¡°Somos una organizaci¨®n de voluntarios, no somos m¨¢rtires¡±
La ONG ces¨® el pasado mi¨¦rcoles todos sus programas en Somalia despu¨¦s de 22 a?os de actuaci¨®n en el pa¨ªs africano
Jos¨¦ Antonio Bastos se conecta a Internet para la entrevista en el ordenador de la oficina de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF), en Nairobi, capital de Kenia. Desde all¨ª se controlaba, hasta el martes pasado, la labor de la ONG en Somalia. Pero la organizaci¨®n ces¨® el mi¨¦rcoles todos sus programas en aquel pa¨ªs, en el que el m¨¦dico espa?ol ha trabajado varios a?os en diferentes etapas.
La escalada de violencia contra miembros de la organizaci¨®n responde al porqu¨¦ de esta decisi¨®n. En diciembre de 2011, sus dos compa?eros Philippe Havet y Adrias Karel fueron asesinados en un tiroteo en las propias oficinas de MSF en Mogadiscio. Un acontecimiento que abri¨® el debate de la retirada del pa¨ªs. ¡°Pero no pod¨ªamos hacerlo¡±, afirma Bastos. Dos cooperantes espa?olas, Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, hab¨ªan sido secuestradas en octubre de ese a?o. ¡°Si ellas no hubieran estado cautivas, nos habr¨ªamos retirado de Somalia antes. En cuanto fueron liberadas hace un mes, se mont¨® una discusi¨®n interna desgarradora¡±, asegura.
Lo primero que dijeron Thiebaut y Serra: "No salgamos de Somalia" Jos¨¦ Antonio Bastos, presidente de MSF Espa?a
Unos defend¨ªan permanecer en el pa¨ªs ¡°por deber moral¡±. Otros, que hab¨ªa que marcharse ante una situaci¨®n de riesgo ¡°inadmisible¡± que no era la primera vez que se produc¨ªa. Entre los partidarios de quedarse estaban, pese a sus 21 meses de sufrimiento, Serra y Thiebaut. ¡°Lo primero que dijeron al bajarse del avi¨®n fue: ¡®No nos vayamos de Somalia¡±, recuerda Bastos, presidente de MSF Espa?a, que compart¨ªa esa opini¨®n hasta que liberaron al culpable de la muerte de los compa?eros belgas solo tres meses despu¨¦s de su condena a 30 a?os de c¨¢rcel. ¡°Nadie protest¨®¡±, se queja.
En 1991 comenz¨® la guerra civil somal¨ª. Ese mismo a?o, la organizaci¨®n m¨¦dica acudi¨® al auxilio de los ciudadanos. Solo un a?o despu¨¦s, Bastos se traslad¨® a la frontera entre Kenia y Somalia para dar asistencia m¨¦dica a los refugiados en la zona. Entre 1994 y 1996 vivi¨® en Mogadiscio, la capital, donde actuaba como jefe. Los siguientes ocho a?os visit¨® con frecuencia y por temporadas el terreno como responsable de operaciones de emergencia.
La conexi¨®n no es buena y se corta varias veces. Las interferencias y la frialdad de una pantalla no son, sin embargo, suficiente impedimento para que llegue la imagen de Bastos, con el gesto entre triste e indignado. ¡°No nos han dejado otra alternativa¡±, repite agachando la cabeza. ¡°Aunque seamos una organizaci¨®n formada por voluntarios comprometidos, entusiastas, que asumimos riesgos para ayudar a otras personas en situaci¨®n dif¨ªcil, no somos m¨¢rtires. Respetamos la vida humana, pero tambi¨¦n las nuestras¡±, justifica.
El mi¨¦rcoles pasado, el dirigente de la delegaci¨®n espa?ola acompa?aba en la mesa al presidente internacional de la entidad, Unni Karunakara, en el momento en el que este anunciaba la salida de la ONG del pa¨ªs africano despu¨¦s de 22 a?os. Una decisi¨®n acordada por todas las secciones de la entidad en el mundo. Solo hay un precedente de una retirada como esta: se produjo en 2004 cuando M¨¦dicos sin Fronteras se march¨® de Afganist¨¢n por los mismos motivos: la situaci¨®n de inseguridad de su personal era extrema.
La quincena de expatriados ¡ªtres equipos de unas cinco personas¡ª que quedaban en Somalia se han marchado en las ¨²ltimas semanas, la mayor¨ªa la pasada, ¡°sin llamar la atenci¨®n y con mucha precauci¨®n. Cuando hicimos el anuncio no quedaba all¨ª nadie, hubiera sido peligroso¡±, confirma Bastos. En 2011 llegaron a ser 70 trabajadores internacionales, como respuesta a la hambruna que se produjo en ese pa¨ªs. Pero desde el asesinato de los cooperantes belgas, esa cifra no hab¨ªa dejado de descender.
Atr¨¢s dejan los ocho hospitales en los que trabajaban, los nueve distritos en los que dispon¨ªan de consultas de atenci¨®n primaria y programas contra la desnutrici¨®n, el c¨®lera, la malaria, la tuberculosis o la mortalidad materna en un pa¨ªs en el que 1.000 de cada 100.000 mujeres fallecen al dar a luz. ¡°Las instalaciones de MSF pasar¨¢n a manos de l¨ªderes locales, que no sabr¨¢n c¨®mo gestionarlas, u otras ONG¡±, anuncia Bastos con la voz quebrada. Solo en 2012, la organizaci¨®n atendi¨® a m¨¢s de 624.000 pacientes y puso 58.620 vacunas.
La desconfianza de los grupos armados imped¨ªa que vacun¨¢semos Jos¨¦ Antonio Bastos, presidente de MSF Espa?a
El a?o pasado, MSF invirti¨® 25 millones de euros en distintos programas en aquel pa¨ªs. Los fondos han ido creciendo a la par que los problemas. ¡°La situaci¨®n all¨ª es dram¨¢tica. La polio est¨¢ haciendo estragos aunque est¨¢ erradicada pr¨¢cticamente en el mundo. Pero la desconfianza de los grupos armados imped¨ªa que vacun¨¢semos con normalidad¡±, lamenta.
En aquel pa¨ªs devastado, ¡°con edificios agujereados por dos d¨¦cadas de guerra¡±, recuerda el m¨¦dico espa?ol, se quedan tambi¨¦n m¨¢s de 1.500 compa?eros, empleados somal¨ªes, cuyos contratos con la organizaci¨®n quedar¨¢n extinguidos. A los responsables en el terreno se les inform¨® pocas horas antes que a la prensa del cese de actividad, en reuniones y con videoconferencias. ¡°Entendieron los motivos aunque les est¨¢bamos diciendo que perd¨ªan su trabajo¡±, asegura Bastos que estuvo presente. Se les pagar¨¢ su correspondiente indemnizaci¨®n y MSF les ayudar¨¢ para que encuentren otro empleo o intentar¨¢ reubicarlos.
¡°Ellos tambi¨¦n han asumido riesgos y han sido asesinados¡±. Y ahora, ?corren alg¨²n peligro? ¡°No lo creemos, aunque estaremos atentos. Lo que s¨ª hemos hecho es darles instrucciones para que si se producen saqueos de nuestras instalaciones, no intenten pararlos, que no se arriesguen¡±. Ya nadie se lavar¨¢ con el agua sacada de un pozo en la central de MSF en Mogadiscio antes de acudir al hospital en un pa¨ªs que tiene que curar muchas enfermedades comunes y una muy grave: la guerra.
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