Liderazgos heredados
D¨ªaz, Botella, Gonz¨¢lez y Fabra ocupan los puestos cedidos por sus mentores Tienen total legitimidad democr¨¢tica, pero menos complicidad con los electores
En mayo de 2011, a punto de lograr, una vez m¨¢s, la mayor¨ªa absoluta para regir el Ayuntamiento de Madrid, Alberto Ruiz-Gallard¨®n pregonaba su intenci¨®n de responder a las expectativas ciudadanas y afrontar los nuevos retos de la ciudad desde la alcald¨ªa. As¨ª lo corroboraba en una entrevista concedida a este peri¨®dico:
¡ªCasi el 50% de encuestados por EL PA?S cree que se ir¨¢ antes de agotar el mandato. ?Se compromete a quedarse?
¡ª(...) El presidente de mi partido me ha encargado la gesti¨®n de la pol¨ªtica en Madrid y no tengo otro proyecto.
¡ªEntonces, ?s¨ª la agotar¨¢?
¡ªEsa es absolutamente mi previsi¨®n. (...) No creo que hubiese ning¨²n puesto en el Gobierno de Espa?a que me produjese m¨¢s satisfacci¨®n que este.
Apenas seis meses despu¨¦s, Ruiz-Gallard¨®n abandonaba el Ayuntamiento para ser ministro de Justicia y Ana Botella, segunda de la lista y vicealcaldesa, tomaba el relevo y pasaba a ser el blanco de las cr¨ªticas de un amplio sector social que considera que nunca fue votada como alcaldesa.
En marzo de 2012, unos d¨ªas antes de las elecciones andaluzas y con las encuestas en contra, Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n, presidente de la Junta y secretario general del PSOE andaluz, tambi¨¦n dec¨ªa no tener otros planes m¨¢s que seguir en sus puestos.
¡ª?Aspirar¨¢ a seguir como secretario del PSOE andaluz pase lo que pase el 25-M?
¡ªEn principio, no tengo otra intenci¨®n.
A?o y medio despu¨¦s, Gri?¨¢n ya ha dejado la presidencia de la Junta alegando razones personales y ha acelerado su abandono de la secretar¨ªa del partido en Andaluc¨ªa para dejar, en definitiva, sus dos cargos en manos de su segunda de a bordo, Susana D¨ªaz, presidenta de la Junta de Andaluc¨ªa desde principios de septiembre y cuyo m¨¦rito fundamental, seg¨²n las cr¨®nicas period¨ªsticas, es el de controlar f¨¦rreamente a su partido.
Ana Botella, Susana D¨ªaz, Alberto Fabra (presidente de la Generalitat Valenciana) e Ignacio Gonz¨¢lez (presidente de la Comunidad de Madrid) son los cuatro exponentes m¨¢s conocidos del momento que cargan el estigma de haber llegado a la c¨²spide pol¨ªtica por herencia de sus mentores en vez de por el voto directo como cabezas de lista de sus formaciones pol¨ªticas. Es un estigma poco justificado desde el punto de vista formal en una democracia parlamentaria como la espa?ola en la que los votantes no eligen a los candidatos, sino listas de partidos cerradas y bloqueadas. Como recuerda el polit¨®logo C¨¦sar Molinas, formalmente, el nombramiento de estos herederos es democr¨¢ticamente irreprochable por cuanto son designados por sus parlamentos o sus plenos municipales. ?Por qu¨¦, entonces, tanta incomodidad por parte de un sector importante de los electores?
El candidato que renuncia al cargo rompe su contrato con los votantes
Jos¨¦ Antonio G¨®mez Y¨¢?ez, soci¨®logo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, cree que ese sentimiento tan negativo responde a una deriva perversa de los sistemas presidencialistas que se han impuesto en Espa?a y que la forma en que los partidos confeccionan las listas ¡ªsin primarias y por cooptaci¨®n en las c¨²pulas de los partidos¡ª induce a pensar que estas son manifiestamente mejorables, especialmente en los segundos y terceros escalones.
Pero hay un segundo componente, claramente reflejado en las declaraciones que inician este texto de Gallard¨®n y Gri?¨¢n: la ruptura del contrato del candidato con aquellos que le eligieron. El voto, cree G¨®mez Y¨¢?ez, no es gratuito y tiene para el votante un alto coste emocional. La gente medita bien su voto y siente una identificaci¨®n con aquellos a los que vota. Que el l¨ªder d¨¦ despu¨¦s la espantada no se perdona tan f¨¢cilmente.
Esta teor¨ªa afecta muy especialmente a los partidos cuando est¨¢n en la oposici¨®n. Puede que en Madrid el PSOE siga pagando la factura de aquellos que huyeron porque no quisieron trabajar desde el duro banco opositor, como Trinidad Jim¨¦nez primero y Miguel Sebasti¨¢n despu¨¦s.
Pero ello no explica que los que se quedan, los que ocupan el lugar del l¨ªder, tengan que arrostrar con la losa de la presunta ilegitimidad de sus mandatos, lo que solo es solventado en ocasiones con unas elecciones que les confirmen en sus puestos, un proceso que algunos herederos nunca superan. Ah¨ª est¨¢n, por ejemplo, los casos de Gordon Brown en el Reino Unido o de Mario Monti en Italia. Conviene recordar que el actual salvador de Italia es Enrico Letta, n¨²mero dos del Partido Democr¨¢tico, que ha accedido al poder tras la dimisi¨®n de Pier Luigi Bersani.
Molinas insiste en que es poco democr¨¢tico cuestionar la legitimidad de los herederos, pero Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, soci¨®logo y exministro de Felipe Gonz¨¢lez, tiene una explicaci¨®n bien distinta sobre el rechazo que generan. ¡°Los segundones se caracterizan por desarrollar una carrera implacable en la que se han quitado de en medio a todos los rivales. A veces son indocumentados cuyo m¨¦rito es estar a la sombra con el cuchillo bien afilado. No cuentan con gran respaldo popular y sus estrategias son org¨¢nicas. Susana D¨ªaz tiene el mismo perfil que Jos¨¦ Acosta [hist¨®rico dirigente del PSOE de Madrid y diputado durante ocho legislaturas, de 1979 a 2008]¡±.
Esa sensaci¨®n de que el segundo es peor que el original refleja un sentimiento muy espa?ol, como dice G¨®mez Y¨¢?ez, aunque no siempre se confirme. La historia est¨¢ repleta de herederos ilustres que han hecho historia, como el propio Gordon Brown, que brillaba con luz propia frente a Tony Blair, Winston Churchill, que accedi¨® a Downing Street por la imposibilidad de Neville Chamberlain de formar gobierno, de Georges Pompidou, que sustituy¨® a Charles de Gaulle, o, ya de vuelta en Espa?a, de Manuel Aza?a, presidente del Gobierno por dimisi¨®n de Niceto Alcal¨¢-Zamora, o de Pasqual Maragall, que sucedi¨® en la alcald¨ªa barcelonesa a Narc¨ªs Serra cuando este entr¨® en el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez en 1982, y que fue reelegido por sufragio hasta en cuatro comicios locales y, finalmente, accedi¨® como cabeza de lista a la presidencia de la Generalitat de Catalunya.
En efecto, no siempre el segundo es peor que el primero. Es una percepci¨®n que no se tiene, por ejemplo, sobre Alberto Fabra en Valencia, que sustituy¨® a Francisco Camps, salpicado por la trama G¨¹rtel. Sin embargo, y a pesar de que las normas se cumplan de manera escrupulosa, hay razones objetivas, al margen de los nombres, para desconfiar de tanta herencia. A veces depende fundamentalmente de las razones por las que el l¨ªder abandon¨®. Elisa de la Nuez, abogada del Estado, cree que, para empezar, habr¨ªa que distinguir entre instituciones. ¡°En el caso de los alcaldes me parece un fraude m¨¢s llamativo. Es verdad que la gente vota listas, pero todos sabemos que en las municipales se vota claramente a un alcalde¡±. Para la diputada de Uni¨®n Progreso y Democracia, Irene Lozano, una cosa son los mecanismos para evitar los vac¨ªos de poder en caso de situaci¨®n inesperada que obligue al l¨ªder a retirarse y otra distinta algunos movimientos estrat¨¦gicos, meras ¡°maniobras para mantener ese poder¡±, realizadas ¨²nica y exclusivamente en inter¨¦s de la formaci¨®n pol¨ªtica. ¡°Se sab¨ªa que Gallard¨®n dejar¨ªa la alcald¨ªa y que Ana Botella perder¨ªa unas elecciones. De ah¨ª la jugada. El caso de Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid es m¨¢s dudoso, pero no el de Susana D¨ªaz, a la que se le regalan ahora unos a?os de visibilidad en las instituciones para que el partido siga ganando en Andaluc¨ªa en vez de jug¨¢rsela desde cero. Imposible evitar la sensaci¨®n de apa?o¡±. De la Nuez concluye: ¡°Los partidos disponen a su gusto independientemente de lo que deseen los votantes. Es parte de la degradaci¨®n de la pol¨ªtica¡±.
UPyD aboga por listas desbloqueadas para que los votantes puedan mostrar sus preferencias otorgando a los m¨¢s votados mayor legitimidad. Es una propuesta sobre la que el exministro Maravall es esc¨¦ptico. ¡°En el Senado, los m¨¢s votados son aquellos cuyo apellido est¨¢ de los primeros por orden alfab¨¦tico. La gente no tiene paciencia de leer las listas completas¡±.
Churchill, Pompidou o Aza?a brillaron con luz propia pese a ir como segundos
La gente, en efecto, necesita caras, personajes con los que identificarse. Y el votante no tiene tiempo para realizar un balance sosegado sobre los programas electorales, como explica Samuel L. Popkin en su libro The reasoning voter (El razonamiento del elector). Toma atajos para decidirse y, para ello, selecciona ciertas caracter¨ªsticas, entre las que est¨¢n la personalidad del l¨ªder. La capacidad de persuasi¨®n e incluso de seducci¨®n del cabeza de lista es, a veces, vital. ¡°Era el caso evidente de Felipe Gonz¨¢lez¡±, explica un experto en campa?as electorales que tambi¨¦n considera a Jordi Pujol una m¨¢quina de ganar.
No solo pesa la influencia americana ¡ªun sistema presidencialista¡ª en las campa?as electorales espa?olas. Todo depende del l¨ªder en cuesti¨®n o del valor que su partido le otorgue. As¨ª, mientras el PSOE apost¨® en 2008 por la ceja de Zapatero, el PP mantuvo su apuesta por la marca del partido en vez de por el perfil de Rajoy.
El problema de las herencias pol¨ªticas es que estas generan un movimiento de ficha de domin¨®. Puede que Alberto Fabra supere con creces a Francisco Camps, pero aquel a su vez dej¨® la alcald¨ªa de Castell¨®n a su fiel amigo Alfonso Bataller, n¨²mero cinco en la lista de la ciudad, un hombre que lleg¨® a tan alto puesto derribando a los que le preced¨ªan en la lista y que ahora se aferra a la alcald¨ªa a pesar de estar imputado en el caso G¨¹rtel y del vac¨ªo al que incluso le someten sus correligionarios.
A Ignacio Gonz¨¢lez, presidente de la Comunidad de Madrid por abandono de Esperanza Aguirre, no se le conocen delfines todav¨ªa. La suya es una gran inc¨®gnita, como la de Bataller, Botella, D¨ªaz o Fabra. Mano derecha de Aguirre durante a?os, ha sido el eterno segundo hasta ahora tanto en el Ayuntamiento de Madrid, como en la Comunidad, como en los ministerios por los que ha pasado.
?Revalidar¨¢n sus cargos una vez solos en el ruedo o volver¨¢n a casa derrotados por las urnas a pesar del enorme apoyo que supieron recaudar de sus brillantes mentores? Est¨¢ por ver.
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