El capit¨¢n del ¡®Rainbow Warrior¡¯: ¡°Estamos en un punto en que podemos destrozar el mundo o salvarlo¡±
Joel Stewart, el capit¨¢n m¨¢s veterano de Greenpeace, observa cada d¨ªa desde su puesto de mando los cambios que provoca el calentamiento global
Es in¨²til preguntarle por el n¨²mero de pa¨ªses que ha visitado o de millas que ha navegado. Perdi¨® la cuenta hace tiempo. ¡°He dado alguna vuelta al mundo¡±, dice cuando se le insiste. Joel Stewart (Oreg¨®n, EE UU, 1955) habla desde el puente de mando del velero Rainbow Warrior, fondeado en la bah¨ªa de Algeciras (C¨¢diz). A un lado est¨¢ Gibraltar, un poco m¨¢s all¨¢ La L¨ªnea y Algeciras y a la espalda Marruecos. ¡°El Mediterr¨¢neo ya no tiene el mismo color azul aqu¨ª¡±, observa al poco de echar el ancla. Esta bah¨ªa es un punto caliente de la contaminaci¨®n que se ha acostumbrado a los vertidos y las manchas aceitosas que surcan la superficie marina. Stewart cumplir¨¢ en septiembre 30 a?os trabajando para Greenpeace. Es el m¨¢s veterano de los 11 capitanes que se turnan ¡ªtres meses en el mar y tres meses de descanso¡ª para guiar los tres barcos de esta organizaci¨®n: Rainbow Warrior, Arctic Sunrise y Esperanza. ?l est¨¢ al frente ahora del m¨¢s emblem¨¢tico: el velero heredero del primer barco de la organizaci¨®n ecologista, que fue hundido en Nueva Zelanda por los servicios secretos franceses en 1985. Cuatro a?os despu¨¦s del atentado, Stewart entr¨® como capit¨¢n en la ONG.
En su biograf¨ªa de n¨®mada se intuyen dos puntos fijos: Alaska y, aunque suene extra?o para una persona mitad ecologista y mitad marinero profesional, el petr¨®leo. Ambos ¡ªel territorio estadounidense y ese combustible f¨®sil¡ª est¨¢n muy relacionados en su vida. ¡°Yo trabajaba como capit¨¢n de buques de carga y estaba en Alaska cuando el petrolero Exxon Valdez choc¨® con una roca y produjo aquel derrame tan grande en marzo de 1989 (...). Conoc¨ªa esa bah¨ªa muy bien. Era preciosa, salvaje, muy bonita y con mucha pesca, animales, ballenas¡ Y result¨® muy da?ada¡±. Aquel fue el empuj¨®n que necesitaba para enrolarse con Greenpeace, con los que ya hab¨ªa estado como voluntario. ¡°Quer¨ªa un trabajo que me diera un sentido¡±.
Tres d¨¦cadas despu¨¦s y tras haber recorrido los mares, concluye: ¡°Nos estamos quedando sin tiempo. Los cient¨ªficos nos dicen que tenemos 12 a?os, bueno, ahora ya son 11, para cambiar radicalmente el uso de los combustibles f¨®siles. Si no, la temperatura va a subir demasiado¡±. Un peque?o escalofr¨ªo recorre el espinazo ante sus advertencias. Porque no es lo mismo leer en informes los escenarios del cambio clim¨¢tico que verlos a trav¨¦s de los ojos de un capit¨¢n que lleva media vida recorriendo el planeta. ¡°Los marineros vemos que los huracanes son mucho m¨¢s grandes. Y eso es muy peligroso para nosotros y para todos los que viven en la costa. La temperatura de la superficie del mar est¨¢ subiendo mucho y eso es echar gasolina en un fuego para los huracanes. Y lo que nos espera va a ser m¨¢s duro¡±.
Al hablar de esos impactos presentes del calentamiento regresa al ¡°lugar m¨¢s bonito del mundo¡±, Alaska: ¡°Se nota que el aumento de la temperatura de las aguas est¨¢ cambiando los peces que hay all¨ª. Y eso est¨¢ afectando a las migraciones de los p¨¢jaros que com¨ªan esos peces. El permafrost [la capa de tierra que permanece congelada continuamente] se est¨¢ derritiendo y quemando y liberando el metano, hay incendios porque est¨¢ muy seco. La temperatura est¨¢ subiendo mucho, se est¨¢ derritiendo el hielo y los osos polares no tienen d¨®nde vivir. Y en poco tiempo el deshielo de los glaciares va a ser mucho m¨¢s fuerte¡±. Stewart advierte: ¡°Ahora el cambio clim¨¢tico no es una idea abstracta de futuro para otras generaciones. Est¨¢ empezando ya la transformaci¨®n. Ya estamos en un colapso clim¨¢tico y con este rumbo vamos al desastre. Por eso tenemos que actuar urgentemente y por eso estamos en crisis¡±.
El capit¨¢n del Rainbow Warrior destaca dos cambios fundamentales sobre el clima a los que ha asistido desde que entr¨® en 1989 en Greenpeace: ¡°El aumento de la cantidad de di¨®xido de carbono que se ha acumulado en la atm¨®sfera y el incremento de la informaci¨®n de los cient¨ªficos sobre c¨®mo est¨¢ cambiando el clima y el poco tiempo que tenemos para evitar una cat¨¢strofe¡±.
Las advertencias que lanza desde su camarote en el velero de Greenpeace, suenan muy parecidas a las alarmas de los cient¨ªficos, de la ONU y de algunos responsables empresariales y pol¨ªticos. Y, sin embargo, los gases de efecto invernadero ¡ªque proceden fundamentalmente de la quema de los combustibles f¨®siles¡ª siguen aumentando. Cuando Stewart entr¨® en Greenpeace la acumulaci¨®n en la atm¨®sfera del di¨®xido de carbono (el principal de esos gases) rondaba las 355 partes por mill¨®n; ahora supera las 410 partes, un nivel nunca alcanzado desde la existencia del hombre, seg¨²n la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial (OMM). ¡°No soy muy optimista, pero tenemos que hacer todo lo que podamos¡±, admite. ¡°Estamos en un punto muy importante en la historia en el que podemos destrozar el mundo o podemos salvarlo y moverlo hacia una direcci¨®n m¨¢s sostenible y justa. Todo el mundo tiene que levantar la voz o estar¨¢n en la parte mala de la historia y las generaciones futuras van a preguntar: ?por qu¨¦ no hicieron nada?¡±.
¡°Lo que me da optimismo es ver movimientos de la juventud como Extinction Rebellion o Friday for Future. Los j¨®venes est¨¢n notando la urgencia y est¨¢n pidiendo a los mayores que cambien¡±, dice sobre unos colectivos con los que se han reunido ¨¦l y el resto de integrantes de la campa?a de Greenpeace que ha tra¨ªdo Rainbow Warrior otra vez a Espa?a este mes. En aguas espa?olas ¡ªy otra vez en una acci¨®n relacionada con combustibles f¨®siles¡ª, Stewart cuenta que pas¨® uno de los peores momentos de su carrera con Greenpeace: ¡°Fue en 2014 con el Arctic Sunrise cuando bloqueamos el sitio donde el Rowan Renaissance quer¨ªa perforar para buscar petr¨®leo¡±. Greenpeace intentaba evitar la campa?a de Repsol en busca de hidrocarburos frente a las costas canarias. Pero una contundente acci¨®n de la Armada Espa?ola les oblig¨® a retirarse: ¡°Hirieron a una activista cuando chocaron su lancha contra la nuestra. Le rompieron una pierna y le cortaron en un pie con la h¨¦lice. Casi se ahoga. Pens¨¢bamos que la hab¨ªamos perdido. Fue muy duro¡±. Todav¨ªa hoy se pregunta por qu¨¦ fue tan contundente la Armada.
Tampoco recuerda Stewart el n¨²mero exacto de veces que ha sido detenido por una protesta como m¨¢ximo responsable del barco de Greenpeace. ¡°15 ¨® 20¡±, calcula. ¡°Pero nunca me han condenado, nuestras acciones son siempre pac¨ªficas¡±. Como la que desarrollaron el viernes en la bah¨ªa de Algeciras, que consisti¨® en desplegar pancartas en el muelle de carga que abastece de carb¨®n a la central t¨¦rmica de Los Barrios.
Entre los planes inmediatos de Stewart no est¨¢ retirarse. ¡°No quiero jubilarme hasta dentro de 11 o 12 a?os. Quiero ver el cambio que se necesita para evitar la cat¨¢strofe clim¨¢tica antes de jubilarme, sobre todo cuando los j¨®venes est¨¢n peleando como ahora¡±. Estas palabras se entienden mejor al ver el entusiasmo y la sonrisa casi infantil con las que el capit¨¢n sigui¨® el viernes el desembarco de los ecologistas en el muelle de la central t¨¦rmica.
¡°Antes de jubilarme quiero ver que, al menos, el mundo se mueve en la direcci¨®n correcta¡±, insiste. Luego, para dentro de esos 11 ¨® 12 a?os, buscar¨¢ para retirarse ¡°un sitio de paz¡±. Qui¨¦n sabe si en Alaska.
17 marineros procedentes de una quincena de pa¨ªses
Ella es la persona m¨¢s atareada y solicitada del Rainbow Warrior. Se llama Mar¨ªa Mart¨ªnez, naci¨® en Sitges (Barcelona) hace 31 a?os y, con permiso del capit¨¢n, es la que manda m¨¢s a bordo. Es la primera oficial, un cargo que en la marina mercante ¡ªde donde ella procede¡ª es raro que est¨¦ ocupado por una mujer. A pesar de que su vida es el mar desde peque?a, estuvo a punto de tirar la toalla hace cinco a?os y no embarcarse m¨¢s. Pero se cruzaron Greenpeace y el Rainbow Warrior?en su vida.
Desde 2014 trabaja para esta organizaci¨®n e intercala tres meses en el mar y tres meses en tierra. "Esto da un sentido a mi profesi¨®n", dice la ¨²nica primer oficial de Greenpeace. Mart¨ªnez est¨¢ al frente de una tripulaci¨®n compuesta ahora por 17 personas procedentes de 15 pa¨ªses. Todos ellos, como los oficiales, tambi¨¦n rotan en periodos de tres meses. Estas son algunas de las personas que forman parte del equipo del Rainbow Warrior en este momento.
Neil Brewster naci¨® hace 55 a?os en Melbourne (Australia) y es el radiooperador del velero. "Soy un ecologista", dice cuando se le pregunta por qu¨¦ trabaja en este nav¨ªo. Lleva 20 a?os encarg¨¢ndose de las comunicaciones en los barcos de Greenpeace, de participar en las acciones reivindicativas y como "responsable de la m¨¢quina de caf¨¦", bromea.
Erik Mekenkamp tiene 44 a?os y es natural de Amsterdam (Holanda). Es el ingeniero jefe del Rainbow Warrior y su trabajo es coordinar a los mec¨¢nicos del barco. Antes de embarcarse en este velero trabajaba en la marina mercante. "Ahora le doy un mejor uso a mis conocimientos", apunta el holand¨¦s.
Tim Tipsuda Atichakaro es tailandesa y tiene 44 a?os. Es marinera profesional y cree en la importancia de los gestos "individuales" para hacer que el mundo cambie a mejor. Por eso se enrol¨® en el Rainbow Warrior.
Wilindro Rodrigues (43 a?os y nacido en la India) tiene un lugar favorito en el barco: la cocina. Y eso a pesar de que lleva 10 a?os trabajando como cocinero en los buques de Greenpeace. "Me gusta", dice sobre su empleo para esta ONG. "No quiero trabajar en otro barco".
Nganhira Belton-Bodsworth tiene 26 a?os y es marinera voluntaria. Procede de Nueva Zelanda y, antes de embarcarse a principios de mes con Greenpeace en el Rainbow Warrior trabaj¨® en un yate de lujo. "Me gusta que mi trabajo tenga un sentido ahora", dice sobre la principal misi¨®n que tiene con esta organizaci¨®n: la protecci¨®n del medio ambiente.
Marina Cannilla, estudiante de Biolog¨ªa en la Universidad de Murcia de 22 a?os, no forma parte de la tripulaci¨®n, sino que es una de las activistas que protagoniza las acciones de protesta de la ONG. "Me encanta escalar y cuando ve¨ªa las acciones de Greenpeace siempre pensaba que quer¨ªa hacerlo yo", apunta. Lleva ya seis misiones. "Mi madre est¨¢ orgullosa, pero se preocupa", admite.
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