¡°No deber¨ªamos tener que faltar a clase por luchar contra el cambio clim¨¢tico¡±
"Soy una ni?a que dice que otras personas est¨¢n robando mi futuro", dice sobre ella misma Greta Thunberg
Llega sola, cargando con un cartel de madera. Una lluvia fina cae sobre su chubasquero amarillo de varias tallas m¨¢s de lo que deber¨ªa y que esconde su figura menuda. Cruza los arcos del majestuoso edificio del Riksdag, el Parlamento sueco, y sigue andando en l¨ªnea recta, ignorando el traj¨ªn de la calle. Son casi las ocho de la ma?ana del viernes y en la plaza de Mynttorget ya hay gente esper¨¢ndola. Ella apenas intercambia algunas palabras y coloca su cartel al lado de una jardinera: Skolstrejk for Klimatet, huelga escolar por el clima. En este lugar del centro de Estocolmo empez¨® todo en agosto. Fue cuando Greta Thunberg, hasta entonces conocida por ser la hija de una famosa cantante sueca de ¨®pera, emprendi¨® la protesta que la convertir¨ªa en pocos meses en el s¨ªmbolo del movimiento juvenil de lucha contra el cambio clim¨¢tico que promete llenar las plazas en la huelga mundial del 15 de marzo.
"Yo tan solo he llegado en el momento justo. Cada vez m¨¢s personas son conscientes de la situaci¨®n de emergencia que vivimos, del hecho de que estamos atravesando una crisis existencial que no ha sido tratada nunca como tal", dice. Es la semana 29 de los "Viernes para el futuro" o #FridaysForFuture, la etiqueta en ingl¨¦s con la que la protesta se ha extendido como p¨®lvora, primero en las redes sociales y luego en las calles de decenas de ciudades de todo el mundo. El viernes fue el d¨ªa que eligi¨® para continuar con una huelga que al principio se prolong¨® durante tres semanas seguidas: el objetivo era obligar a su pa¨ªs a cumplir con el Acuerdo de Par¨ªs sobre el clima. Ni ella ni su familia imaginaban el impacto que tendr¨ªa. "Empez¨® el 20 de agosto. Pens¨¢bamos que estar¨ªa aqu¨ª un rato, que volver¨ªa a casa para la comida, pero no. Y lo mismo hizo el d¨ªa despu¨¦s y el siguiente", cuenta Svante Thunberg, el padre de Greta, que durante las m¨¢s de siete horas de la huelga de su hija, discretamente, se acerca a la plaza.
Cuando la protesta empez¨® a salir en los medios lleg¨® una invitaci¨®n para el TEDTalk, luego otra para la cumbre del clima de Naciones Unidas de Katowice (Polonia), donde la joven deslumbr¨® con un discurso de frases contundentes y sin medias tintas, el mismo tono que us¨® en enero en Davos o hace unas semanas en Bruselas. Frases como esta, que suelta cuando se le pregunta c¨®mo se siente cuando alguien dice que tan solo son unos ni?os protestando: "Estoy de acuerdo. Nosotros solo somos ni?os que protestan, no deber¨ªamos estar haciendo esto, no deber¨ªamos tener que hacerlo, sentir que nuestro futuro est¨¢ amenazado hasta el punto de tener que faltar a clase por luchar por esto. Es un fracaso de las generaciones anteriores que no han hecho nada".
¡ª?Por qu¨¦ cree que su protesta est¨¢ teniendo este impacto?
Invitaci¨®n del Gobierno espa?ol
El presidente del Gobierno espa?ol, Pedro S¨¢nchez, envi¨® esta semana una invitaci¨®n a Greta Thunberg para hablar en el Congreso de los Diputados el pr¨®ximo martes, antes de la huelga escolar mundial del 15 de marzo. La invitaci¨®n lleg¨® firmada por el secretario de Estado de Asuntos Internacionales, Jos¨¦ Manuel Albares. Pero no estar¨¢ el 12 de marzo en el Congreso. Desde su familia explican que el viaje es muy largo, ya que ella solo viaja en tren. No ser¨ªa posible organizarlo con poca antelaci¨®n, y teniendo en cuenta que tiene que ir al instituto.
¡ªTengo un mensaje muy directo y soy una ni?a que dice que otras personas est¨¢n robando mi futuro y el de otros. Mucha gente se siente culpable.
Greta Thunberg es, en realidad, una adolescente de 16 a?os en un cuerpo de ni?a. Aparenta menos a?os de los que tiene por las secuelas de una fuerte depresi¨®n que la llev¨® a dejar de comer durante dos meses y a perder 10 kilos: "Cuando ten¨ªa 11 a?os, empec¨¦ a estar muy deprimida: dej¨¦ de comer, dej¨¦ de hablar, dej¨¦ de ir a la escuela. Esto ten¨ªa que ver mucho con el cambio clim¨¢tico: yo estaba muy preocupada. No sab¨ªa qu¨¦ hacer¡". Su padre explica que todo comenz¨® despu¨¦s de ver en el colegio unos v¨ªdeos sobre este asunto. Lo que para la activista fue tan impactante, para el resto de su clase fue algo que desapareci¨® de sus preocupaciones nada m¨¢s salir al recreo. "Cuando ella dice que su depresi¨®n tuvo que ver con el clima hay que entender que ten¨ªa una fuerte sensaci¨®n de haberse quedado apartada y sola", a?ade.
La soledad y la incomprensi¨®n tambi¨¦n derivaban de uno de los primeros datos biogr¨¢ficos que de ella se conocen. Lo revela en su perfil de sus redes sociales: tiene s¨ªndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que afecta a la interacci¨®n social. "No hablo con la gente m¨¢s de lo que tengo que hacer... No es tan duro, lo puedo gestionar, pero aun as¨ª es abrumador, toda esta gente alrededor", admite tras haber sido recibida por miles de estudiantes en Bruselas, Par¨ªs o Hamburgo.
En la plaza de Mynttorget la gente sigue llegando. Peque?os grupos van rotando y en total, al final de la jornada, habr¨¢n pasado unas 200 personas. "No viene mucha gente", comenta David Fopp, profesor universitario, "somos una sociedad no conflictiva y muchos piensan que ya se ha hecho bastante aqu¨ª contra el cambio clim¨¢tico". A pesar de eso, los tabloides suecos Aftonbladet y Expressen han nombrado a Greta?Thunberg "mujer del a?o". "Cuando te ocupas del cambio clim¨¢tico ¡ªcomenta ella¡ª ves que las mujeres son m¨¢s activas. Seg¨²n muchos estudios, los hombres de media producen m¨¢s emisiones que las mujeres. Ellas ser¨¢n las m¨¢s afectadas. Esta lucha tiene mucho que ver con el feminismo".
"Mi vida ha cambiado"
Entre sus sostenedores en la plaza hay de todo, cada uno con su hashtag: abuelos para el futuro, escritores para el futuro y hasta inversores para el futuro¡ A la hora de la salida del colegio llegan grupos de ni?os con carteles de mil colores. La activista apenas interact¨²a, pero de vez en cuando los mira y esboza una sonrisa p¨ªcara, que, junto a sus dos largas trenzas y a sus ojos verdes, la hace parecerse a Pippi Calzaslargas, la impertinente ni?a de los libros de la escritora sueca Astrid Lindgren.
"Antes de todo esto yo era muy t¨ªmida y a¨²n lo soy en privado. Siempre era la persona que estaba detr¨¢s, la que nadie notaba", dice Thunberg. La protesta ha sido como una terapia. "Mi vida ha cambiado mucho, me siento con m¨¢s energ¨ªa, m¨¢s feliz, puedo tener algo que tiene sentido, algo que hacer. No tengo mucho tiempo libre pero est¨¢ bien".
El cambio ha sido radical para toda su familia. Es vegana e intenta que sus padres lo sean. Svante Thunberg casi lo consigue; la madre, Malena Ernman, sigue comiendo queso. Para ella, la mayor renuncia fue dejar de coger aviones como le ped¨ªa su hija para reducir el impacto ambiental de sus acciones. "Ha tenido que cambiar su carrera. Sigue cantando pero ahora lo hace en musicales aqu¨ª en Estocolmo", explica la joven. Cuando habla de los logros obtenidos con su familia se le ilumina la cara. Lo mismo ocurre cuando imagina lo que puede pasar el pr¨®ximo viernes con la huelga global de estudiantes: "Me entusiasmo pensando en el d¨ªa despu¨¦s, cuando mirar¨¦ en Internet y ver¨¦ las fotos que llegan de todo el mundo". Ella gestiona sus redes sociales y contesta a los mensajes. No todos llegan por Internet. Mientras el fot¨®grafo prepara la c¨¢mara para hacerle un retrato, una mujer se acerca y le entrega una carta: la env¨ªa una joven francesa.
"Esto es como en los cuentos: un ni?o, el m¨¢s peque?o de todos, empuja a los dem¨¢s a luchar contra el drag¨®n", comenta Gerd Johnsson, una activista de 66 a?os, tras regalar dos ramos de tulipanes rojos a su hero¨ªna.?Thunberg los reparte entre los j¨®venes que se quedan hasta el final de la huelga. A las tres, recoge su cartel y andando, en silencio, con su padre al lado, enfila la misma calle por la que horas antes hab¨ªa llegado.
El riesgo de convertirse en una marca
"Mucha gente ha usado mi nombre con fines comerciales o no comerciales y no puedo pararlo. Si alguien me pregunta y es algo que hacen por lucro, yo digo que no, pero no puedo parar a toda la gente, no tengo mucho tiempo...". Greta Thunberg es consciente del riesgo de estar convirti¨¦ndose en una marca. Su cara aparece en convocatorias de manifestaciones, camisetas¡ No puede evitar que esto pase pero, al ver que su fama aumentaba, decidi¨® no afiliarse a ninguna organizaci¨®n. Aun as¨ª ha tenido que dar un paso al frente para contrarrestar, con largas publicaciones en Facebook, los rumores y las sospechas de tener a alguien detr¨¢s, y para explicar que ella viaja solo con el permiso de su instituto y de sus padres, que han costeado todos sus desplazamientos, desde Katowice (Polonia) hasta Davos (Suiza) o Bruselas. "Mucha gente se ha ofrecido a pagar; cuando fue a Davos la organizaci¨®n quiso pagar el viaje y lo mismo cuando fue a Bruselas. Y quiz¨¢ podemos pensarlo cuando son ocasiones oficiales, pero de momento lo hemos pagado todo nosotros", asegura el padre.
El riesgo de ser usada como una marca se hizo realidad cuando un empresario sueco activo en el movimiento contra el cambio clim¨¢tico us¨® su nombre para los folletos destinados a los inversores de una nueva start-up, reconociendo despu¨¦s que no hab¨ªa informado ni a la joven ni a su familia. Ella tambi¨¦n ha contestado a quien sospechaba que su protesta fuera la campa?a de lanzamiento del libro que sus padres escribieron para contar la experiencia de estos ¨²ltimos dos a?os. La publicaci¨®n ten¨ªa que salir en mayo pero tras problemas con la primera editorial, encontraron finalmente otra que quiso sacarlo el 24 de agosto, dos semanas antes de las elecciones generales en Suecia. "Me esperaba que hubiera odio, si no encuentran algo, lo inventan. Y es triste", lamenta la activista.
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