpican los montes cercanos.
A las 20.30 del domingo, Lourdes habl¨® por tel¨¦fono con su pareja por ¨²ltima vez. Aquella misma noche volvi¨® a llamarlo en varias ocasiones sin ¨¦xito y decidi¨® regresar apresuradamente a la casa el lunes por la tarde. El coche de Gonzalo estaba aparcado dentro de la propiedad. La casa permanec¨ªa cerrada y los cables de la luz y el tel¨¦fono estaban cortados. No fue necesario buscar muy lejos. Al d¨ªa siguiente, los hermanos Jos¨¦ Amado y Ad?o Alves encontraron el cuerpo inerte de Gonzalo a 15 metros del port¨®n que da acceso a su propiedad. El cad¨¢ver estaba sumergido a 40 cent¨ªmetros de profundidad en el r¨ªo de las Piedras bajo algunos cantos rodados y hojas de bananero. Seg¨²n las investigaciones preliminares, Gonzalo recibi¨® un ¨²nico disparo en la nuca.
El proyectil fue encontrado cerca del cuerpo. Su ordenador port¨¢til y su tel¨¦fono m¨®vil hab¨ªan desaparecido. Para el comisario de la Polic¨ªa Civil de R¨ªo Claro, Marco Antonio Alves, la primera hip¨®tesis para esclarecer el crimen es ¡°que sea una venganza, ya que se trataba una persona comprometida con la causa medioambiental, un individuo que protestaba y que se enfrentaba a algunas personas¡±. Oficialmente solo se le conoce una denuncia contra un grupo de extractores de arena del r¨ªo de las Piedras, el mismo bajo el que acab¨®.
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