Pero... ?alguna vez el turismo rural fue rural?
El v¨ªdeo del ganadero asturiano que relaciona el cierre de un corral con las molestias que las gallinas generan a un hotel rural abre los ojos a muchos. ?Qu¨¦ ingenuidad! Eso lleva pasando desde siempre
Esta semana se ha hecho viral el v¨ªdeo de un ganadero asturiano que echa pestes por el cierre de una granja de gallinas porque, dec¨ªa, su ruido molesta a los clientes del alojamiento. Al final ha resultado que las cosas no eran exactamente como ¨¦l las contaba. La denuncia en efecto parte del due?o del alojamiento rural, pero ni las gallinas empezaban a cacarear a las seis de la ma?ana (lo hac¨ªan mucho antes), ni lo cierra un juez, ni es por las molestias. El cierre lo decreta el Ayuntamiento de Cangas de On¨ªs a ra¨ªz de la denuncia del hostelero por falta de licencia municipal para esa actividad agr¨ªcola. Pero m¨¢s all¨¢ de los detalles, el fondo de la cuesti¨®n es totalmente correcto. El turismo rural en Espa?a tiene muy poco de campestre. Y las relaciones entre urbanitas que llegan a montar un negocio rural y la poblaci¨®n aut¨®ctona no siempre han sido pac¨ªficas. Y el que a estas alturas se sorprenda es porque nunca ha ido a uno de estos establecimientos.
En el capitalismo, los mercados se regulan por la oferta y la demanda. Y el del alojamiento rural no es una excepci¨®n. La evoluci¨®n de las casas rurales en Espa?a ha venido regulada por la demanda del cliente. Y el cliente ha sido muy claro: la gente dice que va al campo, pero mejor que no sea "muy campo". Prefiere el modelo hotelito con encanto decorado en plan neorrural de revista de muebles, con un par de aperos ambientando la pared del sal¨®n, pero que no huela a vaca ni a gallina y que no tenga un casero que le d¨¦ la brasa cont¨¢ndole batallitas sobre las bondades de la vida pastoril. Y por supuesto, que tenga cuarto de ba?o privado en cada habitaci¨®n y el mismo confort que en un hotel. Las gallinas... mejor retractiladas en el Mercadona.
Empec¨¦ a visitar casas rurales a mediados de los 90, cuando la editorial El Pa¨ªs-Aguilar, el sello de la empresa editora de este diario para libros y gu¨ªas de turismo, me encarg¨® la elaboraci¨®n de Casas rurales con encanto, la gu¨ªa que durante m¨¢s de una d¨¦cada fue la Biblia y la referencia del sector del turismo rural. Hasta que lleg¨® Internet y acab¨® con ella, claro, como con casi todas las gu¨ªas. Durante esos 10 a?os visit¨¦ centenares de casas rurales. Eran tiempos en que el periodismo se hac¨ªa como se debe hacer: sobre el terreno, no en Google. Dudo que haya alguien en este pa¨ªs que haya visitado y probado personalmente m¨¢s casas rurales que yo. As¨ª que cr¨¦anme: s¨¦ de lo que hablo. En este pa¨ªs, el turismo rural fue siempre muy poco rural. No digo que no existan verdaderos agroturismos que mantienen la actividad agropecuaria y la esencia primigenia de este tipo de alojamientos. Por supuesto que los hay. Y algunos, hist¨®ricos. Recuerdo a Joxepi Miura y su granja Urruska, en el Bazt¨¢n; la bella Son Siurana, en Mallorca. O la mas¨ªa Torre Gargallo, en Morella (Castell¨®n).
Pero son una minor¨ªa. Si usted busca en cualquier web de alojamientos rurales ver¨¢ que la mayor¨ªa son casas montadas y decoradas por urbanitas y para urbanitas que creen que la leche nace del tetrabrik, con unos par¨¢metros neorrurales en los que no hay sitio ni para "les pites", ni para "les vaques" ni para nada que huela raro.
El turismo rural existe desde tiempos de Maricasta?a. Ibas a un pueblo y para alojarte solo ten¨ªas la fonda de la plaza, decorada por German Monster, o la se?ora Mar¨ªa, que te alquilaba una habitaci¨®n en su casa. Eso era el turismo rural. Y nadie exig¨ªa nada: o lo tomas o lo dejas; bastante con que las s¨¢banas estuvieran limpias.
Pero llegaron los planes Leader I y Leader II y m¨¢s tarde los FEDER. Dinero a chorros procedente de fondos europeos para ayudar a la creaci¨®n de un parque de alojamiento rural que sirviera de complemento econ¨®mico de la actividad agropecuaria. Esa era la idea original. Que las dos habitaciones que al paisano se le hab¨ªan quedado libres en el cortijo porque los hijos se hab¨ªan ido a estudiar a la ciudad y no hab¨ªan vuelto las pudiera aprovechar para ganar un dinero extra que le permitiera mantener la explotaci¨®n.
?Una idea tan pura como idealista!, visto lo visto.
Recuerdo una an¨¦cdota en una casa rural en la comarca del noroeste de Murcia que con la subvenci¨®n que recibi¨® para reconvertir su casa de labor en un alojamiento rural quit¨® el suelo de barro cocido aut¨¦ntico y lo sustituy¨® por uno de terrazo. Cambi¨® las ventanas de venerable madera de roble por otras de aluminio blanco y las paredes amaestradas a mano por su abuelo las llen¨® de pintura pl¨¢stica al gotel¨¦. Cuando los t¨¦cnicos fueron a inspeccionar el cumplimiento de lo pactado en la subvenci¨®n se llevaron las manos a la cabeza: "?Pero qu¨¦ hecho usted, hombre, se ha cargado el encanto de la casa!", le espetaron. A lo que el paisano respondi¨®: "Pero c¨®mo iba a querer venir la gente de la ciudad a una casa antigua como la m¨ªa; la he arreglado un poco para recibirlos".
En aquellos momentos pudo parecer una atrocidad, pero ahora que lo pienso aquel aldeano con boina y sin estudios se hab¨ªa adelantado al futuro con m¨¢s precisi¨®n que el estudio de una sesuda consultor¨ªa. Efectivamente, la gente de la ciudad quer¨ªa ir al campo pero sin que pareciera el campo.
La primera vez que me aloj¨¦ en una casa rural fue un Navarra, en el valle de Bazt¨¢n, para un reportaje en este peri¨®dico. En el a?o 1994. Me sentaba a ver la tele en el sill¨®n de escay del comedor con la familia, en mi dormitorio estaba todav¨ªa la foto del mayor haciendo la mili. Y el cuarto de ba?o era el ¨²nico de la casa, com¨²n para todos, propietarios y hu¨¦spedes. Aquella vivienda como alojamiento rural ten¨ªa menos futuro que un submarino descapotable.
An¨¦cdotas hay para escribir un libro. La propietaria de cuatro casas rurales en Asturias cuenta que a la m¨¢s bonita de las tres, aislada en medio de prados buc¨®licos, se llega por un camino de tierra y grava. Muchos clientes se quejan porque el camino no est¨¦ asfaltado y alguno lleg¨® a decir que "daba miedo" porque estaba "muy en el campo".
En fin, con todo este revuelo del v¨ªdeo viral nos hemos enterado de que "les pites" no son cool en el turismo rural. Pero ser... ha sido as¨ª desde siempre.
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