La toxicidad del examen MIR
Esta evaluaci¨®n externa condiciona lo que ense?an las facultades
Cuando en 1963 la Comisi¨®n de Residentes del Hospital General de Asturias decidi¨® adoptar la sugerencia de su presidente, el doctor Alonso Leg, el acr¨®nimo MIR (m¨¦dico interno y residente) para denominar el programa de formaci¨®n postgraduado que se inauguraba ese a?o, no pod¨ªa imaginar el ¨¦xito que tendr¨ªa. S¨ª sab¨ªan, porque todo ellos hab¨ªan seguido una formaci¨®n parecida a la que propon¨ªan en EE UU, que tarde o temprano en los hospitales espa?oles, que en aquel momento empezaba a construir a pasos agigantados el Seguro de Enfermedad, se adoptar¨ªa un programa como ese o parecido. Y as¨ª fue, empezando por la Cl¨ªnica de Puerta de Hierro bajo el liderazgo del doctor Segovia de Arana el programa MIR se extendi¨® por toda Espa?a en pocos a?os.
El MIR ha conseguido asegurar una m¨ªnima calidad de la asistencia sanitaria en cualquier punto de Espa?a, un logro dif¨ªcil de igualar, quiz¨¢ la caracter¨ªstica m¨¢s destacable del Sistema Nacional de Salud, junto con la accesibilidad. El modelo en s¨ª mismo, aunque mejorable, es correcto: los m¨¦dicos obtienen la pericia en el oficio como lo hac¨ªan los aprendices en la edad media junto al maestro y los oficiales. Es tal la impronta de esos a?os que no es raro escuchar a un m¨¦dico ya en los a?os finales de su carrera decir: a m¨ª esto me lo ense?aron a hacer as¨ª. La diferencia fundamental con aquellos aprendices medievales es que estos llegan con un bagaje de conocimiento notable tras seis a?os de estudios. Hacer el MIR es la puerta de entrada a la vida profesional en el sistema p¨²blico asistencial. Hay otras opciones para los m¨¦dicos, desde trabajar en la administraci¨®n hasta enrolarse en una ONG, pero el que elige la carrera porque quiere atender a enfermos es dif¨ªcil que lo consiga si no hace el MIR.
Hasta bien avanzada la d¨¦cada de 1970 el programa no ten¨ªa el atractivo que hoy tiene ni tampoco era exigible la formaci¨®n MIR para adquirir la especialidad, ni siquiera esta era imprescindible para ejercerla. Entonces se ofertaban unas pocas plazas y solo unos pocos optaban a ellas. En muchos hospitales era la propia Comisi¨®n de Residentes quien mediante examen del expediente y una entrevista decid¨ªa entre los candidatos. En 1978 se oficializa el programa MIR y se decide que para seleccionar los candidatos se har¨ªa un examen centralizado. Una idea en principio muy buena porque daba un peso importante a los conocimientos que demostraba el aspirante a la hora de elegir especialidad y destino. Con buen criterio, se opt¨® por una prueba objetiva de resultados no manipulables, sencilla de gestionar e inmune a las influencias, al contrario que el m¨¦todo de las entrevistas que se ven¨ªa empleando en muchos pa¨ªses avanzados. En el nuestro, el riesgo de la subjetividad del amiguismo era muy alto y se decidi¨® preservar por encima de todo el principio de equidad vertical: prioridad en la elecci¨®n a los que m¨¢s m¨¦ritos objetivos demuestren.
En la d¨¦cada de 1970 todav¨ªa no se hab¨ªa establecido la competencia entre universidades por alumnos ni ¨¦stas ten¨ªan sentido de responsabilidad sobre el futuro de sus licenciados. Hac¨ªan lo que cre¨ªan que ten¨ªan que hacer sin preocuparse de los resultados en empleo o mejora de la sociedad. A los profesores, en general, que sus licenciados aprobaran o no el MIR les tra¨ªa sin cuidado porque su objetivo era ense?ar su asignatura tal como ellos la conceb¨ªan. Ese examen externo ni les cualificaba ni les importaba.
Pero las cosas cambiaron. Las universidades hoy d¨ªa compiten por alumnos y son evaluadas por resultados. En medicina el m¨¢s determinante es el puesto que obtienen sus licenciados en el examen MIR. Porque si el destino preferente de los estudiantes es hacer el MIR, entre otras cosas porque les asegura el empleo al menos unos a?os, a las universidades no les queda otro remedio que orientar su docencia hacia ese objetivo, no hacerlo podr¨ªa ser una irresponsabilidad. De manera que como expresa Ciril Rozman, uno de los padres del programa de 1978, en su blog donde recuerda c¨®mo decidieron que fuera un examen centralizado frente a la pr¨¢ctica en EE UU que es por entrevista: ¡°[el examen] al ser de tipo exclusivamente cognitivo, ha lastrado de forma negativa los estudios pregraduados. Se ha dado la paradoja de que el mayor progreso conseguido en Espa?a en el terreno de la Educaci¨®n M¨¦dica, ha tenido como un efecto secundario adverso, un empeoramiento de la fase pregraduada¡±
No hay duda, el examen MIR se ha convertido en una evaluaci¨®n externa de las facultades de medicina que condiciona lo que ense?an y su forma de ense?ar. No ser¨ªa un problema, al contrario, si esos condicionantes estuvieran alineados con la mejor forma de ense?ar medicina. Pero no es as¨ª. Una buena ense?anza m¨¦dica debe intentar conseguir que los alumnos adquieran unas competencias b¨¢sicas y a partir de ah¨ª facilitar que cada uno desarrolle sus talentos; debe, cuanto antes, incluso ya el primer a?o, poner en valor la teor¨ªa mediante la inmersi¨®n en la pr¨¢ctica; debe estimular el h¨¢bito de la interrogaci¨®n y de mejora continua y debe formar profesionales: personas competentes, abiertas, honradas, respetuosas con las opiniones de sus compa?eros y sobre todo de sus pacientes y comprometidos con el uso adecuado de los recursos que la sociedad o el paciente pone en sus manos.
Nada de esto se puede evaluar con el examen MIR. Y si es el examen MIR el que eval¨²a la ense?anza, dif¨ªcil es que las facultades apuesten por un modelo que realmente forme los m¨¦dicos que necesitamos, incluso a pesar de las buenas intenciones de las reformas a lo Bolonia de los planes de estudio. Afortunadamente, en esos a?os de aprendizaje hospitalario los MIR olvidan la intoxicaci¨®n de datos y n¨²meros para aprender a ver y tratar pacientes y asegurar a los ciudadanos que ser¨¢n bien atendidos.
Urge un debate sobre la forma de acceso al programa MIR. No hay una opci¨®n perfecta. Ya se han comentado los riesgos de la entrevista. El expediente acad¨¦mico como ¨²nico elemento de baremaci¨®n no es fiable porque las universidades lo podr¨ªan inflar para atraer estudiantes. Se podr¨ªa valorar el dise?o de una prueba an¨¢loga a la de la PAU, que con sus defectos, parece que funciona. Lo que no cabe duda es que el examen MIR actual es una forma t¨®xica de resolver el problema.
Mart¨ªn Caicoya es doctor en Medicina, m¨¦dico internista y epidemi¨®logo. Beatriz Gonz¨¢lez L¨®pez-Valc¨¢rcel es catedr¨¢tica de Econom¨ªa Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
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