La herencia de la Rep¨²blica
Los exiliados espa?oles pudieron desarrollar en M¨¦xico su proyecto humanitario y modernizador
Durante los primeros meses de la Guerra Civil, Daniel Cos¨ªo Villegas, que era entonces el encargado de Negocios de la embajada de M¨¦xico en Portugal, observ¨® que en medio del caos que se hab¨ªa adue?ado de Espa?a, hab¨ªa un valioso grupo de intelectuales que se hab¨ªa quedado sin medios para desempe?ar su quehacer. Antes de la guerra, el Gobierno de Manuel Aza?a hab¨ªa empezado a implementar una ofensiva human¨ªstica que buscaba situar a Espa?a en un nivel de desarrollo, cient¨ªfico y cultural, que le permitiera integrarse, de manera cabal, a Europa. La Reforma Educativa, inspirada en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que hab¨ªa emprendido la II Rep¨²blica, ya era notoria en 1937; hab¨ªa una legi¨®n de maestros, muy preparados y con una nueva sensibilidad, que trabajaba para elevar el nivel de los alumnos espa?oles, y lo mismo pasaba en otros campos, hab¨ªa una serie de publicaciones, cient¨ªficas y literarias, que reflejaban el empe?o republicano de construir un pa¨ªs mejor. Hab¨ªa en Espa?a, para decirlo pronto, evidencias de un renacimiento cultural. Todo este panorama lo observaba Daniel Cos¨ªo Villegas desde Portugal, y cuando empez¨® la guerra, y vio que de prosperar el golpe militar aquel empe?o iba a desvanecerse, pens¨® que M¨¦xico tendr¨ªa que ofrecer ayuda a los intelectuales espa?oles, ofrecerles un asilo temporal en lo que terminaba la guerra, una casa donde pudieran dar clase, escribir, continuar con sus investigaciones porque al ayudarlos, y aqu¨ª es donde la lucidez de Cos¨ªo brilla de manera especial, M¨¦xico se beneficiar¨ªa enormemente de sus conocimientos y de su cultura, pues era entonces un pa¨ªs que batallaba todav¨ªa contra los fantasmas de la Revoluci¨®n Mexicana.
As¨ª fue como en 1938, en plena Guerra Civil, un grupo de intelectuales espa?oles se instal¨® en una instituci¨®n, creada especialmente para ellos, de nombre La Casa de Espa?a, con el apoyo del presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas y bajo el aura intelectual de Alfonso Reyes. Un a?o despu¨¦s los republicanos perdieron la guerra y su proyecto human¨ªstico fue arrasado por la brutalidad militar del General Franco.
En 1939 casi medio mill¨®n de espa?oles huyeron a Francia y fueron internados en una serie de campos de concentraci¨®n que hoy constituyen una de las p¨¢ginas m¨¢s oscuras de la historia francesa. L¨¢zaro C¨¢rdenas, que era un hombre convencido de que a los exiliados hab¨ªa que tenderles la mano, despleg¨® en Francia un operativo diplom¨¢tico para rescatar a los republicanos que se hab¨ªan quedado sin pa¨ªs; ya no se trataba solo de un proyecto para rescatar intelectuales, sino de una operaci¨®n masiva de la que pod¨ªa beneficiarse cualquier espa?ol que deseara reinventar su vida en M¨¦xico. De manera que el Gobierno mexicano, en ese operativo que ha quedado como uno de los episodios m¨¢s emocionantes de la diplomacia internacional, flet¨® una serie de barcos que se llevaron, entre 1939 y 1942, a 25.000 espa?oles a M¨¦xico. El primero de aquellos barcos, el Sinaia, lleg¨® a Veracruz hace, precisamente, 75 a?os.
Un episodio ilustra la vocaci¨®n cosmopolita que ten¨ªa aquel Gobierno, la idea de que el asilo pol¨ªtico enriquecer¨ªa a la sociedad mexicana
En cuanto termin¨® la guerra, La casa de Espa?a, que hab¨ªa recibido un a?o antes a los intelectuales de la Rep¨²blica, cambi¨® su nombre a El Colegio de M¨¦xico, esa entra?able instituci¨®n que sigue, hasta hoy, enriqueciendo al pa¨ªs. Pero la riqueza que aport¨® el exilio republicano a M¨¦xico no proviene solo de los intelectuales, los cient¨ªficos y los artistas que ya ten¨ªan un nombre y un prestigio, y que pronto empezaron a nutrir las aulas de la UNAM y del Instituto Polit¨¦cnico Nacional; o a colaborar en proyectos como el del Fondo de Cultura Econ¨®mica, o a fundar editoriales como Era o Joaqu¨ªn Mortiz. La verdad es que no hay espacio aqu¨ª para escribir los nombres de todos los exiliados ilustres que llegaron a M¨¦xico y se fueron integrando, algunos con m¨¢s ¨¦xito que otros, en todos los campos y a todos los niveles, as¨ª que har¨¦, sin m¨¢s ¨¢nimo que dar una idea de lo que era aquella selecta multitud, un breve apunte testimonial, una corta e imprudente r¨¢faga: Jos¨¦ Gaos, Joaqu¨ªn Xirau, Indalecio Prieto, Remedios Varo, Eulalio Ferrer, Ignacio Bolivar, Emilio Prados, Luis Cernuda, Luis Bu?uel, Leon Felipe, Jos¨¦ Moreno Villa, Manuel Altolaguirre, Max Aub, Elvira Gasc¨®n y un largo, y sustancioso, etc¨¦tera.
Pero todo lo que aport¨® esta zona ilustre del exilio, como dec¨ªa m¨¢s arriba, es solo una parte de la riqueza que invirti¨®, de manera involuntaria, la Rep¨²blica espa?ola en M¨¦xico; la otra parte, por cierto constituida por la gran mayor¨ªa, era una multitud de exiliados sin nombre, que se hab¨ªan preparado para elevar el nivel de su pa¨ªs y que se ve¨ªan de pronto, con todo ese conocimiento, en otro pa¨ªs que los invitaba a aplicarlo; porque el gobierno de L¨¢zaro C¨¢rdenas estaba precisamente en esa gesta, quer¨ªa sacar a M¨¦xico del sopor revolucionario y orientarlo hacia la modernidad, por esto los exiliados, que eran lo mejor y lo m¨¢s moderno de Espa?a, eran un elemento crucial de su proyecto.
Los exiliados no contemplaban regresar a Espa?a mientras el Gobierno golpista estuviera en el poder y esta condici¨®n, como ya empezaba a verse que las democracias del mundo no se movilizar¨ªan a favor del Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica, los hac¨ªa ver a M¨¦xico como un pa¨ªs en el que permanecer¨ªan algunos a?os, y a la oportunidad que les hab¨ªa brindado el General C¨¢rdenas como el inicio de una nueva vida, que no ser¨ªa demasiado larga, porque en cuanto se fuera el dictador podr¨ªan regresar a Espa?a. Ninguno imaginaba, desde luego, que a Franco le quedaban, en ese a?o de 1939, treinta y seis a?os en el poder, ni que la mayor¨ªa, despu¨¦s de ese tiempo tan largo, ya ni siquiera se plantear¨ªa regresar, porque ya ser¨ªan m¨¢s mexicanos que espa?oles.
M¨¦xico fue el ¨²nico pa¨ªs del mundo que, en 1937, en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, defendi¨® el Gobierno leg¨ªtimo de Manuel Aza?a, y conden¨® el golpe de Estado de Franco y la intervenci¨®n de Alemania e Italia en la Guerra Civil, ante el silencio y la pasividad del resto de los pa¨ªses que optaron por mirar hacia otro lado. Desde entonces M¨¦xico rompi¨® relaciones diplom¨¢ticas con el Gobierno espa?ol y mantuvo su posici¨®n, su rechazo a la dictadura, hasta 1977, cuando el general Franco llevaba m¨¢s de un a?o muerto.
Dentro del proyecto de modernizaci¨®n del General C¨¢rdenas los republicanos eran una pieza fundamental
En 1939, cuando empezaron a llegar a Veracruz los barcos cargados de exiliados republicanos, M¨¦xico era un pa¨ªs enorme donde hab¨ªa solo 18 millones de habitantes (hoy hay casi 120 millones) y todo estaba por hacerse; el presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas acababa de expropiar la industria petrolera e implementaba una serie de pol¨ªticas sociales que intentaban sacar a M¨¦xico del atraso en que se encontraba, modernizarlo y abrirlo al mundo. Un poco antes de que llegaran los republicanos, hubo un episodio que ilustra la vocaci¨®n cosmopolita que ten¨ªa aquel Gobierno, la idea de que el asilo pol¨ªtico, el acoger personas que ven¨ªan de otros pa¨ªses, enriquecer¨ªa a la sociedad mexicana. En 1936 el presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas dio asilo a Le¨®n Trotsky, el l¨ªder pol¨ªtico ruso que llevaba a?os mud¨¢ndose de un pa¨ªs a otro, buscando un sitio donde establecerse. Trotsky lleg¨® a la ciudad de M¨¦xico, como hu¨¦sped de la Casa Azul de Frida Kahlo y Diego Rivera, era un pol¨ªtico perseguido del que ning¨²n Gobierno quer¨ªa hacerse cargo y, mientras llegaba el desenlace tr¨¢gico que lo esperaba en su nuevo exilio, se convirti¨®, junto con sus anfitriones, en un polo de atracci¨®n que convocaba todo tipo de fuerzas pol¨ªticas y culturales, tanto que el poeta franc¨¦s Andr¨¦ Breton, que tambi¨¦n fue hu¨¦sped de esa casa en esa misma ¨¦poca, identific¨® que M¨¦xico era un pa¨ªs donde, en aquel a?o de 1938, reinaba cierto "clima mental". Cuento esto porque me parece que en esos a?os hab¨ªa en M¨¦xico, efectivamente, un clima mental que permiti¨® que los exiliados pudieran rehacer su vida. Dentro del proyecto de modernizaci¨®n del General C¨¢rdenas los republicanos eran una pieza fundamental; visto a la distancia, desde el siglo XXI, para M¨¦xico era crucial tener una inmigraci¨®n como aquella. Desde la distancia todo parece l¨®gico y elemental, pero lo cierto es que el Gobierno mexicano tuvo que hacer un esfuerzo importante para rescatar a esos 25.000 republicanos, y para ayudarlos a situarse una vez que llegaron al pa¨ªs. Sin la visi¨®n que ten¨ªan del exilio C¨¢rdenas y sus diplom¨¢ticos, sin ese idealismo, sin ese clima mental que detect¨® el poeta franc¨¦s, M¨¦xico le hubiera dado la espalda a los republicanos, como lo hicieron el resto de los pa¨ªses.
Mientras Andr¨¦ Bret¨®n contaba en Francia de ese clima que hab¨ªa encontrado en M¨¦xico, los republicanos espa?oles, esa multitud de exiliados sin nombre, desembarcaban en Veracruz, y se encontraban con ese pa¨ªs donde pod¨ªan ejercer sus oficios y aplicar sus conocimientos. Sinaia, Ipanema, Mexique, eran los nombres de los barcos, que hoy tienen un eco mitol¨®gico, de donde bajaban m¨¦dicos, ingenieros, arquitectos, maestros de escuela, qu¨ªmicos y farmac¨¦uticos, pero tambi¨¦n campesinos y gente sin ninguna preparaci¨®n. Ah¨ª mismo, en el puerto, eran recibidos por voluntarios, y destinados a las zonas del pa¨ªs donde eran m¨¢s ¨²tiles y as¨ª, de golpe, comenzaron a llegar a las ciudades y a los pueblos de M¨¦xico, a enriquecerlos, todos esos espa?oles que se hab¨ªan quedado sin casa.
Buena parte de ese gran proyecto de la Rep¨²blica, que la Guerra Civil expuls¨® de Espa?a hace 75 a?os, fue heredado por M¨¦xico: no se perdi¨®, cambi¨® de pa¨ªs, en lugar de desvanecerse. Esto es, precisamente, lo que hay que celebrar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.