Los protestas por el clima suben de tono en B¨¦lgica para forzar un cambio constitucional
Los manifestantes bloquean una calle y acampan cerca del Parlamento belga
La protesta clim¨¢tica en B¨¦lgica se encrespan. Tras sacar a las calles a 70.000 personas en sendas marchas en diciembre y enero, y despu¨¦s de 11 semanas consecutivas de manifestaciones estudiantiles cada jueves, la frustraci¨®n es patente. Pocos dudan de los logros de las movilizaciones: la lucha contra el calentamiento global ser¨¢ uno de los ejes de la campa?a para las elecciones belgas del 26 de mayo. Pero esas concentraciones pac¨ªficas, acompa?adas de m¨²sica y exentas de incidentes, se han demostrado ineficaces hasta ahora para sacar adelante la nueva ley que recorta las emisiones contaminantes en B¨¦lgica, el gran objetivo de los indignados clim¨¢ticos.
La resistencia del Parlamento belga a adoptar la norma a pesar de la presi¨®n en la calle, ha soliviantado los ¨¢nimos de los l¨ªderes sociales, y ha propiciado un giro estrat¨¦gico. "Lo que va a cambiar son los m¨¦todos, m¨¢s enfocados hacia la desobediencia civil y la acci¨®n directa no violenta", advierte Johan Verhoeven, del colectivo?Act For Climate Justice. La primera demostraci¨®n de ese viraje lleg¨® este domingo, cuando casi medio millar de activistas bloquearon la calle situada frente al Parlamento belga, una zona en la que los actos pol¨ªticos est¨¢n prohibidos.?
La convocatoria, bajo el lema Occupy for climate, ¡ªen un gui?o al antiglobalizaci¨®n Occupy Wall Street de 2011¡ª tom¨® por sorpresa a las fuerzas del orden, que pronto desplegaron un amplio dispositivo de seguridad y cerraron el acceso al lugar para evitar que su n¨²mero aumentara. Los agentes negociaron con los j¨®venes que trasladaran el improvisado campamento unos metros m¨¢s all¨¢ para salir de la franja restringida, y as¨ª lo hicieron. Fuera del per¨ªmetro de seguridad se formaron peque?os grupos. En uno de los laterales trataron de abrirse paso sin ¨¦xito Mustaf¨¢, comercial de 37 a?os, y Fran?ois, cocinero de 31. Ambos prefieren ocultar su apellido por temor a represalias. Su presencia es un ejemplo de la transversalidad de los asistentes. Mustaf¨¢ se anim¨® a participar en las marchas preocupado por el deterioro del planeta, mientras que Fran?ois acumula a?os de activismo. Se define como comunista y se dice fascinado por el movimiento de los indignados espa?oles.
Los agentes no trataron de evacuar a los manifestantes que bloqueaban la calzada por la fuerza, pero se enfrentaron a los que coreaban consignas junto al cord¨®n policial. Uno de los j¨®venes fue detenido cuando usaba un meg¨¢fono sin haber mediado provocaci¨®n previa. Y un grupo de una decena de personas, entre ellos una diputada ecologista y este periodista, fueron detenidos, las manos atadas a la espalda, y subidos a un furg¨®n. Finalmente, y pese a que en un principio los agentes ignoraron la acreditaci¨®n del periodista repetidamente, pasada media hora un responsable policial orden¨® la liberaci¨®n de ambos.
Acaban de bajarme atado de las mu?ecas de un furg¨®n policial en Bruselas. Este es el momento en que los polic¨ªas se disponen a atarnos las manos a la espalda. A un grupo de personas que ped¨ªa medidas contra el cambio clim¨¢tico y a m¨ª, que cubr¨ªa la protesta. Explicaci¨®n abajo? pic.twitter.com/MBWivle43V
— ?lvaro S¨¢nchez (@Alvaro1984) March 24, 2019
Los activistas durmieron en tiendas de campa?a en plena calle, y durante la ma?ana cambiaron el campamento de lugar. Su intenci¨®n es mantener la presi¨®n hasta este martes por la ma?ana, cuando una comisi¨®n del Parlamento belga debe decidir si los diputados votan la nueva ley clim¨¢tica,?para lo cual es necesario reformar el art¨ªculo 7bis de la Constituci¨®n. La ley, elaborada por un grupo de acad¨¦micos, contempla una reducci¨®n de los gases contaminantes del 55% en 2030 respecto a 1990.
Artistas, miembros de ONG, y j¨®venes como Anuna De Wever, la gran inspiradora de las protestas estudiantiles de cada jueves, acudieron a la acampada de este lunes. Todos ellos temen que el tir¨®n de las reivindicaciones clim¨¢ticas en la calle, sin precedentes en la historia belga, no baste para cambiar el sistema, y ese clamor ciudadano quede diluido. "Hubo muchas manifestaciones hist¨®ricas en B¨¦lgica, y vemos que nada pas¨®. Ninguna de las reivindicaciones sali¨®. Si no votan esta ley antes del martes no habr¨¢ una oportunidad en a?os", dice Verhoeven inquieto.
Las portadas de prensa y las vagas promesas pol¨ªticas han dejado de ser suficiente. Y junto a la falta de ambici¨®n dom¨¦stica, las entidades tambi¨¦n lamentan que B¨¦lgica no aprovechara la cumbre europea de la semana pasada para dar un impulso a la cuesti¨®n clim¨¢tica en el continente. El presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, que en los ¨²ltimos tiempos lidia con el caos callejero provocado por los chalecos amarillos, fue el m¨¢s cr¨ªtico de los l¨ªderes europeos. "No respondemos con claridad ni a los compromisos del acuerdo de Par¨ªs ni a la juventud que se manifiesta cada semana", asegur¨® durante su intervenci¨®n en Bruselas del viernes.
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