El polic¨ªa se pone a tiro
Un agente analiza las experiencias l¨ªmite de una treintena de compa?eros
Cinco de la madrugada. Noche cerrada de agosto en La L¨ªnea de la Concepci¨®n (C¨¢diz). El bochorno asfixiante es dif¨ªcil de combatir pese a la brisa marina. De repente, un Volkswagen Golf atraviesa la calle como una bala. Es un veh¨ªculo nuevo, huele a traficante y no pasa desapercibido para una pareja de polic¨ªas locales. Ernesto P¨¦rez Vera, un experimentado agente, no duda en interceptar el coche: ¡°Buenas noches, ?me da la documentaci¨®n?¡±. El conductor abre la puerta. Parece que el motor est¨¢ parado, pero el veh¨ªculo comienza a circular marcha atr¨¢s a gran velocidad durante 60 interminables metros. Sus piernas quedan atrapadas bajo la puerta, sus manos se aferran al marco con todas sus fuerzas. Ni siquiera se suelta cuando el coche frena y de nuevo recorre otros 100 metros, esta vez en direcci¨®n contraria. No recuerda c¨®mo, pero logr¨® disparar dos tiros al aire primero y otros dos a las piernas del conductor, que dej¨® entonces de estamparle contra los coches aparcados ¡ªhasta ocho veh¨ªculos¡ª. Se solt¨® y perdi¨® el conocimiento.
Tard¨® un a?o en recuperarse. Sin ser el mismo, aguant¨® seis m¨¢s en la Polic¨ªa. Pero el pasado agosto, con cuatro operaciones, ocho tornillos en piernas y espalda... tuvo que jubilarse con tan solo 43 a?os: ¡°De pie tengo poco recorrido¡±, comenta jocoso. Est¨¢ casado y es padre. Ha dejado de participar en carreras. Ha abandonado la nataci¨®n. Pero no ha perdido su afici¨®n por practicar tiro. Tal vez porque est¨¢ en deuda con su arma.
Hijo y nieto de polic¨ªas, lo suyo era vocaci¨®n. Ingres¨® en 1987 como militar, m¨¢s tarde se dedic¨® a la protecci¨®n de personalidades y en 2000, ingres¨® en la Polic¨ªa Local de La L¨ªnea, donde lleg¨® a liderar el Grupo Especial de Seguridad Ciudadana. Estaba altamente preparado para los enfrentamientos armados, pero aquella noche su instrucci¨®n ¡°no sirvi¨® de nada¡±, reconoce.
Ante el peligro,
las pulsaciones
suben de 70 a 220 y
se pierden ¡°habilidades
motoras finas¡±
Tras aquella experiencia comienza a publicar art¨ªculos sobre t¨¦cnicas de entrenamiento, armas, bal¨ªstica... y crea un blog. A trav¨¦s de las redes conoce a Fernando P¨¦rez Pacho, experimentado psic¨®logo cl¨ªnico mallorqu¨ªn, con 20 a?os de experiencia en formaci¨®n policial. La primera vez que se encuentran deciden hacer un libro con historias tan reales como dolorosas. Tras dos a?os de entrevistas a otros 26 agentes que lucharon en la calle por salvar la vida nace En la l¨ªnea de fuego: La realidad de los enfrentamientos armados (Anaya).
¡°Algunos mataron a sus agresores, otros los hirieron, otros ni se defendieron. Son enfrentamientos con armas de fuego, machetes de caza, destornilladores o grandes cuchillos de cocina¡±, comenta P¨¦rez Vera. Todos reconocen que no estaban preparados ante el elemento sorpresa: ¡°Uno se olvid¨® de cargar la pistola cuando oy¨® los disparos del criminal al que se enfrentaba. Otro mont¨® el arma cinco veces antes de efectuar el primer tiro. Otro realiz¨® 28, cambiando incluso de cargador, y a cinco metros de distancia no hiri¨® a nadie¡±.
Paralizado, por ejemplo, se qued¨® el agente que acudi¨® al domicilio de una familia v¨ªctima de malos tratos. No contaba con que en el pasillo le iba a esperar el presunto agresor armado con un cuchillo de grandes dimensiones en cada mano. Se le ech¨® encima y, en vez de sacar el arma, intent¨® frenarlo sujet¨¢ndole los filos. Los guantes anticorte evitaron graves heridas, pero aun as¨ª le da?¨® los tendones. Cuando logr¨® sacar el arma, el ¨²nico tiro fue al aire y perdi¨® la pistola hasta que su compa?ero le ayud¨® a reducir al atacante.
Acudi¨® a la llamada de un atraco. El recibimiento: 30 tiros antes de salir del coche
Gabriel no es su nombre real. Este polic¨ªa se enfrent¨® a una peligrosa banda organizada que jur¨® vengarse de ¨¦l y prefiere tomar precauciones. Con poco m¨¢s de un a?o de experiencia acudi¨® a la llamada de un atraco. El recibimiento: 30 tiros antes de salir del coche. Las balas volaban por todas partes como si de una guerra se tratara. ¡°En esos momentos yo me daba por muerto. Vi que de all¨ª no iba a salir y pens¨¦: ¡®Ya est¨¢, aqu¨ª caigo¡±. Recibi¨® un tiro, una bala que le hubiera matado de no haber llevado el chaleco bajo la camisa, como era su costumbre, pese a los comentarios jocosos de los compa?eros. No se averg¨¹enza de confesar que pas¨® miedo: ¡°Quien diga lo contrario ante una situaci¨®n as¨ª miente; adem¨¢s, el miedo ayuda a reaccionar¡±. Tras superar ¡°ese momento en el que s¨®lo piensas en sobrevivir y cerciorarte de que todav¨ªa estaba vivo, me dije: ¡®?Venga!, hay que tirar palante¡±. Consigui¨® salir del coche, parapetarse y usar su arma. ?nicamente dispar¨® seis cartuchos, pero logr¨® abatir a uno de los criminales. Todo el tiroteo dur¨® menos de dos minutos a pesar de que Gabriel hubiera jurado que fue m¨¢s de media hora. No tiene remordimientos por haber provocado una muerte: ¡°Era necesario, tres viandantes fueron heridos en la refriega y, si no les hubi¨¦ramos parado, podr¨ªa haber muerto medio centenar. Eran muy violentos, estaban muy preparados con munici¨®n militar¡±. Gabriel nunca hab¨ªa disparado la pistola que llevaba.
?Por qu¨¦ hasta los miembros especializados en asalto fallan o tardan m¨¢s de lo esperado en reaccionar? Fernando P¨¦rez Pacho es tajante: ¡°Todos los entrevistados reconocieron que dispararon como pudieron. Todos ten¨ªan dudas, pensaban que era una situaci¨®n irreal y que la preparaci¨®n que ten¨ªan no era la adecuada¡±.
En los momentos de peligro, el ritmo cardiaco puede subir de 70 pulsaciones por minuto a 220 en apenas medio segundo. La adrenalina se dispara y el pensamiento com¨²n es el de s¨¢lvese quien pueda. Pero el polic¨ªa ha de enfrentarse al peligro, ha de luchar contra la naturaleza que nos prepara para huir. Y, sobre todo, ha de luchar contra los cambios que sufre el cuerpo. Al llegar a las 115 pulsaciones por minuto se pierden ¡°las habilidades motoras finas¡±, la coordinaci¨®n ojos-manos, que se traduce en dificultad para realizar tareas m¨²ltiples como llamar por radio a la vez que se saca el arma. A las 145 pulsaciones se pierden las habilidades motoras complejas: ya no se puede marcar un tel¨¦fono o recordar un n¨²mero, se tienen dificultades para enfocar y se pierde audici¨®n. Con 175, las pupilas se dilatan y se produce el ¡°efecto t¨²nel¡±, s¨®lo se ve lo que est¨¢ delante, ¡°y si hay un agresor en tu lateral no lo detectas porque tu campo visual se reduce hasta un 70%¡±, a?ade P¨¦rez Pacho. Al superar las 185 se llegan a realizar comportamientos irracionales, acciones inefectivas ¡°como salir de detr¨¢s de un coche y perder protecci¨®n o quedarse paralizado¡±.
Marcos, por ejemplo, reconoce que, al verse amenazado por un esquizofr¨¦nico armado con un cuchillo, no se le pas¨® por la cabeza sacar su arma. ¡°Tan s¨®lo cuando vi que lo hac¨ªa mi compa?ero lo imit¨¦¡±. ¡°En la academia, por ejemplo, nos dijeron que no llev¨¢ramos el arma cargada en la rec¨¢mara porque en el momento de usarla, el simple hecho de realizar esa acci¨®n disuade al agresor. Pero mont¨¦ el cartucho y no se asust¨®. Si ni yo lo o¨ª¡±.
¡°Lo peor no es la agresi¨®n en s¨ª, aunque te parezca mentira¡±, relata el expolic¨ªa. ¡°Sufr¨ª m¨¢s con la incomprensi¨®n de los compa?eros, con esos comentarios de que me lo hab¨ªa buscado parando a un tipo as¨ª, yendo por esa barriada. Eso ha sido duro¡±.?
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