El periodista humilde
La mejor lecci¨®n que nos ha transmitido Jes¨²s de la Serna a sus innumerables alumnos ha sido la de la humildad
En la primera conversaci¨®n que tuve con Juan Luis Cebri¨¢n cuando fui nombrado director de EL PA?S, mi antecesor me dio una serie de consejos. Uno de los m¨¢s valiosos fue: ¡°Ten siempre cerca a Jes¨²s de la Serna. Cuando no sepas qu¨¦ hacer, preg¨²ntale¡±. As¨ª se inici¨®, desde finales de los a?os ochenta, una fecund¨ªsima colaboraci¨®n con uno de los pocos maestros reales (?c¨®mo abominar¨ªa Jes¨²s de este calificativo aplicado a ¨¦l, siendo tan cierto!) del periodismo que ha tenido nuestra generaci¨®n. Primero en el peri¨®dico y luego en la Escuela de Periodismo UAM/EL PA?S (de la que ¨¦l fue uno de los creadores) siempre procur¨¦, por propio ego¨ªsmo, estar a su lado, beneficiarme de su sabidur¨ªa y experiencia, escucharlo, apoyarme en ¨¦l; mi despacho, siempre al lado del suyo.
As¨ª naci¨® una relaci¨®n profesional de m¨¢s de un cuarto de siglo (antes hab¨ªa sido mi director en Informaciones, pero aquel contacto fue, l¨®gicamente, m¨¢s distante) que devino poco a poco en amistad, aumentada por el hecho de nuestra presencia en Cantabria (Ontoria, donde ten¨ªa su casa, era su ¡°¨²tero materno¡±), donde nos ve¨ªamos todos los veranos, excepto este ¨²ltimo, en el que ya su debilidad extrema no le permiti¨® estar.
Maestro y amigo: casi nada. Cuando ahora, de sopet¨®n, pienso cu¨¢l ha sido la mejor lecci¨®n que nos ha transmitido Jes¨²s de la Serna a sus innumerables alumnos, de la vida, del peri¨®dico y de la Escuela de Periodismo (donde dio clases hasta su jubilaci¨®n real hace tres o cuatro a?os), creo que ha sido la de la humildad. Era grande y humilde al mismo tiempo. Todav¨ªa hizo gala de esa extrema humildad antes del verano, cuando los cuatro directores de EL PA?S, tan deudores de su persona y de su obra, fuimos a entregarle el Premio Ortega y Gasset de Periodismo a una trayectoria. Preguntado una vez por qu¨¦ en tan larga vida period¨ªstica hab¨ªa firmado tan poco y casi siempre estaba en las bambalinas de los peri¨®dicos, respondi¨®: ¡°Siendo nieto de Concha Espina e hijo de V¨ªctor de la Serna no puedo permitirme el lujo de escribir muchas tonter¨ªas¡±. No le gustaban nada los pavos reales de nuestro oficio, aquellos que en los momentos de esplendor ¡°se creen reyes o dioses¡±. En la Escuela de Periodismo dec¨ªa el primer d¨ªa a los reci¨¦n llegados que el periodismo no se ense?a pero s¨ª se aprende; que el buen periodista tiene tres virtudes, trabajo, sentido com¨²n y salud, y coincidi¨® en varios talleres con Garc¨ªa M¨¢rquez en que ¨¦ste es el mejor oficio del mundo.
En los ¨²ltimos tiempos, dependiente de una bombona de ox¨ªgeno, De la Serna ya no sal¨ªa de casa. Hasta los pen¨²ltimos tiempos segu¨ªa leyendo todos los peri¨®dicos en papel y si EL PA?S hubiera querido un auditor diario de sus contenidos lo hubiera podido tener en Jes¨²s, que lo devoraba con exhaustividad. Durante los ¨²ltimos meses, debilitada ya su vista, aprendi¨® las virtudes de la tableta digital, en la que le¨ªa los peri¨®dicos y los libros que le bajaban sus hijos y sus nietos, aumentando el tama?o de la letra. A los interlocutores que le visitaban con asiduidad les contaba dos pesadillas recurrentes. Una, le hab¨ªa acompa?ado toda la vida: era el director de un peri¨®dico y daba la orden al jefe de talleres de empezar a imprimirlo sin tener primera p¨¢gina. La segunda, m¨¢s dolorosa y que le martirizaba: que a consecuencia de la crisis, EL PA?S desaparec¨ªa, como lo hab¨ªan hecho Pueblo e Informaciones.
Jes¨²s de la Serna, hijo, hermano, padre y marido de periodistas, ha muerto rodeado de los suyos. Consciente hasta el ¨²ltimo momento, sab¨ªa que una buena parte de lo que hab¨ªa sido y de la buena vida que hab¨ªa tenido, se lo deb¨ªa a Pura Ramos, su mujer, periodista en activo, que tanto lo ha protegido hasta el final. Siento un gran orgullo por haber podido conocerlo y acompa?arlo en el ¨²ltimo cuarto de siglo de su vida. Hace unos meses encarg¨® a su hijo Diego (periodista) que arreglase su vieja m¨¢quina de escribir Underwood, de m¨¢s de un siglo de existencia, que le acompa?¨® de un despacho a otro, y me la regal¨®. Emocionado, la tengo en un lugar preferente en mi casa, muy presente, para que no se me olvide nunca lo que me ense?¨®. Ojal¨¢ haya aprendido algo de ¨¦l.
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