La muerte en tiempos de ¨¦bola
Los entierros en Kailahun se realizan ante la mirada asustada de parientes y vecinos
Mamie Lahai muri¨® a las tres en punto el s¨¢bado pasado. Desde entonces, nadie ha tocado su cuerpo, en un camastro de madera, tapado con una s¨¢bana de cuadros amarillos y azules. A las tres y un minuto de ese mismo d¨ªa sus hijos salieron de la casa y no han vuelto a entrar. Tal es el miedo que infunde el virus que se extiende como una maldici¨®n por los pueblos de la provincia de Kailahun, en el este de Sierra Leona. Tras recibir el aviso, un equipo de 10 voluntarios de la Cruz Roja local encabezado por el enfermero Daniel James sali¨® este lunes en direcci¨®n a la peque?a aldea de Boima para encargarse del entierro, tarea que, en estos tiempos de ¨¦bola, tiene su complicaci¨®n.
Lo explica Virgil Atchia, benin¨¦s, enviado por Cruz Roja hasta Kailahun para encargarse de la movilizaci¨®n social. ¡°Desde que se declar¨® la epidemia, todos los fallecidos en esta zona del pa¨ªs se consideran casos sospechosos de ¨¦bola. Y como tal los tratamos¡±, dice. Y es que justo en el momento de la muerte del paciente es cuando el virus se encuentra en su periodo de m¨¢xima actividad y es m¨¢s peligroso. Ante la duda, toda precauci¨®n es poca. Desde el pasado 17 de julio, su equipo de voluntarios ha dado sepultura a 44 cad¨¢veres, de los que 34 estaban en el centro de aislamiento y eran casos confirmados de ¨¦bola y los otros 10, personas fallecidas en los pueblos que podr¨ªan serlo.
Cuando el equipo llega a Boima, los parientes ya est¨¢n inquietos. El cad¨¢ver de Mamie, de 80 a?os, lleva dos d¨ªas en la cama y nadie se atreve a entrar. Mohamed Musa, el mayor de los ocho hijos de la difunta, los recibe con el ce?o fruncido por la tardanza. ¡°Lo primero es explicarles lo que vamos a hacer¡±, comenta James, ¡°que tengan toda la informaci¨®n necesaria¡±. Cuatro voluntarios empiezan la laboriosa tarea de ponerse el PPE (Equipamiento de Protecci¨®n Personal), el famoso traje de astronauta. El esmero a la hora de vestirse es muy importante y para ello han sido entrenados por personal de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF).
Cada vez llegan m¨¢s vecinos. Muchos sacan el m¨®vil para grabar la escena, en plena calle. Kayatsu Jimi, hija de Mamie, est¨¢ conmocionada. ¡°Mi madre llevaba una semana en cama, ten¨ªa fiebre y le costaba mucho respirar. Era ya muy mayor, pero hasta hace unos d¨ªas estaba bien, iba y ven¨ªa por la casa... No hemos querido entrar, tenemos miedo¡±, dice. ¡°Ha habido casos de ¨¦bola cerca de aqu¨ª, en Daru, y a todos se nos ha pasado por la cabeza¡¡±. En la puerta de la casa, los voluntarios de Cruz Roja ya est¨¢n listos para entrar. Nixon B. Aruna, un joven de 18 a?os que quiere estudiar Medicina, coge la fumigadora y empieza a desinfectar: la entrada, la barandilla, las paredes, el suelo... Y entran todos.
Pasados unos minutos, uno de ellos sale con una bolsita. Son fluidos del cad¨¢ver para hacer el test del ¨¦bola. Pero los resultados tardar¨¢n un d¨ªa en llegar y hay que continuar con el proceso. Desnudan el cad¨¢ver, lo amortajan y lo meten en una bolsa blanca impermeable, que sacan al exterior. Desde all¨ª, otros tres voluntarios lo trasladan en camilla hasta la fosa y ellos mismos lo colocan dentro. Dos personas cogen las palas y empiezan a echar tierra mientras Mussa entona un canto f¨²nebre. La ceremonia, que es m¨ªnima y sin florituras, dura apenas cinco minutos. Las mujeres rompen en llanto. ¡°?Ya podemos entrar en la casa?¡±, pregunta el primog¨¦nito. ¡°Esperad hasta ma?ana¡±. Los voluntarios empiezan a desvestirse. ¡°Este es el momento m¨¢s delicado, cualquier peque?o error puede hacer que te infectes a ti mismo¡±, explica James.
La reacci¨®n en la gente es variada. ¡°A veces nos ignoran o nos miran mal. Incluso nos dicen que estamos esparciendo alg¨²n veneno para matarlos o que cogemos partes del cuerpo del cad¨¢ver para seguir extendiendo la enfermedad. Cosas as¨ª. Otras veces somos bien recibidos¡±, cuenta Aruna. Cuando les toca ir al centro de aislamiento de MSF, el procedimiento es a¨²n m¨¢s fr¨ªo, si cabe, y los familiares casi nunca acuden a los entierros, no quieren ni acercarse por all¨ª. Cruz Roja tiene agentes sociales en todos los municipios de Kailahun para que no se les escape ni un fallecimiento.
Hilda de Klerk, responsable de MSF en Kailahun, dice: ¡°Les decimos que tienen que cambiar sus h¨¢bitos, que no pueden tocar sus cad¨¢veres, ni abrazarlos ni enterrarlos. Es duro. Pero saben que el ¨¦bola est¨¢ aqu¨ª, conocen sus consecuencias y el miedo es poderoso. Est¨¢n cambiando¡±.
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