¡°El dolor no borr¨® la carcajada de Frida Kahlo¡±
La pintora ha usado la casa de la m¨ªtica artista mexicana para retratarla
Esta joven pintora venezolana de 37 a?os se llama Unda Souki y tiene la memoria reciente de tantos sabores (Venezuela, Brasil, donde vive, M¨¦xico, donde ha convivido con la memoria de Frida Kahlo) que produce rubor invitarla a desayunar cruasanes cuando en los sitios de donde procede ahora ya comen pimientos con carne y huevos rancheros.
Pero as¨ª es la vida; ella est¨¢ exponiendo en el Instituto Franc¨¦s el resultado pict¨®rico de su atenta mirada sobre la casa (y la vida) de la m¨¢s misteriosa de las mujeres de la pintura en el siglo XX, Frida Kahlo, que vivi¨® con el m¨ªtico Diego Rivera y que construy¨® una personalidad que ha fascinado a Unda.
Unda es un apellido; viene, remotamente, de antepasados vascos; un cura de ese apellido firm¨® la independencia venezolana. Su colecci¨®n de retratos ¡°de la intimidad de Frida¡± se inaugur¨® este martes en ese pie cultural de Francia en Madrid y por la noche ya se hab¨ªa vendido la mitad. ?Y eso? Alan Fohr, el consejero cultural, fue el primer comprador de Unda, se fascin¨® con ella hace un tiempo. Ha venido un coleccionista de Suiza, expresamente. ¡°Es como mi mecenas¡±, dice la pintora.
Instituto Franc¨¦s. Madrid
- Dos cruasanes: 1,60 euros.
- Dos caf¨¦s: 2,50.
- Una botella de agua: 1,90.
No es la primera vez que ella se introduce en una casa para pintar la vida de un artista. ¡°Mi padre, arquitecto, lleg¨® de un viaje a Espa?a, en 1977, fascinado con la casa de Lorca. Su arquitectura, su interior. Me contagi¨® ese rapto. En 2009 fui a Valderrubio; me miraron los ancianos como a una extraterrestre, hasta que di con el guardi¨¢n de la casa, Pepe del Amor. ¡®?Qu¨¦ quiere?¡¯. ¡®Ver por dentro la casa de Lorca¡¯. ¡®Ah, Federico¡¯. Se ilumin¨® su cara¡±. Y a ella se le ilumin¨® el alma. ¡°Fue un momento m¨¢gico. All¨ª estaba la huella del Lorca m¨¢s campestre... Aquel espacio ¨ªntimo era la reconstrucci¨®n de su identidad: las sillas, los objetos...¡±.
El universo de Frida, aquella casa que fue rosa, sepia y blanca, y que luego fue azul, cuando en ella entr¨® la tristeza, est¨¢ en los cuadros de Unda Souki, como si la artista estuviera a¨²n. ¡°Fue siempre alegre; el dolor de sus enfermedades nunca interrumpi¨® su carcajada..., hasta que le amputaron la pierna; esos dos a?os de hospital, 1951, 1952, le cambiaron el ¨¢nimo; la morfina ya pas¨® a ser parte de su cuerpo¡±.
Pero ah¨ª, en la atm¨®sfera de la casa, y en el museo ahora, est¨¢ lo que pinta esta venezolana que picotea el cruas¨¢n con el detenimiento con que pinta. ¡°Sus juguetes, su casa de mu?ecas, sus marionetas, sus teatros...¡±. Bueno, y la comida. ¡°Ah, s¨ª, hay mucha. Guadalupe Rivera, la hija del muralista que fue su marido, hizo un calendario con sus comidas favoritas. Esa comida de tanto color. ?Y sabes qui¨¦n ense?¨® a cocinar a Frida? Lupe, la primera mujer de Diego, que se llevaba estupendamente con ella. ?Lupe le ense?¨® a cocinar lo que le gustaba a Diego!¡±. ?Le parece, Undo, que Frida en realidad quiso vivir en una casa de mu?ecas? ¡°Ella viv¨ªa en una casa de mu?ecas¡±.
Se acab¨® el cruas¨¢n. Y ella se volvi¨® a la exposici¨®n, que est¨¢ abierta en el Instituto Franc¨¦s, justo donde desayunamos tan frugalmente hablando de la exuberancia de Federico y de Frida. ¡°Ah¡±, dice, ¡°un d¨ªa dibuj¨¦ un mel¨®n en un cuadro sobre la casa de Federico. Y luego supe que ese era a veces su desayuno¡±.
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