¡°Esperemos que entre Dios y los m¨¦dicos le ayuden¡±
La familia del cura contagiado de ¨¦bola sigue con angustia las noticias sobre su situaci¨®n
Un cuadro de Jesucristo y los 12 ap¨®stoles ¡ªtodos de raza negra¡ª preside el sal¨®n de la modesta vivienda donde Miguel Pajares, el sacerdote contagiado con el virus del ?bola, duerme cada vez que vuelve a La Iglesuela (Toledo). En este peque?o pueblo de casas bajas, con apenas 500 habitantes y a medio camino entre la Sierra de San Vicente y el valle del Ti¨¦tar, naci¨® el religioso hace ya 75 a?os. El menor de sus tres hermanos, Emilio, de 69, pasa las p¨¢ginas de un ¨¢lbum en el que se suceden las fotograf¨ªas del cooperante y recuerda el momento en que este dej¨® su casa para emprender un camino vocacional. "Esta imagen es de cuando ¨¦l se fue con 12 a?os a la Escolan¨ªa de San Rafael", afirma el hombre, mientras sujeta la instant¨¢nea.
En ella, donde aparece junto a dos compa?eros, el entonces adolescente desvela una enorme sonrisa. Vestido con h¨¢bito, el chaval sujeta con la mano izquierda un crucifijo que le cuelga del cuello. Ajeno al fot¨®grafo, alza la vista al cielo. Miguel parece feliz. "Desde que se march¨®, siempre se ha dedicado a ayudar a los dem¨¢s", relata Emilio, que ten¨ªa cinco a?os cuando el misionero dej¨® el hogar familiar, una casa de dos plantas situada frente al Ayuntamiento, en el n¨²mero 12 de la Plaza de Espa?a. All¨ª nacieron ambos. Aunque ahora, cuando regresa a La Iglesuela, el religioso pasa las noches en un inmueble situado a unos 10 minutos a pie. All¨ª se encontraba su hermano este mi¨¦rcoles, mientras un avi¨®n volaba a Liberia para repatriar al religioso.
"Hemos pasado unos momentos muy duros desde que nos dieron la mala noticia", subraya Emilio. Con los ojos cansados, el hombre repasa cada detalle de la habitaci¨®n. En ella destaca una biblia, un retrato de sus padres ¡ªambos fallecieron con casi 100 a?os¡ª y una bufanda del Real Madrid, colocada sobre una mesita. "Es muy aficionado al equipo. Cuando estaba en la capital, siempre que pod¨ªa, iba a verlo a Chamart¨ªn". A Miguel tambi¨¦n le gusta mucho el tenis.
Los vecinos del pueblo describen su trato afable, su sencillez, su cercan¨ªa. "Su entrega a los dem¨¢s es admirable. Su dedicaci¨®n y su vocaci¨®n me obligan a m¨ª, que soy ateo, a creer", cuenta Adolfo Barroso, de m¨¢s de 70 a?os, en un bar situado junto al Consistorio. "No se le pod¨ªa dejar en Liberia abandonado", apostilla la camarera. "Miguel no se merec¨ªa ese trato. Deb¨ªan traerlo", remacha V¨ªctor Eduardo Elvira (PSOE), el alcalde.
Sentado en la terraza del quiosco que tiene junto a la piscina municipal, el regidor de 41 a?os echa la vista atr¨¢s para remontarse a su ni?ez. El ahora primer edil era monaguillo cuando el religioso le llamaba a las siete de la ma?ana cada vez que volv¨ªa a La Iglesuela. "Me despertaba y me dec¨ªa que ya era la hora de ir a dar la misa", relata. Porque Miguel mantiene una estrecha relaci¨®n con el templo del pueblo. Cada 8 de septiembre, fecha de las fiestas patronales de la Virgen de la Oliva, el cooperante se une a las celebraciones y participa en los cultos.
"?ltimamente ven¨ªa mucho. Varias veces al a?o", comenta Emilio Pajares. Su hermano cuenta que Miguel llevaba siete a?os en ?frica, que ya hab¨ªa pasado otros siete antes en otras misiones en ese continente. En Sierra Leona y Ghana, por ejemplo. Es sacerdote de la orden de San Juan de Dios y superior del hospital cat¨®lico San Jos¨¦ de Monrovia, capital de Liberia. Su prima Bego?a Mart¨ªn destaca que pensaba jubilarse y volver al pueblo este agosto.
El religioso es el segundo de cuatro hermanos: F¨¦lix, Miguel, Gregorio y Emilio. Muy preocupada, la familia espera en la tarde de este caluroso mi¨¦rcoles las noticias del aterrizaje y su ingreso en el hospital Carlos III de Madrid. Los hermanos ir¨¢n all¨ª cuando les informen que pueden verlo. "Su repatriaci¨®n nos anima un poco. Sabemos que aqu¨ª, en Espa?a, va a estar atendido", subraya el peque?o de los Pajares. "Esperemos que, entre Dios y los m¨¦dicos, le ayuden".
Sobre la mesa del sal¨®n se acumulan las fotograf¨ªas. Los ¨¢lbumes abiertos muestran instantes de la vida del sacerdote: su encuentro con el Papa, sus paseos por los verdes montes que rodean a este peque?o pueblo castellano. Y, por supuesto, sus primeros pasos como miembro de la Iglesia. Emilio recoge y observa emocionado la imagen de cuando su hermano solo ten¨ªa 12 a?os. Cuando todo empezaba. "Se march¨® para ayudar a los dem¨¢s", repite con voz baja y un poco entrecortada. Su familia est¨¢ ¡°muy orgullosa¡± de la labor que ha desempe?ado el misionero durante d¨¦cadas. A la espalda de Emilio, otro recuerdo. Ese lienzo de la Santa Cena con Jes¨²s y los 12 apost¨®les. En el centro, en amarillo, destaca el c¨¢liz. "El cuadro lo trajo Miguel". De su ?frica.
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