El interruptor del amor paterno
Cient¨ªficos de Harvard demuestran en ratones que la violencia o la bondad con las cr¨ªas dependen de circuitos neuronales que dirigen las feromonas
Si los resultados de Catherine Dulac y sus colegas de Harvard fueran extrapolables a nuestra especie, hoy estallar¨ªa una revoluci¨®n en el planeta. Querr¨ªan decir que los hombres que nunca han conocido mujer son una panda de agresores por naturaleza, de quienes los ni?os deber¨ªan huir como si hubieran visto al diablo; y, casi peor a¨²n, que una simple y ramplona relaci¨®n sexual bastar¨ªa para cambiar su naturaleza y empezar a mostrar amor paternal no solo por su prole, sino por la prole de cualquiera. Por fortuna, Dulac solo ha investigado con ratones.
En esa especie, los machos v¨ªrgenes atacan a las cr¨ªas por sistema, o por instinto. Y la primera experiencia sexual cambia ese comportamiento y los machos empiezan a tratar a las cr¨ªas con amor paternal. Dulac y sus colegas han descubierto los circuitos cerebrales subyacentes a ese comportamiento chocante. La agresividad se dispara por las feromonas emitidas por las propias cr¨ªas, que activan en el macho unos circuitos vomeronasales (los que perciben las feromonas) que les hacen atacarlas. Estas sociedades de neuronas se reprimen en los machos que ya han experimentado el sexo, y entonces predominan los circuitos del amor paterno, tan concretos e identificables como los otros de la agresi¨®n, y situados en el hipot¨¢lamo cerebral. Publican su trabajo en Nature.
Un siglo de neurolog¨ªa ha demostrado m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable que el cerebro est¨¢ compuesto por decenas o centenares de m¨®dulos especializados. No es una sorpresa en ese sentido que el comportamiento agresivo o amoroso ¨Cde un rat¨®n macho, en este caso¡ª resida en un lugar u otro de la anatom¨ªa cerebral. Pero la mayor¨ªa de las cosas que importan a nuestra especie son funciones complejas: entender un chiste, por ejemplo, requiere los m¨®dulos de la fon¨¦tica, la morfolog¨ªa, la sintaxis, la sem¨¢ntica o el entendimiento abstracto, adem¨¢s de una interacci¨®n constructiva entre el hemisferio racional y el intuitivo.
Lo que hace chocante el trabajo de Harvard, recordemos que en ratones, es la n¨ªtida localizaci¨®n, la precisa ingenier¨ªa de circuitos y simples neurotransmisores de manual de qu¨ªmica org¨¢nica que est¨¢ detr¨¢s de dos comportamientos tan importantes como la agresividad y el amor paternal. Las neuronas implicadas son tan pocas que muy bien podr¨ªan caber en el cerebro de un insecto. Y su regulaci¨®n directa por las feromonas ¨Cpara colmo emitidas por la v¨ªctima¡ª parece implicar una naturaleza casi rob¨®tica, o casi determinista, de la violencia y la preocupaci¨®n por el pr¨®jimo: unos comportamientos que, en nuestra especie, no dudar¨ªamos en calificar de morales, o de moralmente relevantes.
¡°Las contribuciones de los machos al cuidado de la cr¨ªa son muy variables, dependiendo de la especie y de la experiencia del animal¡±, escribe en Nature Iv¨¢n Rodr¨ªguez, del departamento de gen¨¦tica y evoluci¨®n de la Universidad de Ginebra, refiri¨¦ndose a los mam¨ªferos en general. ¡°En presencia de una cr¨ªa, un macho puede mostrar indiferencia, pero la norma es un ataque f¨ªsico al joven; Y todo esto cambia despu¨¦s del sexo, cuando el comportamiento del macho conmuta al cuidado paternal¡±.
La imagen que est¨¢ emergiendo, explica Rodr¨ªguez, es que la regulaci¨®n del comportamiento por el entorno se basa en la competencia entre distintos circuitos neuronales del cerebro. Habr¨¢ que aprender a estimular los buenos.
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