Sancionado por indecoroso, se?or¨ªa
Gallard¨®n ofende a funcionarios y secretarios judiciales al exigirles por ley correcci¨®n en el vestir Los c¨®digos laborales han evolucionado del traje y corbata a la diversidad en funci¨®n del sector
Dicen que una buena capa todo lo tapa. Y si es una buena toga negra de alpaca, con sus mangas abullonadas, sus solapas satinadas y sus faldones hasta los tobillos, ya puede ir uno de trapillo debajo, que por fuera transmite el empaque y la solemnidad que se les supone a los profesionales de la Justicia. O no. Al ministro Alberto Ruiz-Gallard¨®n parece que no le basta. Al menos, no en el caso de los secretarios judiciales.
Estos altos empleados p¨²blicos, pertenecientes al grupo A1, con rango de autoridad, tratamiento de ¡°se?or¨ªa¡± y el deber del uso de la toga en sala estar¨¢n obligados, como el resto de funcionarios de la Administraci¨®n de Justicia, a ¡°vestir y comportarse con el decoro adecuado a la funci¨®n que desempe?an¡±. As¨ª lo estipula el anteproyecto de Ley Org¨¢nica del Poder Judicial, aprobado el pasado 4 de abril por el Consejo de Ministros, y que establece tambi¨¦n la correspondiente sanci¨®n ¡ªdesde el apercibimiento a una multa de hasta 600 euros¡ª por falta leve para aquellos que los incumplan. El texto, sin embargo, no estipula nada respecto al vestuario de jueces y fiscales. A lo que se ve, a ellos el decoro en el vestir se les supone.
La novedad ¡ªhasta ahora no hab¨ªa nada escrito al respecto¡ª ha provocado primero la incredulidad, y despu¨¦s la indignaci¨®n de los colectivos afectados. Tanto los secretarios judiciales como los funcionarios de Justicia se declaran ¡°ofendidos¡±. Profesional y hasta personalmente.
¡°Nos est¨¢n faltando al respeto¡±, estima Carlos Arcal, de 50 a?os, secretario del juzgado de primera instancia n¨²mero 17 de Zaragoza y portavoz de la Uni¨®n Progresista de Secretarios Judiciales. ¡°Presidimos subastas, se?alamos vistas, dirigimos oficinas judiciales. Tenemos un prestigio ganado a pulso, y esta ocurrencia lo tira por tierra. Nos obliga a vestir con decoro, como si necesit¨¢ramos que nos lo recordaran y como si a alguien se le ocurriera venir a trabajar en traje de ba?o. Lo que se trasluce es la visi¨®n trasnochada, rancia, decimon¨®nica de la Justicia que tiene este ministro. El mismo concepto decoro es de otra ¨¦poca. Parece como si Gallard¨®n viviera en una realidad paralela. Adem¨¢s, resulta doblemente ofensivo cuando no le pide lo mismo a jueces y fiscales, como si, ellos s¨ª, estuvieran por encima del bien y del mal¡±.
"El problema es qui¨¦n decide lo que est¨¢ bien o no", dice el fil¨®sofo Gom¨¢
Los funcionarios rasos de Justicia, aquellos que atienden a los ciudadanos en los juzgados y gestionan las oficinas judiciales, no est¨¢n menos indignados. ¡°Esos art¨ªculos son injustos, innecesarios y destilan cierta mala leche del Ejecutivo con los empleados p¨²blicos¡±, corrobora Francisco Lama, funcionario del Cuerpo General y portavoz de Justicia del sindicato CSIF. ¡°Se pone en tela de juicio el decoro de todos los funcionarios, menos de jueces y fiscales. Yo he estado sentado al lado de Gallard¨®n en una mesa y voy igual de decoroso que ¨¦l, o m¨¢s. ?O es que ahora el decoro reside en llevar corbata?¡±, espeta este profesional de mediana edad que acude a su trabajo ¡°c¨®moda, correcta y decorosamente¡± vestido con vaqueros, camisas, jers¨¦is y chaquetas m¨¢s o menos formales, dependiendo de la agenda, del tiempo y de su gusto personal.
Ram¨®n ?lvarez, responsable de la secci¨®n de Justicia de Comisiones Obreras y funcionario con d¨¦cadas de servicio, no conoce un solo caso de quejas de ciudadanos acerca del aspecto o la indumentaria de las personas que les atienden en los juzgados. ¡°Con esta medida, el ministro Gallard¨®n demuestra su clasismo y sus prejuicios¡±, opina. ¡°Que defina lo que es ir indecoroso dentro y fuera de la sala de vistas. Porque, adem¨¢s, en la sala, los actores del acto de justicia llevan toga. Hay hasta un escal¨®n, la tarima, un protocolo y una escenograf¨ªa que establece claramente qui¨¦n es qui¨¦n. Lo dem¨¢s son ganas de remarcar las clases en los juzgados y de establecer unas etiquetas ya superadas por la realidad¡±, a?ade.
En el Ministerio de Justicia se muestran sorprendidos por la reacci¨®n a este art¨ªculo del anteproyecto que, seg¨²n se?ala un portavoz, ya estaba previsto en el informe que present¨® la Comisi¨®n de Expertos reunida por el ministerio el 25 de febrero de 2013, y que lleva colgado en su web desde entonces. ¡°Se han celebrado muchos debates y nadie hab¨ªa planteado ninguna alegaci¨®n¡±, se?alan. ¡°En cualquier caso¡±, a?aden, ¡°lo ¨²nico que se pretend¨ªa con esta norma es no salirse de los usos sociales¡±.
Ocurre, sin embargo, que los usos sociales han cambiado. ?Es hoy el decoro lo mismo que en el siglo pasado, por no ir muy lejos? ?Qui¨¦n establece lo que es decoroso y lo que no a la hora de vestir en el trabajo? El fil¨®sofo y letrado del Consejo de Estado Javier Gom¨¢, autor de La ejemplaridad p¨²blica (Taurus), recuerda que el concepto decoroviene del lat¨ªn decorum, utilizado por Cicer¨®n ya en el siglo I antes de Cristo.
No hay quejas de ciudadanos por la indumentaria de los trabajadores
¡°Era la premisa por la cual los personajes de una obra de teatro ten¨ªan que vestir y actuar seg¨²n las caracter¨ªsticas de su personaje. Si se trataba de un caballero, ten¨ªa que actuar y vestir como tal. Y si era un labrador, lo mismo. Despu¨¦s, la palabra deriv¨® hacia connotaciones de ¨ªndole sexual. Pero, aplicado a hoy, el decoro ser¨ªa algo as¨ª como el saber estar. Lo que es correcto en cada momento¡±, se?ala Gom¨¢. ¡°El problema es si eso se puede establecer por ley, y qui¨¦n es el juez para decidir qu¨¦ es decoroso y qu¨¦ no¡±, a?ade. Seg¨²n el fil¨®sofo, ¡°intentar apresar en la ley la diversidad de los estilos y los roles de las personas es imposible. Es mejor establecer unos principios generales y confiar en la discreci¨®n de quienes los tienen que observar¡±.
Gabriela Bravo, hoy fiscal de la Secretar¨ªa T¨¦cnica de la Fiscal¨ªa General del Estado y exvocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), es poco sospechosa de indecorosa. En sus primeros tiempos como portavoz del CGPJ cuidaba escrupulosamente su vestuario, incluso su gesto en las fotograf¨ªas, para evitar ¡°proyectar una imagen fr¨ªvola¡± de su persona y de su cargo. Bravo, sin embargo, considera ¡°un exceso¡± el art¨ªculo que obliga a observar decoro. ¡°Se trata de que los funcionarios atiendan a los ciudadanos con educaci¨®n y eficacia. Se les supone sentido com¨²n y sensatez. Jam¨¢s, en veintitantos a?os en la fiscal¨ªa, me he sentido inc¨®moda con el aspecto de ning¨²n funcionario. Sin embargo, m¨¢s de una vez he asistido a juicios de faltas con el denunciante y el acusado en ba?ador, en mi ¨¦poca de fiscal en Gand¨ªa¡±, bromea.
Los propios tribunales han emitido sentencias que contradicen ese ¡°exceso de celo¡±. As¨ª, la sala de gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Madrid acord¨® por unanimidad el 25 de mayo de 2012 estimar el recurso de alzada interpuesto por un abogado contra la decisi¨®n de una magistrada de un juzgado de Madrid que, al inicio de una vista oral, le prohibi¨® sentarse en los estrados sin corbata. El tribunal se basaba en un reglamento de 2005 que recoge que lo ¨²nico que se exige en la celebraci¨®n de actos jurisdiccionales en los estrados es que el letrado ¡°use toga y traje o vestimenta acorde con la solemnidad del acto¡±. En el Estatuto General de la Abogac¨ªa, de 2001, se expresa la obligatoriedad de adecuar ¡°la indumentaria a la dignidad y prestigio de la toga y al respeto a la Justicia¡±. Y la corbata, conclu¨ªa la sala, no es imprescindible.
Las im¨¢genes cotidianas del juez Jos¨¦ Castro, instructor del caso Urdangarin, llegando a su juzgado indistintamente en traje y corbata o en vaqueros y mangas de camisa, o las de Mercedes Alaya, juez de los ERE, entrando y saliendo del suyo con minifalda y escote, son ejemplos de c¨®mo visten en su d¨ªa a d¨ªa algunos magistrados, m¨¢s all¨¢ de la hiperformalidad de ciertos miembros del Tribunal Supremo o la Audiencia Nacional. La pregunta es si considerar¨ªa o no decorosos a Castro y a Alaya la nueva ley si incluyera a los jueces en sus exigencias.
El cambio de milenio y la irrupci¨®n de la tecnolog¨ªa variaron los usos de vestuario
M¨¢s all¨¢ de la Justicia, los c¨®digos de indumentaria en el ¨¢mbito laboral se han diversificado y flexibilizado paralelamente a la diversificaci¨®n y fragmentaci¨®n de los sectores productivos. El antes y el despu¨¦s coincidi¨® con el cambio de milenio, en opini¨®n de Cefer¨ª Soler, de 70 a?os, profesor del Departamento de Personas y Organizaci¨®n de la escuela de negocios ESADE. En los primeros a?os noventa, Soler tuvo que confeccionar, ¡°con cierta mala conciencia¡±, el c¨®digo de vestuario de Price Waterhouse, una multinacional de consultor¨ªa angloamericana. ¡°Los hombres con traje y corbata, y las mujeres con falda a la rodilla¡±, recuerda. ¡°Para los presidentes de entonces, cualquier otra cosa no era ajustada a la moral del momento¡±, recuerda. ¡°Pero es que recordemos que los m¨¦dicos o los profesores iban con corbata o pajarita, y hoy van en pijama y bata, o tan mimetizados con los alumnos que se confunden¡±.
Porque todo ese protocolo, sostiene Soler, ¡°salt¨® un poco por los aires¡± con la irrupci¨®n de la tecnolog¨ªa y la incorporaci¨®n masiva de las mujeres al mundo laboral. ¡°Las empresas tecnol¨®gicas rompen los esquemas, dando importancia al talento, el conocimiento y la creatividad sobre el formalismo. Y el talento, el conocimiento y la creatividad no resisten ninguna ley jur¨ªdica¡±, opina. En ese sentido, la exigencia de decoro ¡°te est¨¢ hablando de un concepto de autoridad antiguo. Los l¨ªderes influyen, no imponen. La autoridad se gana. En la empresa no se trata de mandar, sino de influir. Y el vestir de una determinada manera no va a significar mejores o peores decisiones¡±.
En cualquier caso, seg¨²n Soler, la importancia de la imagen sigue siendo fundamental. Y depende much¨ªsimo de los sectores. ¡°Con la fragmentaci¨®n y diversificaci¨®n de los sectores se han fragmentado y diversificado los c¨®digos de vestuario. No hablemos de decoro, hablemos de correcci¨®n. De adaptarnos a los paradigmas del sector. El Ministerio de Justicia es serio, y tiene que parecer serio. Los comerciales o los recepcionistas de una empresa son su imagen, y tendr¨¢n que dar la imagen que la empresa, privada, desee. Pero es que incluso las empresas m¨¢s modernas de Palo Alto, con todos sus empleados en bermudas y chanclas y toda su flexibilidad, tambi¨¦n observan un c¨®digo. Al final, todos llevamos un uniforme m¨¢s o menos formal¡±.
Juan Hernando, director de Compensaci¨®n y Beneficio de la empresa de trabajo temporal Adecco, no impone ning¨²n c¨®digo de vestuario al personal de su firma. ¡°No hay normas escritas. Es complicado, porque en Espa?a no hay convenci¨®n social al respecto. En el mundo anglosaj¨®n, todo el mundo entiende lo que es business, business casual o casual. Aqu¨ª, no. Cada uno puede entender una cosa. Creo que una empresa debe exigir una indumentaria cuidada a sus empleados, porque ellos son su imagen. Pero no soy partidario de c¨®digos estrictos, no es de este tiempo. Es m¨¢s una cuesti¨®n de saber qui¨¦n eres, qu¨¦ haces, a qui¨¦n representas, y de mucho sentido com¨²n¡±.
En el mundo anglosaj¨®n las convenciones
est¨¢n m¨¢s claras
En ese sentido, apunta Hernando, hoy existe una divisi¨®n claramente sectorial. Los c¨®digos exigidos, y aceptados, dependen de la actividad de la empresa y de sus departamentos. ¡°En los comerciales, financieros y los de cara al p¨²blico sigue dominando lo formal del traje y la corbata y la chaqueta para las mujeres. En los de inform¨¢tica, publicidad, moda y tecnol¨®gicos hay te¨®ricamente m¨¢s libertad, pero solo te¨®rica. Pueden ir en bermudas, s¨ª, pero si van a ver a un cliente, se ponen algo m¨¢s formal. Aqu¨ª, cuando mandamos a gente a entrevistas de trabajo, siempre recomendamos ofrecer una excelente imagen, aunque sea para una cadena de montaje. La primera impresi¨®n es fundamental¡±, concluye.
Los expertos consultados coinciden en que la irrupci¨®n de las mujeres en todos los sectores laborales ha a?adido complejidad a los c¨®digos de vestuario. ¡°El peligro de ser considerado sexista est¨¢ siempre presente, y muchos prefieren no meterse en ese jard¨ªn¡±, dicen, pidiendo anonimato. En ese aspecto, conviven realidades distintas. En 2011, el Tribunal Supremo declar¨® inconstitucional la obligaci¨®n que establec¨ªa la empresa Cl¨ªnicas Pascual de que sus enfermeras del hospital San Rafael de C¨¢diz vistieran falda, cofia y medias, mientras permit¨ªa a sus compa?eras de quir¨®fano y a todo el personal masculino usar pijamas sanitarios. Sin embargo, cualquiera que visite hoy la cadena de hamburgueser¨ªas Mel¡¯s ver¨¢ a sus j¨®venes camareras vestidas con una ce?ida y corta bata rosa como parte del supuesto encanto vintage de sus locales.
Y es que, seg¨²n Luis Enrique Alonso Benito, director del departamento de Sociolog¨ªa del Consumo de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, el modo en que cada uno acude a su trabajo ¡°no tiene mucho que ver con la libertad¡±. ¡°Los programadores o los creadores de videojuegos tan alternativos pueden estar tan explotados o m¨¢s que los chupatintas de traje y corbata¡±. Al final, opina Alonso, el h¨¢bito hace al monje. ¡°Son c¨®digos interiorizados del colectivo al que se quiere pertenecer. El soci¨®logo franc¨¦s Pierre Bordieu, en su libro La distinci¨®n, hablaba del habitus. Aquello que hace que personas de un entorno social homog¨¦neo tiendan a compartir gustos, h¨¢bitos y estilos de vida parecidos. Lo del decoro de Gallard¨®n es otra cosa. Tiene un sustrato m¨¢s ideol¨®gico. Que quede claro qui¨¦n es qui¨¦n por el vestido¡±.
Ya se lo dijo el otro d¨ªa Ignacio Cosid¨®, director general de la Polic¨ªa, a los periodistas al recomendarles el uso de chalecos identificativos en las manifestaciones. Tal y como van vestidos, se les confunde con los antisistema.
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