¡°Hay leyes que pretenden asustar a los ciudadanos¡±
El periodista y activista de la ecolog¨ªa desde los 17 a?os edita un libro en el que habla de la represi¨®n a los movimientos sociales
Will Potter (Texas, EE UU, 1980) lleva desde los 17 a?os escribiendo en peri¨®dicos y participando en diferentes campa?as de movimientos ecologistas y animalistas. As¨ª que cuando se le pregunta si se considera periodista, activista o ambos, se lo piensa un poco, como si le costara definirse. Responde que es leal a su trabajo de reportero, pero enseguida la conversaci¨®n discurre hacia si existe o no la objetividad en este oficio. ¡°No la hay. Todos los periodistas tienen un punto de vista y todas las historias lo reflejan en lo que elegimos: con qui¨¦n hablamos, c¨®mo les citamos... Pero eso no quiere decir que no debamos ser imparciales y precisos¡±. A?ade que su activismo le ha hecho ser incluso m¨¢s cr¨ªtico consigo mismo, a no dejar que sus sentimientos como ciudadano nublen su juicio period¨ªstico.
Porque Potter se dedica a denunciar algo que afecta a la esencia de la ciudadan¨ªa: la creciente criminalizaci¨®n de los movimientos sociales de protesta en Estados Unidos. Potter llega a Madrid a presentar su primer libro en plena pol¨¦mica por la Ley de Seguridad Ciudadana. Est¨¢ bastante bien informado. Sabe que prev¨¦ multas ¡°escandalosas¡± por cosas como manifestarse sin permiso cerca del Congreso, o participar en un escrache. ¡°Creo que la intenci¨®n de una norma como esa es asustar a la gente. Tanto si se aprueba como si no, y espero que no, ya est¨¢ intimidando a los activistas con los que he hablado. Se sienten amenazados. Como periodista, me preocupa que los ciudadanos se lo tengan que pensar dos veces antes de ejercer sus derechos¡±, afirma.
En Los verdes somos los nuevos rojos (Plaza y Vald¨¦s), reci¨¦n editado en Espa?a, Potter relata que el FBI aplica t¨¢cticas y recursos antiterroristas pos 11-S contra los movimientos ecologistas y de derechos de los animales. Denuncia que los tribunales est¨¢n condenando a activistas no violentos a penas de c¨¢rcel desproporcionadas ¡ªmenciona, por ejemplo, que se ha llegado a considerar la escritura de esl¨®ganes con tiza en una acera como terrorismo¡ª y que todo ello forma parte de una estrategia de intimidaci¨®n para acallar las protestas.
La central de Callao. Madrid
- Un caf¨¦ solo.
- Un t¨¦ verde
Total: cortes¨ªa de la editorial
¡°Me preocupa lo similares que son estas t¨¢cticas en el resto del mundo¡±, reflexiona. Las compara, y de ah¨ª el t¨ªtulo del libro, con el red scare, el temor rojo de anticomunismo delirante que lider¨® el senador McCarthy tras la II Guerra Mundial. Al decirle que en Europa no nos imaginamos que se pueda acusar de terrorismo a un activista que reparte folletos, Potter sonr¨ªe. ¡°Estas t¨¢cticas que buscan evitar que la ciudadan¨ªa proteste se est¨¢n extendiendo¡±, avisa. D¨ªas despu¨¦s de tomar caf¨¦ con ¨¦l se conoce la sentencia del tartazo: dos a?os de c¨¢rcel por atentado contra la autoridad para tres activistas anti alta velocidad que lanzaron pasteles a la entonces presidenta de Navarra, Yolanda Barcina.
El lenguaje es clave en el proceso de ¡°represi¨®n¡± o ¡°acoso¡± del que habla Potter. ¡°La palabra ecoterrorismo la inventaron las grandes empresas. Empez¨® us¨¢ndose para hablar de actos ilegales como incendiar edificios, pero ha pasado a emplearse ¡ªtambi¨¦n en los medios, que no se lo cuestionan¡ª para calificar a organizaciones ecologistas convencionales. Al final, pr¨¢cticas que eran extremas se acaban considerando normales, la gente se acostumbra¡±. ?Y funciona? ¡°Durante muchos a?os el miedo dio resultado. El movimiento ecologista fue en parte silenciado. Pero ahora vuelve a resurgir¡±.
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