El gallo ¡®Maurice¡¯ puede cantar (victoria) al alba
Un tribunal rechaza la demanda de unos vecinos que se quejaban de que el ave cantaba temprano. La sentencia se considera una victoria del mundo rural frente a la ciudad
El gallo Maurice puede cantar victoria. Todo lo fuerte que quiera. A la hora que le d¨¦ la gana. Un juez ha rechazado este jueves la demanda de unos vecinos de la tur¨ªstica isla francesa de Ol¨¦ron que acusaban al animal de despertarlos al alba con su canto matutino. El caso, que qued¨® listo para sentencia en julio y hab¨ªa generado una gran expectaci¨®n en Francia y buena parte del mundo, se ha convertido en un s¨ªmbolo del choque entre el mundo rural tradicional y los visitantes ocasionales urbanos que dicen acudir al campo para buscar la paz de la naturaleza, pero que en ocasiones no soportan los ruidos de los animales.
¡°No tengo palabras. Ganamos. Es una victoria para toda la gente en mi misma situaci¨®n. Espero que sirva de jurisprudencia¡±, dijo la due?a del gallo, Corinne Fesseau, a la agencia France Presse al salir del tribunal.?Maurice no la acompa?aba, como tampoco lo hizo el d¨ªa del juicio, el 4 de julio. S¨ª se plantaron entonces en la sala del tribunal Attila, Jean-Ren¨¦ y Casanova, otros gallos que, junto con sus due?os, quisieron manifestar su solidaridad con un caso que va m¨¢s all¨¢ del canto de una solitaria ave en una isla: en Espa?a, esta primavera, se convirti¨® en viral el v¨ªdeo de un ganadero asturiano que criticaba el cierre de un gallinero porque a los ¡°inquilinos de un hotelito rural¡± cercano les ¡°molestaba el despertador de la naturaleza (¡) porque los pitos cantaban a horas intempestivas¡±. Finalmente, se supo que el gallinero hab¨ªa sido cerrado por falta de licencia. Pero el caso se convirti¨® en otro s¨ªmbolo de ese choque entre la ciudad y el campo.
Tampoco est¨¢n tan claras las fronteras en el caso de Maurice. La batalla en torno al famoso gallo comenz¨® hace un par de a?os. Fue entonces cuando Fesseau instal¨® un gallinero en su casa en Saint-Pierre-d¡¯Ol¨¦ron que, con unos 7.000 residentes fijos ¡ªen verano la poblaci¨®n se quintuplica¡ª es la principal poblaci¨®n de la isla. El problema, seg¨²n el abogado demandante, Vincent Huberdeau, es que lo hizo a solo dos metros de la habitaci¨®n de sus clientes, una pareja de jubilados que construy¨® su vivienda secundaria en esa zona en 2004. Tras varios intentos frustrados de negociar con Fesseau un acuerdo, asegur¨® este verano el letrado, los vecinos decidieron acudir a la justicia, afirmando que?Maurice constitu¨ªa un ¡°perjuicio sonoro¡±.
El caso no es un juicio de ¡°la ciudad contra el campo¡±. ¡°Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, el claxon, la m¨²sica... se trata de un caso sobre el ruido¡±, aleg¨® durante la audiencia Huberdeau, quien adem¨¢s sostuvo que la zona donde se encuentran las casas ¡ªy el gallinero de Maurice¡ª est¨¢ clasificada como zona residencial, ¡°?no es campo!¡±, insisti¨®.
Un detalle que no ha impedido que el caso se convierta en un s¨ªmbolo de la batalla entre el mundo rural y el urbano. Tras la audiencia, un diputado, Pierre Morel-?-L¡¯Huissier, anunci¨® un proyecto de ley para ¡°proteger los ruidos y olores del campo¡±. Y Bruno Dionis du S¨¦jou, alcalde del peque?o pueblo de Gajac, al sureste de Burdeos, reclam¨® en una carta abierta que la Unesco declare patrimonio cultural inmaterial ¡°el canto del gallo, el mugido de la vaca, el rebuznar de los asnos, los ladridos del perro, el canto de los p¨¢jaros y el sonido de las campanas¡±.
Si el mundo rural se ha movilizado con Maurice, es porque la batalla de este gallo no es ¨²nica. Los habitantes de Beausset, una peque?a poblaci¨®n de la Provenza, denunciaron este verano las quejas de unos turistas que quer¨ªan que el Ayuntamiento fumigara los ¨¢rboles de la plaza porque les molestaba el ruido de las cigarras. El a?o pasado, una visitante le pidi¨® al alcalde del pueblo de Bondons, en el centro-este del pa¨ªs, que retrasara el ta?ido de las campanas de la iglesia porque estas sonaban a las siete de la ma?ana y le molestaban. Y en octubre, otro tribunal deber¨¢ analizar la demanda contra una mujer de Soustons, en el suroeste franc¨¦s, porque seg¨²n sus vecinos el medio centenar de patos y ocas que cr¨ªa hacen demasiado ruido.
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