Espa?a, nueva meca del cannabis
Los clubes de marihuana proliferan en Catalu?a, Pa¨ªs Vasco y Madrid como forma de activismo
Un cartel luminoso con la palabra dispensario se?ala al fondo del local la zona donde los socios pueden elegir entre 27 variedades de marihuana, dos resinas y 10 extracciones (un derivado del hach¨ªs producido con gas). Un par de ellos espera su turno charlando mientras en el mostrador se despachan tres gramos de mexicana. En el resto del espacio la gente fuma, charla, toma algo o contesta correos electr¨®nicos. Son las siete de la tarde y en La Milla Verde, una de las 300 asociaciones cann¨¢bicas del ¨¢rea metropolitana de Barcelona, suena de fondo el tema 99 problems del rapero Jay-z. Pero, a diario, como anuncian algunos p¨®sters de las paredes, tambi¨¦n hay conciertos de jazz y sesiones de disc jockeys, talleres de cocina o exposiciones de pintura.
Cada asociaci¨®n tiene una oferta y estilo distintos. Pero todas han crecido en una suerte de limbo legal que ha permitido su aumento exponencial en Espa?a (especialmente en Barcelona que, con 160 locales, ya compite en t¨¦rminos tur¨ªsticos con los 198 coffee shops de Amsterdam). El volumen de negocio y el empleo que generan, as¨ª como su implantaci¨®n social, han abierto de par en par y por la v¨ªa de los hechos la puerta de su regularizaci¨®n.
La Milla Verde est¨¢ junto la calle Calvet, en la zona alta de Barcelona, y tiene entre sus 1.600 socios (solo unos 400 activos y con un rango de edad de 21 a 66 a?os) a vecinos, comerciantes de la zona, empresarios y estudiantes. El local est¨¢ dotado de un complejo sistema de refrigeraci¨®n a base de carbono y ozono y da trabajo (con contratos fijos) a seis personas. Esta asociaci¨®n paga el 21% de IVA sobre las cuotas (no todas lo hacen) y la Seguridad Social de sus empleados. Seg¨²n fuentes del sector, se calcula que solo en Catalu?a estas entidades facturan cinco millones de euros al mes. Quiz¨¢ por ese volumen econ¨®mico y por su irreversible implantaci¨®n, los Gobiernos de Catalu?a y Pa¨ªs Vasco (77 asociaciones registradas) estudian su regulaci¨®n desde hace tiempo, aunque con escaso ¨¦xito. A nivel estatal ning¨²n ejecutivo se ha atrevido nunca a meterle mano a un asunto que sit¨²a el consumo de Espa?a en tercer puesto tras Dinamarca y Francia. Seg¨²n el informe anual de 2013 presentado por el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicoman¨ªas (OEDT), m¨¢s de un 25% de los adultos espa?oles ha consumido cannabis a lo largo de su vida.
A la espera de un proyecto que lleva meses estudi¨¢ndose en comunidades como Catalu?a (con 165.000 socios) o Pa¨ªs Vasco, el Ayuntamiento de Barcelona ha suspendido durante un a?o la concesi¨®n de licencias de este tipo. De momento, estas asociaciones se sustentan sobre todo en la jurisprudencia de sentencias relacionadas con el tema. No hay una regulaci¨®n penal ni administrativa clara.
El fen¨®meno nace, seg¨²n todas las fuentes consultadas, al calor de la ley antitabaco de 2011, en la cual se explicitaba que solo se podr¨ªa fumar en lugares cerrados (fuera de los domicilios) constituidos en clubes privados de fumadores. Estas asociaciones entienden que la ley se refer¨ªa al tabaco y sus derivados, y que solo se exclu¨ªa a las drogas duras. Por lo tanto, si pod¨ªan asociarse para fumar tabaco, tambi¨¦n pod¨ªan hacerlo para fumar marihuana o hach¨ªs. A partir de aqu¨ª, empezaron a proliferar las asociaciones sin ¨¢nimo de lucro con un n¨²mero determinado de socios mayores de edad que pagan una cuota mensual y que pueden cultivar y distribuir derivados del cannabis para sus miembros.
La boutique legal Nieto&Povedano, el principal despacho de Espa?a en esta materia, asesora a La Milla Verde. Una de sus socias, la abogada Amina Omar Nieto, explica los requisitos para abrir una asociaci¨®n de este tipo en Barcelona o en otras ciudades como Madrid, donde tambi¨¦n trabajan. Para ser socio, adem¨¢s de la mayor¨ªa de edad (ellos recomiendan restringirlo a mayores de 21 a?os, puesto que es la edad en la que cient¨ªficamente est¨¢ probado que el cerebro deja de desarrollarse), se necesita el aval de otro socio y el estudio de la petici¨®n por parte de la junta directiva del club (compuesta al menos por un presidente, un secretario y un tesorero). Se debe acreditar que el nuevo socio ya era consumidor habitual y no se le est¨¢ induciendo a ello. Tampoco se podr¨¢ realizar publicidad. Por eso, en pleno auge del turismo cann¨¢bico en Barcelona, esta semana una juez decret¨® el cierre de una asociaci¨®n del Raval que captaba clientes extranjeros en la calle y los registraba al instante para venderles la marihuana.
La capital catalana suspende la concesi¨®n de licencias
En Barcelona ya es imposible abrir un club de cannabis. El primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de la ciudad, Joaquim Forn, ha anunciado que se trata de una medida ¡°preventiva¡± contra estos clubes que tiene por objetivo ¡°evitar que terminen por convertirse en un problema grave¡±.
Para abrir un club de cannabis es necesario constituirse como asociaci¨®n, aprobar unos estatutos y comunicarlo al Ayuntamiento. Se trata de locales privados exclusivos para sus socios. Actualmente hay 160 asociaciones en Barcelona que ya han dado todos estos pasos. A partir de ahora, el Ayuntamiento ya no aceptar¨¢ nuevos comunicados de apertura y tampoco permitir¨¢ que se ampl¨ªen los ya existentes. La medida durar¨¢ un a?o y, durante este tiempo, el Gobierno hablar¨¢ con m¨¦dicos y expertos para redactar una regulaci¨®n que fije las condiciones que deben cumplir estos espacios, como mejorar la ventilaci¨®n de los locales o estar a cierta distancia de centros escolares.
Adem¨¢s, la Guardia Urbana incrementar¨¢ las inspecciones a estos clubes para asegurarse de que cumplen con la normativa: es decir, comprobar que no comercien, que no se anuncien, que no sean en realidad locales de p¨²blica concurrencia y que puedan acreditar el origen de sus plantaciones.
Al rellenar el formulario ¡ªtal y como se hace en la recepci¨®n de La Milla Verde¡ª el socio debe se?alar los gramos que fuma mensualmente. El l¨ªmite est¨¢ en 150 (m¨¢s de cinco gramos al d¨ªa por persona, seg¨²n la jurisprudencia del Tribunal Supremo, podr¨ªan ser castigados como distribuci¨®n).
La asociaci¨®n no puede lucrarse y, en principio, revierte el dinero en su propio funcionamiento. En La Milla Verde la cuota trimestral son 5 euros, y la anual 20. La marihuana se toma dentro del local ¡ªel consumo no est¨¢ penado en Espa?a salvo si se hace con el ¨¢nimo de promover su consumo il¨ªcito¡ª. En cuanto a la plantaci¨®n y distribuci¨®n, el cultivo para uno mismo tampoco est¨¢ castigado si un juez dictamina que es para consumo propio. As¨ª, los clubs consideran que lo que llevan a cabo es solo un cultivo compartido no sancionable. Aparte de la cuota, lo que cada socio paga por cada gramo en el momento de recogerlo no se considera venta sino una ampliaci¨®n de la provisi¨®n entregada para el autocultivo colectivo ¡ªcuya plantaci¨®n nunca se encuentra el mismo local¡ª.
Lo relativo al cultivo suele quedar recogido en los estatutos, pero no siempre es as¨ª. ¡°Estos, seg¨²n como lo vemos nosotros, son un modo de expresi¨®n de lo que la asociaci¨®n va a hacer¡±, explica Omar Nieto. ¡°Deben ser absolutamente transparentes con lo que se har¨¢, incluyendo el cultivo. Y si deben elevarse al ministerio fiscal para que los revise y apruebe, que se eleven. Nos queremos desmarcar de otras asociaciones que no hablan de cultivos en los estatutos sino que se refieren a compra mancomunada. Eso implicar¨ªa que acudes al mercado negro porque no tienes cultivo. Y si se permite ese mercado negro, no vamos a conseguir nunca regularizarlo, que es el primer objetivo¡±, explica.
La polic¨ªa puede cerrar un cultivo si lo decreta un juez. Y ha sucedido. Pero, hasta la fecha, cuenta esta letrada, han ganado todos los recursos y los clubes se han reabierto.
¡°Para que sea considerado delito, deben concurrir un elemento objetivo, que es la droga, y otro subjetivo, que es el ¨¢nimo de promover el consumo il¨ªcito¡±, considera Laura Alegre Povedano, encargada del departamento penal del mismo despacho. ¡°Pero en una asociaci¨®n son todos previamente consumidores, vienen avalados y consumen en el interior. Si yo tengo un cultivo destinado a una asociaci¨®n no tiene por qu¨¦ ser un delito ya que no se da el elemento subjetivo¡±.
En Madrid, donde el fen¨®meno es m¨¢s reciente, ya hay 14 afiliadas a la Federaci¨®n de Asociaciones de Cannabis (MadFac), de un total de entre 30 y 40.
Clubes como La Delgada L¨ªnea Verde empezaron a funcionar hace un a?o. Se trata de un local c¨¦ntrico con 230 socios dividido en tres espacios: un vest¨ªbulo de registro, una sala para fumar y un cuarto con aroma a botica donde despachan bolsitas de marihuana, dulces, reposter¨ªa elaborada con hierba o latas de refrescos y cerveza que cada uno puede tomar por una ¡°donaci¨®n¡± de un euro. Porque, en teor¨ªa, estos locales no pueden vender bebida ni comida de forma convencional ya que estar¨ªan convirti¨¦ndose en bares y restaurantes, justo lo que la ley antitabaco de 2011 prohib¨ªa. Como en el resto de clubes, tambi¨¦n en este para formar parte hay que rellenar una ficha, pasar una entrevista previa y llegar recomendado por otro afiliado. ¡°Cada uno decide su previsi¨®n de consumo. Y el concepto de venta queda eliminado¡±. Aqu¨ª ese c¨¢lculo tiene un tope: 100 gramos al mes, dividido en tres y medio al d¨ªa y 25 a la semana. Cada integrante paga una mensualidad de siete euros y unas cuotas extraordinarias aprobadas en asamblea.
El Gobierno del Pa¨ªs Vasco ha anunciado esta semana que antes de final de a?o remitir¨¢ al Parlamento un proyecto de ley para regular estas asociaciones. El Parlamento catal¨¢n tambi¨¦n vot¨® a favor el pasado 13 de febrero de que se apruebe una regulaci¨®n ¡°desde la perspectiva de la salud p¨²blica, autoconsumo y autocultivo, que vaya en la l¨ªnea contraria de la criminalizaci¨®n que pretende el Gobierno espa?ol¡±. El plazo de cuatro meses que se dieron pronto se agotar¨¢.
Aplazado durante d¨¦cadas y con el eco internacional de casos como el de Colorado y Uruguay, Espa?a se enfrenta ahora a este debate con centenares de clubs abiertos y funcionando.
Marihuana a domicilio
La marihuana se puede comprar hoy en Barcelona sin levantarse del sof¨¢. Basta tener conexi¨®n a Internet, seleccionar la variedad que m¨¢s le apetezca a uno en la web y, en una hora y media, un transportista la entrega a domicilio. El vac¨ªo legal por el que nadan los clubes de fumadores se ha traducido, sobre todo en la capital catalana, en un aut¨¦ntico babel en el que cada club interpreta la ley a su manera.
Ejemplos como el del club Stash (alijo, en ingl¨¦s), que distribuye exclusivamente la droga mediante env¨ªos a domicilio y ni siquiera dispone de un local para que los socios la consuman, molesta mucho a otro tipo de asociaciones que realmente s¨ª funcionan con cultivos compartidos entre sus socios y d¨®nde pr¨¢cticamente todos los miembros se conocen entre s¨ª.
Dentro de la web de Stash, en la que uno se puede registrar simplemente dando el nombre de otro socio ¡ªaunque este no lo haya autorizado¡ª, se pueden escoger entre m¨¢s de cinco tipos de marihuana, dos clases de hach¨ªs e incluso pasteles de cannabis. Los precios oscilan entre los seis y los 12 euros para la hierba, mientras que el hach¨ªs va de los siete a los 25 euros el gramo. El env¨ªo es gratuito y el club solo exige un pedido m¨ªnimo en funci¨®n del barrio al que haya que llevar la sustancia. Los m¨¢s c¨¦ntricos requieren un m¨ªnimo de 20 euros, cantidad que aumenta hasta los 100 en funci¨®n de la distancia al casco viejo de la ciudad. Los pedidos m¨¢s cercanos se reparten en bicicleta; los m¨¢s alejados, en metro o en moto.
¡°La inacci¨®n de los pol¨ªticos hace que seamos nosotros mismos los que nos autorregulemos¡±, dice Jaume Xaus, portavoz de la Federaci¨®n de Asociaciones Cann¨¢bicas de Catalu?a (Catfac). ¡°Nosotros ya avisamos hace tres a?os de que se estaban creando clubes con prop¨®sitos comerciales, pero todav¨ªa esperamos la prometida regulaci¨®n¡±, se queja.
Al cabo de 90 minutos de hacer el pedido, un joven extranjero de unos 25 a?os llama al interfono del piso en el que se ha solicitado el env¨ªo. "Vengo de Stash club", anuncia en ingl¨¦s por el telefonillo. Aparece ataviado con una mochila y entra dentro del domicilio. Una vez comprobado que el DNI coincide con el del socio comprador, saca un peque?o tupper de su mochila en cuyo interior se encuentra una bolsa con la marihuana. "?Y si te pillan de camino?", le pregunta el periodista. "Digo que es m¨ªa, no pasa nada aqu¨ª en Espa?a", responde el transportista, que asegura que lleva tres meses con ese trabajo.
Tanto los juristas consultados como el portavoz de la Catfac coinciden en que esta actividad es ilegal, ya que el cannabis no se distribuye en el recinto privado de la asociaci¨®n y su tenencia y distribuci¨®n en la v¨ªa p¨²blica est¨¢n sancionados por ley. Los juristas incluso dicen que podr¨ªa suponer un delito contra la salud p¨²blica, recogido en el C¨®digo Penal. Xaus advierte, no obstante, que este mismo problema tambi¨¦n lo tienen las asociaciones a la hora de transportar la marihuana desde los cultivos hasta sus locales. A¨²n as¨ª, asegura que el colectivo cann¨¢bico nunca ha solicitado que se regule la entrega a domicilio en el c¨®digo de buenas pr¨¢cticas sobre la materia que se debatir¨¢ en el Parlament probablemente despu¨¦s del verano.
¡°Algunos en Barcelona se est¨¢n cargando el trabajo que llevamos haciendo muchos durante a?os¡±, explica el presidente de un peque?o club de 200 socios que prefiere no dar su nombre. ¡°El volumen de turistas j¨®venes que vienen a la ciudad ha hecho que mucha gente vea la gallina de los huevos de oro en la marihuana¡±, remacha.
Despu¨¦s de que el pasado lunes los Mossos cerraran en Barcelona el primer club por vender marihuana a turistas, tanto pol¨ªticos como cultivadores y presidentes de asociaciones consultados coinciden en que urge poner orden. ¡°Necesito saber de una vez si mi trabajo es legal o no¡±, explica una chica que gana unos 50 euros al d¨ªa ¡ªen met¨¢lico¡ª dispensando cannabis a los socios en un club del barrio de Gr¨¤cia.
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