La mujer que defiende la dignidad menstrual
La colombiana Diana Sierra es la creadora de Be Girl, una marca social que fabrica braguitas menstruales reutilizables que distribuye gratuitamente en pa¨ªses donde las ni?as se ven obligadas a abandonar la educaci¨®n como consecuencia del per¨ªodo. La marca trabaja tambi¨¦n un proyecto educativo que est¨¢ ayudando a miles de ni?as a entender (y querer) su menstruaci¨®n.
Si la historia de Diana te ha hecho pensar y t¨² tambi¨¦n quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Alrededor de los 35 a?os, Diana Sierra volvi¨® a conectar con aquel d¨ªa en el que le dijeron que nunca m¨¢s volver¨ªa a ser una ni?a. Su primera menstruaci¨®n aparece ahora, con ese poder revelador del paso de los a?os, como el inicio de uno de los ciclos m¨¢s importantes de su vida. Y no porque entonces Diana se convirtiese instant¨¢neamente en mujer (¡°se?orita¡±, le dijeron a ella), sino porque muchos a?os despu¨¦s entender¨ªa las enormes barreras que la menstruaci¨®n supone para buena parte de las ni?as y mujeres del mundo.
Antes de que Diana llegara a esta conclusi¨®n y decidiese intentar hacer algo, claro, pasaron muchas cosas.
El repudio hacia la regla est¨¢ en todas partes
El mundo est¨¢ lleno de mitos y pr¨¢cticas que han servido para estigmatizar la menstruaci¨®n de las mujeres y, por ende, sus vidas. Existen lugares donde el poder de estos mitos es absolutamente demoledor: el chaupadi es una pr¨¢ctica hind¨², presente en algunas zonas de Nepal, por la que se obliga a las ni?as y mujeres a abandonar el hogar y dormir en una choza durante los d¨ªas de menstruaci¨®n.
Pero, m¨¢s all¨¢ de los casos de estigmatizaci¨®n m¨¢s extremos, el prejuicio hacia la menstruaci¨®n es uno de los fen¨®menos m¨¢s globalizados que existen. Mientras escucho a Diana, me pongo a prueba: ?hablo de mi regla con naturalidad delante de los hombres? ?Cu¨¢ntas veces he utilizado un eufemismo para referirme a mi per¨ªodo? ?Por qu¨¦ siempre escondo el tamp¨®n en las mangas como si llevase droga, un arma, no s¨¦, cualquier cosa prohibida? Cuanto m¨¢s lo analizo menos entiendo por qu¨¦ esta relaci¨®n tan extra?a con una parte esencial de mi naturaleza.
Desde un pueblito de Colombia Diana se mud¨® a Bogot¨¢ con una beca para estudiar en la Universidad. Cuatro a?os antes, cuando ten¨ªa 12, le hab¨ªa llegado su primera menstruaci¨®n y los primeros mensajes sobre lo que implicaba ser una se?orita. ¡°No puedes jugar con los se?oritos, no puedes montar en bici, no puedes saltar... no puedes. Eso es lo que yo muchas veces escuch¨¦ creciendo¡±. Aquel fue, sin saberlo, el primer crac para Diana: ¡°empiezas a ver todo este proceso, que podr¨ªa ser s¨²per natural, como algo lleno de restricciones¡±.
En todo el mundo, el acceso a los productos de higiene menstrual ha estado cargado de dificultades. Hace unas semanas, viajaba por Ir¨¢n (acompa?ada de mi regla) y, como ya me ha sucedido en otros pa¨ªses, fue imposible encontrar compresas (olv¨ªdate de los tampones) en un supermercado. Pero adem¨¢s, el tipo de impuesto al que se gravan estos art¨ªculos suele ser el mismo que el de los art¨ªculos de lujo, a pesar de tratarse de un consumo de primera necesidad (?qu¨¦ mujer puede elegir no tener la regla?). En Espa?a, la denominada tasa rosa de compresas y tampones es del 10% (el IVA a los art¨ªculos de primera necesidad es de un 4%). Se est¨¢n dando pasos para combatir este impuesto machista (Canad¨¢, Irlanda y Kenia ya no lo aplican), pero el camino ser¨¢ largo.
De Bogot¨¢, Diana se traslad¨® a EE UU donde, durante los 10 a?os siguientes, se dedicar¨ªa a dise?ar productos para grandes marcas como Panasonic, Nike o LG. Con mucho esfuerzo hab¨ªa logrado convertirse en una dise?adora de ¨¦xito. Sin embargo, algo fallaba.
¡°Empec¨¦ un m¨¢ster en la Universidad de Columbia y, por casualidad, entr¨¦ en una clase sobre acceso a energ¨ªa donde hablaban de las muertes de ni?os a causa de la neumon¨ªa o de ni?as quemadas por hacer sus deberes junto a una l¨¢mpara de queroseno... Fui verdaderamente consciente de las carencias derivadas de la falta de acceso al dise?o¡±, explica. Diana asumi¨® entonces que estaba dise?ando para el cliente equivocado.
Decidi¨® irse a Uganda para participar en un proyecto de emprendimiento local. Cada d¨ªa, llegaban al taller ni?as de entre 10 y 11 a?os a pedir trabajo. Sin entenderlo, Diana hizo lo necesario: preguntar a la gente local. ¡°Entend¨ª que la raz¨®n era que las ni?as, con su primer per¨ªodo, empiezan a faltar a clase, entre otras cosas porque no tienen absolutamente nada para protegerse. Una semana cada mes y, si lo juntas, es casi una cuarta parte del curso escolar¡±, explica.
Cuando menstruar es incompatible con educar
En lugares donde, adem¨¢s, la educaci¨®n supone para muchas familias un esfuerzo econ¨®mico, al no rendir o dar resultados, los padres deciden sacar a las ni?as de la escuela y ponerlas a trabajar. La menstruaci¨®n se convierte en una desventaja insalvable que las aleja de su educaci¨®n. Conocer esta realidad supuso para Diana un segundo crac.
Aunque todav¨ªa son escasos los estudios globales sobre el impacto social de la menstruaci¨®n en las ni?as y mujeres en el mundo, organismos como UNICEF y el Banco Mundial apuntan que, en ?frica una de cada diez ni?as faltan a la escuela cuando tienen el per¨ªodo. En todo el mundo, una de cada tres ni?as no tiene acceso a ba?os y servicios adecuados, lo que provoca que muchas decidan quedarse en casa para evitar contratiempos.
Me imagino a Diana con todas estas cifras en su mente de dise?adora, tratando de buscar soluciones al problema. ¡°Cog¨ª tela de sombrilla y una mosquitera e hice un prototipo para una toalla lavable dentro de la que se pod¨ªa meter cualquier tipo de material absorbente¡±. De ah¨ª empez¨® a desarrollar m¨¢s y m¨¢s prototipos hasta que, finalmente, cre¨® el piloto de lo que hoy es su producto.
Aquel proceso dur¨® ocho meses. Diana volvi¨® a la Universidad de Columbia con algo muy distinto a lo que ten¨ªa cuando empez¨® su m¨¢ster: por fin hab¨ªa dise?ado un producto en el que realmente cre¨ªa.
Una ni?a orgullosa de ser ni?a
La Universidad apoy¨® su iniciativa y, compaginando su anterior trabajo, segu¨ªa dise?ando las toallitas, que distribu¨ªa en Uganda y en otros pa¨ªses de ?frica. Pronto se encontrar¨ªa con el tercer crac, que supuso apostar definitivamente por el proyecto de su vida.
Leyendo los cuestionarios e informes sobre el producto donde se recog¨ªan los comentarios de las ni?as que hab¨ªan recibido las toallitas, una ni?a hab¨ªa dejado un texto en el que dec¨ªa que lo que m¨¢s le hab¨ªa gustado era que alguien, en alguna parte del mundo, la quer¨ªa al haber hecho una toallita para ella, por lo que se sent¨ªa orgullosa de ser ni?a. Aquello fue el crac definitivo y, mientras lo cuenta, a Diana se le quiebra la voz, se le achina la mirada, se le asoman, todav¨ªa hoy, las l¨¢grimas.
Hace cuatro a?os de aquel ¨²ltimo crac con la forma del texto de una ni?a del que, adem¨¢s, tambi¨¦n surgi¨® el nombre para la marca: Be Girl, con la que ha llegado a 25 pa¨ªses y que le ha permitido distribuir m¨¢s de 56.000 productos. Be Girl es, en realidad, un paraguas que engloba distintas ideas, entre ellas, un concepto de mecenazgo por el que una persona que compra una de las braguitas puede donar otra a una persona que la necesita; o productos educativos sobre el ciclo menstrual como el que ahora mismo est¨¢ desarrollando en Mozambique y que ya ha involucrado a m¨¢s de 14.000 ni?as y a mil ni?os.
Para Diana es importante seguir presionando para eliminar impuestos injustos como el de la tasa rosa. Pero tambi¨¦n, y sobre todo, hablar con las ni?as. ¡°Aquellas con las que trabajo son superfuertes. Yo solo ayudo a que estas ni?as, que tienen todo ese potencial, tengan las herramientas para alcanzarlo¡±. Y por fin Diana cierra el c¨ªrculo que ella misma empez¨® con aquella, su primera menstruaci¨®n.
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Contenido adaptado del v¨ªdeo de Diana
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Me dediqu¨¦ 11 a?os a dise?ar con Panasonic, con Nike. Ahora yo hago braguitas para la protecci¨®n menstrual.
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Por pura casualidad entr¨¦ a una clase que se llamaba Acceso a Energ¨ªa, y ah¨ª me di cuenta de lo que es el problema en ?frica de acceso, literalmente, a mejores formas de vida. Y ver eso, como mujer y como dise?adora, fue un llamado a hacer algo m¨¢s.
01:06
Las ni?as, cuando les empieza a llegar el periodo, no tienen absolutamente nada que ponerse para protegerse, empiezan a faltar a clase una semana cada mes, casi la cuarta parte del a?o escolar.
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Solamente el 10% realmente tienen acceso a lo que es el cuidado femenino. Entonces cog¨ª una sombrilla y una mosquitera y me hice un prototipo para una toalla lavable.
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Y despu¨¦s de un a?o de estar trabajando en esto, estaba leyendo la opini¨®n de las ni?as sobre las toallitas que yo hab¨ªa repartido y una de ellas en particular dec¨ªa que alguien en alguna parte del mundo la quer¨ªa porque hab¨ªa hecho esa toallita para ella, y que por eso se sent¨ªa orgullosa de ser ni?a.
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Eso para m¨ª lo signific¨® todo, al otro d¨ªa renunci¨¦ a Panasonic.
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Nosotros en estos momentos hemos llegado a mas de 25 pa¨ªses y hemos cubierto mas de 50.000 ni?as con productos, es un pasito m¨¢s hacia la equidad; cuando uno ya sabe que, con sus herramientas, su educaci¨®n y su desempe?o puede ayudar a que otras personas tengan esa posibilidad.
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Es en cierta manera decirle que t¨² no eres prisionera de tu cuerpo, realmente alzando la voz y diciendo que no es justo. Yo hago braguitas para la protecci¨®n menstrual, ese es el objeto, pero en s¨ª lo que hay detr¨¢s de ¨¦l es poder permitir que una ni?a no se sienta limitada por serlo, por su cuerpo, y pueda mantenerse en la escuela, pueda educarse, porque una ni?a que puede ir a la escuela, puede ir al colegio y puede graduarse es una ni?a que puede trabajar, es una ni?a que tiene independencia y puede tomar decisiones sobre su vida y su futuro.
Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.