Fukushima: regreso a la zona cero

Kazuhiro Tsuboi es un hombre contento. Una docena de trabajadores ¡ªla mayor¨ªa de los cuales parecen jubilados¡ª desmonta la estructura tubular de lo que fueron dos grandes invernaderos situados detr¨¢s de su casa en la falda de una colina boscosa en Miyakoji, un distrito rural de la municipalidad de Tamura, dentro de la zona de exclusi¨®n de 20 kil¨®metros alrededor de la central nuclear de Fukushima Daiichi, en Jap¨®n. Al estallar la crisis at¨®mica, Tsuboi fue obligado a abandonar su vivienda, y, sin nadie que quitara la nieve del invierno, el peso pleg¨® los tubos como si fueran de plastilina y hundi¨® los invernaderos.

Este mes, Tsuboi ha podido regresar de forma permanente y va a levantar una nueva instalaci¨®n en la que cultivar¨¢ tallos de arroz. ¡°Mi familia ha vivido aqu¨ª 500 a?os. He vuelto porque quiero vivir donde nac¨ª. No me importa la radiaci¨®n, mientras pueda quedarme. Yo ya soy mayor, alg¨²n d¨ªa morir¨¦. Pero estoy preocupado por mis nietos, y no les dejo jugar al aire libre¡±, dice este hombre de 67 a?os.

El pasado 1 de abril, el Gobierno japon¨¦s autoriz¨®, por primera vez, a regresar de forma permanente a algunas de las varias decenas de miles de personas que fueron evacuadas hace tres a?os de la zona de exclusi¨®n debido a las fugas radiactivas producidas tras quedar destrozada la central como consecuencia del terremoto y el tsunami que arrasaron la costa nororiental de Jap¨®n el 11 de marzo de 2011.

La vivienda de Tsuboi ¡ªde una planta, muros blancos, vigas de madera oscura y tejado gris¡ª quedaba dentro de la zona cero, y su familia fue forzada a dejarla a toda prisa al d¨ªa siguiente del tsunami, cuando comenzaron las explosiones en los reactores, al inicio de lo que se convertir¨ªa en la peor cat¨¢strofe nuclear que ha sufrido el mundo desde Chern¨®bil en 1986. ¡°Durante este tiempo, he vivido en una casa prefabricada en Tamura. Ha sido una gran presi¨®n psicol¨®gica¡±, cuenta, martillo en mano, en un cobertizo.

Tsuboi ha regresado a Miyakoji con su esposa, Sadako, de 65 a?os, su hijo, la mujer de este, y los tres nietos (una ni?a de cuatro a?os y unos gemelos de dos). Es uno de los 357 vecinos, de un total de 117 familias, que integran la poblaci¨®n del ¨¢rea de Miyakoji que queda dentro de la zona de exclusi¨®n y que han recibido permiso para volver a ocupar sus casas despu¨¦s de que el Gobierno terminara el a?o pasado el proceso de descontaminaci¨®n de edificios y carreteras en esta parte del municipio de Tamura, en una regi¨®n de valles sinuosos y arrozales, hoy abandonados, de la prefectura de Fukushima, unos 220 kil¨®metros al noreste de Tokio. Hasta el 1 de abril, sus residentes pod¨ªan visitar temporalmente sus propiedades, pero no pod¨ªan quedarse, salvo algunos que, desde agosto pasado, ten¨ªan una autorizaci¨®n especial.

La vuelta se incentiva con un pago de 6.300 euros a cada vecino

El Gobierno hab¨ªa planeado levantar la prohibici¨®n sobre Miyakoji en noviembre porque consider¨® que, tras la limpieza, los niveles de radiaci¨®n ¡ªque no son uniformes dentro de los 20 kil¨®metros¡ª eran aptos para vivir. Pero la decisi¨®n se retras¨® por la oposici¨®n de los vecinos. ¡°La gente tiene opiniones diferentes sobre si regresar o no¡±, afirma Tsuboi, que trabajaba en la central de Fukushima, aunque el d¨ªa del tsunami estaba de vacaciones.

La radiaci¨®n en los lugares de Miyakoji que han sido monitoreados por el Gobierno oscilaba entre 0,11 microsievert y 0,48 microsievert por hora el pasado febrero, seg¨²n los datos de las autoridades de Tamura. Esto significa que una persona que permaneciera en el exterior las 24 horas del d¨ªa resultar¨ªa expuesta, en el segundo de los casos, a 4.200 microsievert (4,2 milisievert) al cabo de un a?o.

Las reglas fijadas por el Gobierno declaran una zona como apta para que la gente vuelva si alguien que vive en ella resulta expuesto a un m¨¢ximo de 20 milisievert al a?o, aunque algunos funcionarios han asegurado que quieren reducir esta cifra a 1 milisievert. La Comisi¨®n Internacional Sobre Protecci¨®n Radiol¨®gica recomienda una dosis anual m¨¢xima de 1 milisievert, pero dice que una exposici¨®n a menos de 100 milisieverts al a?o no produce, desde el punto de vista estad¨ªstico, un incremento significativo del riesgo de sufrir c¨¢ncer.

Kazue Suzuki, la responsable de asuntos nucleares de la organizaci¨®n medioambiental Greenpeace en Tokio, disiente de la posici¨®n oficial. ¡°El Gobierno ha limpiado los edificios y las carreteras en Tamura, pero no los bosques, eso ser¨¢ pr¨¢cticamente imposible¡±, afirma en la sede de la organizaci¨®n en la capital japonesa. Suzuki sostiene que las mediciones que realiz¨® Greenpeace en octubre en Tamura dentro de los 20 kil¨®metros muestran que ¡°en el 39% de los 18.180 puntos controlados en carreteras la radiactividad exced¨ªa el objetivo gubernamental de 0,23 microsievert por hora¡±, mientras en los bosques supera con frecuencia 1 microsievert.

Un arroyo encauzado corre a pocos metros de la vivienda de los Tsuboi, y todo parecer¨ªa normal en esta regi¨®n de bosques de con¨ªferas y cultivos si no fuera porque la mayor¨ªa de las viviendas que salpican el paisaje est¨¢n vac¨ªas y los hierbajos han invadido los campos yermos desde hace tres a?os. Las goteras y el moho han da?ado muchas casas, y apenas se ve a nadie caminando por las calles del centro de Miyakoji. Tan solo alg¨²n anciano. Ninguna familia. Ning¨²n ni?o.

Los trabajos de descontaminaci¨®n dentro de los 20 kil¨®metros son responsabilidad del Gobierno central y los de la zona de entre 20 y 30 kil¨®metros, donde la gente fue autorizada a regresar el a?o pasado, son labor del Gobierno local, seg¨²n Katsuhiro Otomo, director del departamento de planificaci¨®n de Tamura. ¡°Las familias en esta regi¨®n suelen estar formadas por abuelos, hijos y nietos. Tras levantar la prohibici¨®n, los que vuelven normalmente son solo los abuelos¡±, dice.

En la escuela primaria Furumichi, en Miyakoji, reabierta el 1 de abril, hay 66 estudiantes para 14 profesores. ¡°Ense?amos a los ni?os a cultivar verduras y medir la radiaci¨®n. Aprenden desde los seis a?os lo que ocurri¨® en Fukushima y c¨®mo conocer y temer de forma correcta a la radiaci¨®n, porque tienen que vivir con ella¡±, afirma su director, Kiyoshige Konnai, de 55 a?os. Junto al colegio, una zona de columpios permanece desierta. En su interior, un aparato marca el nivel de radiactividad: 0,161 microsievert por hora.

Mientras por un lado los vecinos de Miyakoji desean dejar las viviendas temporales y volver a sus casas, por otro lado tienen miedo, en especial por los ni?os, que son m¨¢s vulnerables a la radiaci¨®n. ¡°Adem¨¢s, faltan servicios b¨¢sicos. Muchos comercios han cerrado, y no hay trabajo. O lo han perdido porque trabajaban en la central o eran agricultores¡±, afirma Otomo. ¡°Y aunque hemos descontaminado y comprobado que los cultivos son seguros, otra cosa es que puedan venderlos en los mercados, debido a los rumores (sobre su posible radiactividad)¡±. Otomo asegura que est¨¢n incentivando la creaci¨®n de empleos y han creado dos espacios en Miyakoji para que los ni?os peque?os puedan jugar sin tener que salir al exterior.

Todo esto no convence a Yasushige Watanabe, de 60 a?os, que se niega a volver a su casa dentro de los 20 kil¨®metros, donde viv¨ªa con su esposa y sus padres. Los alrededores de su vivienda y el bosque detr¨¢s de esta siguen teniendo altos niveles de contaminaci¨®n, seg¨²n dice, y teme que el agua de la lluvia arrastre la radiaci¨®n a los campos en los que sol¨ªa cultivar pepinos y tomates. ¡°No siento que pueda volver a cultivar aqu¨ª¡±, asegura este hombre, que se pasea con un dos¨ªmetro en el bolsillo. ¡°Y a¨²n si lo hago, ?qui¨¦n querr¨¢ comprar los productos?¡± A su lado, un grupo de t¨¦cnicos, enviados por las autoridades, mide la radiaci¨®n detr¨¢s de su casa.

Tsuboi reconoce que el factor econ¨®mico ha pesado en la decisi¨®n de volver con toda la familia. Los evacuados reciben una compensaci¨®n mensual, por persona, de 100.000 yenes (700 euros) de Tepco ¡ªla compa?¨ªa propietaria de la central de Fukushima¡ª, y si deciden regresar a sus viviendas son incentivados con un pago ¨²nico de 900.000 yenes (6.300 euros). Quienes han vuelto seguir¨¢n cobrando la compensaci¨®n mensual hasta el 31 de marzo de 2015, momento en el que aquellos vecinos que no quieran regresar a las ¨¢reas en las que el Gobierno decide que es seguro volver a residir tambi¨¦n la perder¨¢n.

¡°Los niveles de radiaci¨®n son todav¨ªa demasiado altos en el ¨¢rea de la ciudad de Tamura. Si la gente decide regresar, se enfrenta al riesgo de la radiaci¨®n. Si no lo hace, dejar¨¢ de recibir apoyo. Es un dilema terrible. El Gobierno debe dar m¨¢s apoyo a la gente para reconstruir sus vidas, tanto si decide volver a sus hogares en las ¨¢reas contaminadas como si elige comenzar una nueva vida en otra parte. Debe encontrar terreno, construir casas y buscarle trabajo¡±.

La gente que decide no ocupar de nuevo su vivienda pierde el apoyo financiero

La decisi¨®n para la gente mayor es m¨¢s f¨¢cil. Muchos no tienen m¨¢s de 10 o 20 a?os de vida por delante, y prefieren disfrutarla donde nacieron y vivieron. ¡°Quer¨ªamos regresar a casa, cultivar nuestras verduras. Desde que volvimos en agosto, nuestra salud est¨¢ mucho mejor¡±, afirma Hisao Watanabe, agricultor, de 79 a?os, mientras se?ala un peque?o terreno al otro lado de la ventana en el que crecen los ajos. A su lado, su esposa, Misako, de 74 a?os, sonr¨ªe, rodeada de las fotos de sus nietos, en la confortable vivienda de suelo de tatami y puertas corredizas de madera y papel trasl¨²cido.

En las carreteras de Tamura, cuadrillas de operarios cubiertos con m¨¢scaras arrancan la capa superior del terreno junto a los arcenes, cortan hierbas y ramas de los ¨¢rboles y las introducen en sacos negros de 1.500 litros de capacidad para disminuir la radiaci¨®n. Miles de estos sacos yacen perfectamente superpuestos en varias capas en terrenos vallados, a la espera de mejor destino. En el municipio vecino de Okuma, una barrera y cuatro guardias cortan el acceso a la central de Fukushima, situada a unos 15 kil¨®metros.

En algunos lugares fuera de los 20 kil¨®metros, la radiactividad es mayor que dentro. Los controles son continuos. En un taller de cambio de neum¨¢ticos, un t¨¦cnico supervisa el nivel de contaminaci¨®n de las ruedas apiladas en el exterior.

Mientras, los t¨¦cnicos siguen luchando para avanzar en el proceso de desmantelamiento de la planta de Fukushima, que tardar¨¢ a¨²n 30 o 40 a?os. Jap¨®n aprob¨® el viernes de la semana pasada el primer Plan de Energ¨ªa B¨¢sica desde la crisis de la central, en el cual afirma que la energ¨ªa nuclear seguir¨¢ siendo una fuente importante de suministro el¨¦ctrico, aunque su uso ser¨¢ reducido al nivel ¡°m¨¢s bajo posible¡±.

La cat¨¢strofe de Fukushima ha divido a familias y comunidades. M¨¢s 160.000 personas se vieron obligadas a evacuar ciudades cercanas a la central, y alrededor de un tercio vive a¨²n en casas temporales repartidas por la prefectura de Fukushima, a la cual pertenece Tamura. Este municipio ten¨ªa una poblaci¨®n de 38.223 personas a finales de enero pasado, frente a 40.422 en 2010. Algunos de quienes huyeron de la radiaci¨®n, en particular los j¨®venes o familias con ni?os, han comenzado una nueva vida en otras partes de Jap¨®n.

Mientras Kazuhiro Tsuboi construye el nuevo invernadero, su esposa, Sadako, se muestra feliz de haber vuelto a su hogar. ¡°Estos tres a?os viviendo en una casa prefabricada me sent¨ªa en una caja vac¨ªa, confundida¡±, asegura.

Pero en su interior alberga un temor terrible. ¡°Mi hijo y su esposa trabajan en el Ayuntamiento y tienen que dar ejemplo. Yo insist¨ª tambi¨¦n para que regresaran a vivir con nosotros (tras ser levantada la prohibici¨®n). Pero tengo miedo de que mis nietos tengan problemas de salud en el futuro y el Gobierno se desentienda de ellos. Y temo lo que puedan decirme mi hijo y su esposa si les pasa algo a los ni?os¡±, asegura mientras se seca las l¨¢grimas con un gesto delicado.