La selva Lacandona se queda sin ox¨ªgeno
Bi¨®logos y cient¨ªficos mexicanos se movilizan en Chiapas para disminuir las amenazas que se ciernen sobre uno de los grandes pulmones de M¨¦xico, que ha perdido el 70% de su extensi¨®n desde finales de los a?os setenta
Es noche cerrada pero no silenciosa: la selva, como los tiburones, duerme en movimiento. Se calcula que en una sola hect¨¢rea de selva chiapaneca pueden existir 250 especies de ¨¢rboles que albergan m¨¢s de 3.200 individuos. En cada uno de estos ¨¢rboles pueden llegar a coexistir decenas de orqu¨ªdeas y de cientos a miles de insectos. Mucha de esta flora y fauna del sur de M¨¦xico opera bajo la m¨¢s oscura clandestinidad.?
Previo al alba no solo las especies nocturnas se movilizan, tambi¨¦n lo hacen los diversos equipos de bi¨®logos y cient¨ªficos que trabajan en la estaci¨®n Chajul, ubicada en el c¨¦nit de la selva Lacandona. En lanchas que parten desde el peque?o embarcadero ubicado en las orillas de esa fascinante serpiente de agua dulce verdeazulada que es el r¨ªo Lacant¨²n, los equipos rastrean actividades de especies escurridizas o noct¨¢mbulas. Adem¨¢s de la observaci¨®n de especies amenazadas, el monitoreo contempla tambi¨¦n la de su principal amenaza: los cazadores, saqueadores, invasores y talamontes que han contribuido a que esta selva haya visto reducir su extensi¨®n un 70% desde la promulgaci¨®n de los decretos de conservaci¨®n al final de la d¨¦cada de los setenta.?
Las expediciones que parten del peque?o embarcadero de la estaci¨®n no son un asunto trivial. Los riesgos incluyen hallazgos como el reporte realizado en septiembre de 2018 por la Comisi¨®n de ?reas Naturales Protegidas a la bi¨®loga Paulina Arroyo, encargada del monitoreo de mam¨ªferos en la selva. Una c¨¢mara trampa capt¨® una imagen perturbadora incluso en un pa¨ªs como M¨¦xico, que se ha convertido en un manantial de horrores: el cuerpo de un jaguar decapitado con las garras cercenadas. Lo acontecido en el monumento natural de Yaxchil¨¢n, una antigua ciudad maya en la frontera entre M¨¦xico y Guatemala, no es un caso aislado nos dice la bi¨®loga: ¡°En pa¨ªses como China, la cabeza y las garras del jaguar son vendidas como adornos ex¨®ticos y costosos. Esta actividad constituye un duro golpe a nuestros intentos por contener la depredaci¨®n de la escasa poblaci¨®n de jaguares que a¨²n persiste en la selva¡±.?
Es igualmente por la noche cuando ocurre la mayor¨ªa de las invasiones en el territorio protegido por la Reserva de la Bi¨®sfera Montes Azules. Se estima que existen al menos nueve asentamientos irregulares en su interior. Un asentamiento ilegal de siete familias (como son El Semental o El Correl¨®n, conformados por decenas de familias choles y tzetzales, las otras dos etnias de la regi¨®n lacandona) puede significar la destrucci¨®n de hasta 500 hect¨¢reas. Entre 2000 y 2016, la p¨¦rdida de la cobertura arb¨®rea en la reserva fue de 18.000 hect¨¢reas, en el resto de la selva, en las ¨¢reas no protegidas, supera por mucho las 100.000. Esto significa m¨¢s de 300 millones de ¨¢rboles en 16 a?os o m¨¢s de 18 millones al a?o. Los intereses son tan fuertes que las denuncias contra las invasiones ilegales pueden devenir en sucesos escalofriantes como el secuestro en 2014 de una de las m¨¢ximas exponentes en materia de biodiversidad en el mundo, la mexicana Julia Carabias.?
La estaci¨®n Chajul consiste en un conjunto de cuatro edificios preconstruidos, una cocina, un comedor, una torre-observatorio, una estancia para descansar flanqueada por cuatro hamacas y un embarcadero. Desde ah¨ª, decenas de bi¨®logos y cient¨ªficos realizan labores de observaci¨®n, monitoreo y conservaci¨®n del lugar de mayor biodiversidad en M¨¦xico y uno de los sitios selv¨¢ticos m¨¢s ricos en especies en todo el mundo.?
En las paredes interiores cuelgan fotos de las primeras expediciones. En ellas se ve al bi¨®logo y conservacionista mexicano, Javier de la Maza, fundador de la estaci¨®n Chajul hace 40 a?os, posando junto a pilotos frente a avionetas que flanquean unas construcciones en obra negra. Hay fotograf¨ªas tambi¨¦n de aquella gran inundaci¨®n que ocurri¨® en la estaci¨®n tras el hurac¨¢n Mitch en 1998. En las habitaciones cuelgan im¨¢genes de jaguares tomadas por el mismo Javier, fotos de tapires y otras especies amenazadas, cuadros taxon¨®micos con especies de serpientes de la regi¨®n. Estos detonan historias como la vez que un bi¨®logo tuvo que esconder una mort¨ªfera nauyaca en un saco a las afueras de la estaci¨®n para poder liberarla al amanecer y as¨ª evitar que la mataran. En Chajul, a contracorriente con el resto de lo que sucede en este pa¨ªs, la vida se privilegia.?
Basta poner los pies en la tierra tras el breve cruce en lancha hasta la estaci¨®n Chajul para comprender lo que ah¨ª sucede. Al descargar el equipo fotogr¨¢fico, una de las bi¨®logas que nos acompa?a se queda petrificada con la mirada clavada en el suelo. Un perico verde agoniza por una herida en la cabeza provocada por un proyectil. Durante el resto de la tarde, la veterinaria y los bi¨®logos intentan reanimarlo sin ¨¦xito.?
Tras una noche arrullada por los ruidos de la selva, salimos r¨ªo abajo para que el fot¨®grafo Santiago Arau pudiera hacer las tomas a¨¦reas previstas el d¨ªa anterior. Otra parte del equipo recorre la zona en avioneta para observar los avances de la deforestaci¨®n. Las fotos a¨¦reas se tornan imposibles por el humo de las quemas que se realizan en los ejidos del Marqu¨¦s por el persistente m¨¦todo de sembrado de roza, tumba, quema y por los incendios en la reserva causados por las invasiones. De regreso a la estaci¨®n, uno de los chicos becados recibe asesor¨ªa inform¨¢tica mientras el equipo de bi¨®logos alimenta pollos de guacamaya. Al caer el sol, una lenta zozobra se cierne sobre la estaci¨®n: Un d¨ªa m¨¢s de trabajo en el que es dif¨ªcil discernir si los avances compensan los retrocesos.?
Al estar impedidos a volar el dron para registrar la reserva desde las alturas por la falta de visibilidad, nos adentramos en la selva. En las copas de los ¨¢rboles que rodean la estaci¨®n, los monos hacen pol¨ªtica acrob¨¢tica. El sendero finalmente se detiene en un imponente edificio de madera cuyo culmen es un desplante de ramificaciones que proyecta una sombra m¨ªstica y templada: las ceibas de la Lacandona cimbran hasta al m¨¢s tozudo de los ateos. Por las noches un enjambre de luci¨¦rnagas vuela febril sobre nosotros y al amanecer las guacamayas rojas reciprocan el cuidado que obtienen en la estaci¨®n descendiendo al abrevadero en un fascinante mosaico de colores tropicales.?
La humareda se ha convertido en un paisaje recurrente para los visitantes o pobladores de la selva. Apenas unos meses antes de nuestra visita, Javier de la Maza realiz¨® un sobrevuelo para detectar invasiones ilegales en la selva. La bit¨¢cora de aquel 28 de abril consigna que el incendio que tend¨ªa una densa cortina de humo sobre el dosel del tupido follaje selv¨¢tico proviene del asentamiento El Correl¨®n, ubicado en uno de los sitios m¨¢s remotos e inaccesibles de la selva. Los incendios se utilizan como mecanismo para desmontar la selva. Durante el vuelo, De la Maza observa que la peque?a pista de aterrizaje -ubicada y denunciada por primera vez hace al menos cuatro a?os- contigua al asentamiento, sigue ah¨ª. ¡°Ya te podr¨¢s imaginar que no son precisamente vuelos comerciales o de turismo los que entran y salen de ah¨ª¡±, dice con sarcasmo Javier.?
El 1 de septiembre, las autoridades de la selva redactaron una carta dirigida a los secretarios (ministros) de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Desarrollo Agrario Territorial y Urbano y a los titulares de la Guardia Nacional y la Procuradur¨ªa (Fiscal¨ªa) de Medio Ambiente reclamando ¡°el desalojo de los invasores del predio conocido como El Correl¨®n, donde existe una pista de aterrizaje clandestina y donde dichos invasores provocaron, en abril, un incendio en nuestra selva de m¨¢s de 200 hect¨¢reas en el coraz¨®n de la Reserva de la Bi¨®sfera Montes Azules¡±. A pesar de los esfuerzos que se realizan desde la estaci¨®n Chajul -y sus dos estaciones hermanas en Tzendales y Lacanj¨¢-, la presi¨®n sobre uno de los sitios de mayor diversidad en todo el mundo contin¨²a. Las denuncias se han acumulado a lo largo de los a?os y en ocasiones han devenido en operaciones de desmontaje de los asentamientos solo para ver c¨®mo se forman nuevamente con madera reci¨¦n talada.?
Durante el recorrido por tierra desde Comit¨¢n hacia la estaci¨®n Chajul, a trav¨¦s del ejido de Marqu¨¦s de Comillas, es dif¨ªcil imaginar el paisaje que describe Javier de la Maza. ¡°Cuando vinimos en la primera excursi¨®n a esta zona, en 1979, todo esto era selva. Sal¨ªas desde la pista de Comit¨¢n y tan pronto como las avionetas comenzaban a descender ve¨ªas pura selva hasta llegar a las orillas del r¨ªo, donde se abr¨ªa una peque?a pista de tierra y uno pensaba: ¡®?Te cae que vamos a aterrizar ah¨ª?¡¯ Hab¨ªa apenas unas cuantas construcciones del lado del ejido, pr¨¢cticamente todo lo dem¨¢s estaba virgen¡±, cuenta De la Maza.
Basta echar un vistazo a las im¨¢genes satelitales para observar c¨®mo la devastaci¨®n del lado de Marqu¨¦s de Comillas es casi total. ¡°En menos de 30 a?os terminaron con buena parte de la selva. Antes, para llegar aqu¨ª, ten¨ªas que entrar en unas avionetas a las que no les serv¨ªa ni el medidor de gasolina. Para llegar hab¨ªa que anotarse en un pizarr¨®n y poner ah¨ª mismo la fecha de salida. Los pilotos eran todo un caso. Recuerdo a uno muy puntualmente. Se apellidaba Caonte, el Malacara Caonte. Era cabrons¨ªsimo. Para empezar iban por ti en la fecha se?alada si hac¨ªa buen clima, si les daba la gana, etc¨¦tera. Adem¨¢s, pod¨ªas ver la avioneta aterrizar, recoger tus cosas, ir hacia la pista y observar c¨®mo ¨¦sta se iba sin ti si el Caonte se topaba con otros pasajeros improvisados que estuvieran all¨ª antes que t¨². Y ah¨ª ibas t¨² corriendo tras la avioneta y a ver cu¨¢ndo volv¨ªa por ti¡±.?
Hoy hay una carretera que conecta el ejido con Comit¨¢n. La construcci¨®n de esta carretera signific¨® la puntilla para la deforestaci¨®n en la regi¨®n que hoy mantiene menos de la mitad de la selva conservada.?
Seg¨²n un informe publicado por Natura y Ecosistemas Mexicanos A.C., la organizaci¨®n dirigida por De la Maza, ¡°esta selva tropical que ten¨ªa una extensi¨®n original de aproximadamente un mill¨®n ochocientas mil hect¨¢reas redujo su superficie total arbolada en 32% para 1982¡±. En la actualidad, seg¨²n Natura, el da?o asciende a dos terceras partes del territorio original. No obstante, ¡°sigue siendo el h¨¢bitat de una gran variedad de la flora y fauna silvestres de M¨¦xico [¡]. En la selva chiapaneca se han registrado 800 especies de mariposas diurnas, el 24% de los mam¨ªferos y 44% de las aves de todo el pa¨ªs¡±. La estaci¨®n Chajul, uno de los m¨¢ximos bastiones de conservaci¨®n selv¨¢tica en el mundo, debe su existencia a una de estas 800 especies de mariposas en la selva Lacandona. Para comprender este relato, es necesario retroceder 161 a?os atr¨¢s y ubicarnos en los pantanos y las ci¨¦nagas de la Anglia Oriental, una regi¨®n al este del Inglaterra.?
En noviembre de 1858, un grupo de 20 naturalistas brit¨¢nicos se re¨²ne para asentar en un documento ¡°que una orden ornitol¨®gica de 20 personas deb¨ªa ser formada con el prop¨®sito de intercambiar las experiencias recabadas en las expediciones de sus miembros. Los resultados y conclusiones deb¨ªan ser vertidas en una revista que ser¨ªa nombrada The Ibis¡±. Lo anterior se consigna en el pr¨®logo que Frederick DuCane Godman escribi¨® para los 63 vol¨²menes de la Biolog¨ªa Centrali-Americana, compilada a lo largo de d¨¦cadas de viajes e inmersiones largas y profundas con su colega Osbert Salvin a trav¨¦s de M¨¦xico y Centroam¨¦rica.?
En ese mismo a?o, Osbert Salvin, matem¨¢tico y un experto en aeron¨¢utica que pod¨ªa construir un bote a vapor de diez metros o una balsa con bamb¨²es capaz de navegar r¨ªos y lagunas agrestes, realiz¨® una expedici¨®n a Guatemala. El viaje original fue patrocinado por la empresa Messrs. Price & Co. con el objetivo de estudiar las nueces de una palma determinada que crec¨ªa en la regi¨®n para ver si la resina de estas pod¨ªa ser utilizada en la fabricaci¨®n de velas. Las nueces resultaron in¨²tiles para dicho prop¨®sito, pero Salvin qued¨® fascinado con la fauna de la regi¨®n y permaneci¨® durante seis meses en la zona. Regres¨® un a?o despu¨¦s y de vuelta a Inglaterra llev¨® consigo un inventario de 332 aves end¨¦micas de Centroam¨¦rica. Su pasi¨®n aviar corr¨ªa por su sangre desde temprano. La colecci¨®n de espec¨ªmenes que recolect¨® durante toda su vida forma parte del Museo de Historia Natural de Londres.?
DuCane Godman aprendi¨® a identificar aves por el tono de su canto o a partir de los rasgos particulares de su vuelo al convalecer cuando ni?o de una condici¨®n conocida como low-grade fever. A?os en los que oscil¨® entre un estado de postraci¨®n en cama y per¨ªodos en los que, gracias a una fuerza tenue, pod¨ªa atender a sus sesiones de instrucci¨®n particular. Durante los breves paseos que pod¨ªa permitirse alrededor de su casa, se dio a la tarea de confeccionar una impresionante colecci¨®n de arbustos, musgos y helechos.?
Al llegar por primera vez a Guatemala, DuCane Godman recuerda su primer desembarco en Izabal: ¡°Este sitio estar¨¢ para siempre asociado en mi mente al primer avistamiento en mi vida de un ejemplar vivo de una de las mariposas m¨¢s bellas del mundo, la Morpho peleides (el morfo azul). Estaba sentado en el tronco de un ¨¢rbol ca¨ªdo, cuando pas¨® flotando por encima de m¨ª, estaba tan desbordado de asombro y maravillado por la et¨¦rea belleza del esp¨¦cimen que a pesar de tener una red en mi mano, fui literalmente incapaz de ponerme en pie para ir tras de ella hasta que fue demasiado tarde para siquiera intentarlo¡±. Esta no fue la ¨²nica especie extra?a que habr¨ªa de hechizar la atenci¨®n de DuCane Godman y Salvin. En posteriores inmersiones a la selva chiapaneca, ambos naturalistas consignaron el avistamiento de una Agrias aedon, una subespecie desconocida que existe particularmente en la zona aleda?a a la selva Lacandona en M¨¦xico, entre centenas de especies m¨¢s.?
El padre de los hermanos Roberto y Javier De la Maza fue un contador p¨²blico apasionado de la entomolog¨ªa -en especial de las mariposas-, la arqueolog¨ªa y la m¨²sica: ¡°Estudiaba las mariposas para entender su diversidad y los procesos de transformaci¨®n. A trav¨¦s de la evoluci¨®n y su conducta siempre busc¨® entender lo que las mariposas nos dicen con su fisionom¨ªa. C¨®mo se distribuyen, por qu¨¦ est¨¢n en ciertos h¨¢bitats, por qu¨¦ tienen esos patrones de coloraci¨®n, por qu¨¦ se alimentan de ciertas plantas¡±, cuenta Javier. Ambos crecieron rodeados de bibliograf¨ªa naturalista, en especial una edici¨®n de la Biolog¨ªa Centrali-Americana y una edici¨®n de El origen?de las especies, de Charles Darwin,?fechada en 1940. ¡°Mi padre ten¨ªa 11 a?os cuando se public¨® ese libro, a esa edad ya estaba sumergido en las infinitas interacciones evolutivas entre las especies, es decir, en la biodiversidad¡±, dice De la Maza.?
El bi¨®logo estaba particularmente obsesionado por la Agrias aedon. A mediados de la d¨¦cada de los 70, el presidente Luis Echeverr¨ªa ech¨® a andar una estrategia para poblar la regi¨®n de Marqu¨¦s de Comillas. Los motivos del siniestro mandatario eran, como de costumbre, poco claros. Sea cual fuere la raz¨®n, De la Maza no dud¨® e inici¨® las gestiones para conocer aquella regi¨®n que hab¨ªa echado hondas ra¨ªces al interior de la mitolog¨ªa de su memoria.?
En noviembre de 1979, De la Maza finalmente consigui¨® adentrarse en la zona. Una comitiva de tres avionetas provenientes de Comit¨¢n aterriz¨® en una peque?a pista de terracer¨ªa a las orillas del r¨ªo Lacant¨²n. La hipn¨®tica orograf¨ªa del tapiz formado por las caobas, los cedros, las ceibas y las literalmente miles de diferentes de especies de ¨¢rboles y plantas que tupen el follaje de la selva Lacandona, se ve¨ªa interferida por una min¨²scula fisura de tierra y unos t¨ªmidos asentamientos.?
Su intenci¨®n, contraria a la de cientos de familias que salieron huyendo de la sierra de Guerrero u otros parajes del pa¨ªs para probar suerte en el M¨¦xico profundo, era encontrar la Agrias aedon rodriguezi descrita por William Schaus, colaborador de Osbert Salvin y Frederick DuCane Godman. En esa primera expedici¨®n, Javier y otros estudiosos de los lepid¨®pteros entablaron relaci¨®n con los pobladores de la regi¨®n, quienes les prestaron una choza ¡°donde pod¨ªamos guarecernos durante la noche¡±. Equipados con linternas, libretas y trampas para mariposas, permanecieron 15 d¨ªas en la selva. ¡°No encontramos lo que est¨¢bamos buscando ?para saber buscar hay que entender el ecosistema?, pero regresamos electrificados de emoci¨®n ante la potencialidad del lugar¡±, rememora De la Maza. ¡°Yo tra¨ªa adem¨¢s el contexto de lo que hab¨ªa sucedido en Los Tuxtlas, Veracruz, a donde mi padre nos llevaba desde ni?os. La zona qued¨® absolutamente destruida, al igual que la selva en Tamaulipas, Tabasco y el norte de Oaxaca dizque en 'pos de proyectos de desarrollo social'. Hoy las zonas son de las m¨¢s pobres y violentas de M¨¦xico y no queda nada de los recursos naturales. Desde que vi el plan de ocupaci¨®n de Marqu¨¦s de Comillas entend¨ª que era urgente crear un programa de conservaci¨®n y ah¨ª surgi¨® el germen que a la postre me llevar¨ªa a crear la estaci¨®n Chajul, del otro lado del r¨ªo¡±.?
La estaci¨®n Chajul comenz¨® su operaci¨®n diez a?os despu¨¦s de la primera inmersi¨®n de De la Maza y sus colegas a la selva Lacandona. Despu¨¦s de un breve pero significativo paso por las oficinas de Gobierno, De la Maza consigui¨® fondos por parte de la organizaci¨®n no gubernamental norteamericana Conservation International y empez¨® las tareas que hasta el d¨ªa de hoy, treinta a?os despu¨¦s, definen el sentido de la estaci¨®n: comprender, vigilar y conservar la regi¨®n. ¡°En aquel entonces, en la zona de la selva pr¨¢cticamente no hab¨ªa comunicaciones, entonces, la gente de la parte sur, sureste de la selva no ten¨ªa ni idea de lo que suced¨ªa fuera¡±, relata De la Maza.?
El ostracismo de la selva con respecto al ¡°mundo exterior¡± era tal que De la Maza se enter¨®, una semana despu¨¦s, de aquellas 24 horas en las que ¨¦l fue el rostro bajo el pasamonta?as del subcomandante Marcos ante los ojos de la naci¨®n. ¡°Recuerdo que lleg¨® la avioneta y uno de mis colaboradores se acerca y me dice muy serio: ¡®Ven Javier, si¨¦ntate un momento que esto te va a interesar¡¯¡±. De la Maza llevaba a?os yendo a zonas remotas de la selva. En cierto sentido coincid¨ªa con el perfil que el Gobierno de Ernesto Zedillo buscaba de uno de los l¨ªderes del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN): hab¨ªa ido a escuelas maristas, conoc¨ªa muy bien la selva profunda, era de tez blanca. ¡°La hip¨®tesis de que yo era Marcos no pod¨ªa provenir de inteligencia del Gobierno, vino de alguien, de alguno de los muchos a quienes no les viene bien que estemos aqu¨ª. Entonces me sent¨¦ y me empezaron a pasar peri¨®dicos. En el primero "Javier de la Maza es Marcos"; en el segundo "Javier de la Maza no es Marcos". Nosotros cada vez que entr¨¢bamos a la selva tra¨ªamos peri¨®dicos y revistas porque ac¨¢ nadie se enteraba de lo que pasaba fuera de la selva. Entre que s¨ª y entre que no, durante varios meses anduve con total paranoia, no fuera a ser que alguien no se enter¨® que no era yo el subcomandante¡±.
A pesar de que la legislaci¨®n medioambiental no ha parado de robustecerse desde 1978, en un pa¨ªs donde la impunidad es la ¨²nica ley que realmente se observa y obedece, los marcos regulatorios no logran la contenci¨®n deseada para evitar la destrucci¨®n de los ecosistemas. Desde su creaci¨®n y durante muchas d¨¦cadas, las ?reas Naturales Protegidas fueron ir¨®nicamente llamadas ?reas Naturales de Papel. En el caso de Chiapas, desde la promulgaci¨®n de las zonas de protecci¨®n forestal en la selva Lacandona, se ha perdido el 70% de la misma y el 10% de la Reserva de Montes Azules.?
Si bien es cierto que en M¨¦xico es la propia ley la que pareciera ser de papel, ser¨ªa un ultraje tildar de in¨²tiles los esfuerzos conservacionistas. Solo en las estaciones que operan en Montes Azules se han logrado conectar corredores biol¨®gicos para que las especies puedan circular o conseguido subsidios gubernamentales por servicios ambientales (captura de agua y carbono, por ejemplo). Sin el monitoreo de especies como el jaguar, posiblemente estos felinos estar¨ªan en una situaci¨®n poblacional a¨²n m¨¢s cr¨ªtica. El restablecimiento de la vegetaci¨®n riparia, t¨ªpica en las riberas de r¨ªos y arroyos, en las partes m¨¢s deforestadas frente a la Reserva tambi¨¦n contribuye a evitar inundaciones y desastres naturales en los ejidos.?
A lo largo de su historia, la selva tropical mexicana ha sufrido presi¨®n y explotaci¨®n constante desde diferentes trincheras: programas de extracci¨®n que datan de la Colonia, repartos agrarios, invasiones ilegales, desarrollos carreteros, asedio de grupos criminales y torpes pol¨ªticas p¨²blicas. No obstante, el enemigo m¨¢s ac¨¦rrimo de la conservaci¨®n sigue siendo la ocupaci¨®n humana.
Durante la d¨¦cada de los cincuenta y los sesenta, el da?o al territorio de selva tropical en M¨¦xico fue devastador. La pol¨ªtica de ocupaci¨®n y extracci¨®n salvaje continu¨® durante los setenta. En 1968, la Unesco organiz¨® en Par¨ªs la Conferencia sobre la Conservaci¨®n y el Uso Racional de los recursos de la Bi¨®sfera. Dicha cumbre fungi¨® como precursora de los encuentros posteriores que fueron asentando y demostrando desde la comunidad cient¨ªfica los problemas ambientales asociados con el quehacer humano (en ¨²ltima instancia, el cambio clim¨¢tico).?
La Reserva Integral de la Bi¨®sfera Montes Azules es una de las 621 reservas ubicadas en 121 pa¨ªses, creadas como consecuencia de dicha reuni¨®n global. Tres a?os despu¨¦s, bajo el patrocinio del mismo organismo, se crea el Programa Hombre y Bi¨®sfera, que dio pie casi quince a?os m¨¢s tarde a la aparici¨®n del concepto de desarrollo sustentable: una pol¨ªtica de aprovechamiento de los recursos que no comprometa el desarrollo de las generaciones futuras. El pol¨ªgono queda asentado en el decreto y cubre 331.200 hect¨¢reas.
El asedio a la selva tropical en M¨¦xico continu¨® en la Administraci¨®n de Luis Echeverr¨ªa sin importar la promulgaci¨®n del decreto que proteg¨ªa uno de los ¨²ltimos reductos de la regi¨®n. En particular, el territorio de la Lacandona fue objeto de un p¨¦rfido laboratorio social y pol¨ªtico que incluye mecanismos de contenci¨®n promovidos por Estados Unidos al ¨¦xodo de guerrilleros guatemaltecos, quienes hu¨ªan del golpe de estado de Efra¨ªn R¨ªos Montt a inicios de los ochenta. Tambi¨¦n de cruzadas evang¨¦licas que provocaron el repliegue de grupos cat¨®licos hacia la selva, comandados por el obispo Samuel Ruiz, en lo que muchos observan como el germen del EZLN, repartos agrarios y regularizaciones ilegales de tierra a trav¨¦s de mecanismos que lo mismo tej¨ªan redes clientelares con fines electorales que fuentes de desv¨ªo de recursos p¨²blicos. Todos estos factores contribuyeron a que el pol¨ªgono protegido se fuera diezmando a trav¨¦s de asentamientos y rutas de tr¨¢nsito humano.?
Sobre la mesa de la sala de juntas de Natura Mexicana, Javier de la Maza extiende un libro de mariposas:?
¡°Mira estos patrones de colores, la que se encuentra hasta arriba ha cambiado el color de sus alas para mimetizarse con esta otra y hacer m¨¢s dif¨ªcil su distinci¨®n para los depredadores¡±, me explica el conservacionista.?
A lo largo de 30 a?os, Natura y su equipo de trabajo han sorteado crisis producto casi siempre de la esquizofr¨¦nica y miope actitud de los gobiernos locales y federales. A pesar de que el sexenio anterior fue dif¨ªcil, De la Maza recuerda pocas crisis como la actual: ¡°A¨²n es pronto para tener una postura con respecto a las pol¨ªticas ambientales de la Cuarta Transformaci¨®n, pero para m¨ª es claro el desinter¨¦s por parte del presidente para comprender de manera cabal las implicaciones de una verdadera pol¨ªtica de conservaci¨®n. El desmantelamiento de las instituciones ambientales del Gobierno. Estamos regresando a la era de los operadores en el manejo de los recursos p¨²blicos. Adem¨¢s, programas como Sembrando Vida, vuelven a poner el ¨¦nfasis en la rentabilidad de la tierra m¨¢s que en su conservaci¨®n. Hay evidencias de que en algunos sitios tenemos personas desmontando selva para poder sembrar ¨¢rboles destruyendo as¨ª miles de interacciones biol¨®gicas que se generan a lo largo de miles de a?os¡±.?
A pesar de todo este esfuerzo, la selva y las estaciones Chajul y Tzendales est¨¢n ante una seria amenaza. Con el riesgo de que contin¨²e la destrucci¨®n de la selva por una reci¨¦n elegida autoridad de Bienes Comunales Zona Lacandona que no representa la voluntad ni los derechos de la etnia lacandona. Por el contrario, pretende lucrar con su territorio promoviendo invasiones.?
El 1 de octubre, la minor¨ªa lacandona due?a de los terrenos de la Reserva de Montes Azules dentro de los cuales se ubican las estaciones Chajul y Tzendales, que ancestralmente ha protegido la conservaci¨®n y biodiversidad del territorio viviendo a trav¨¦s de proyectos de ecoturismo que no da?an el medio ambiente, envi¨® una carta al presidente L¨®pez Obrador. ¡°No estamos de acuerdo y no apoyaremos la invasi¨®n de la Reserva de la Bi¨®sfera Montes Azules ya que es el ¨²nico regulador clim¨¢tico m¨¢s importante en nuestro pa¨ªs y en el mundo¡±, se?ala el texto. Los riesgos de un conflicto ¨¦tnico violento son elevados. De ser despojados los custodios actuales y leg¨ªtimos de ese territorio, la amenaza de devastaci¨®n es alarmante. Los lacandones tambi¨¦n han denunciado que la autoridad no reconocida de Bienes Comunales amenaza con apoderarse de las estaciones porque estorban a sus intereses de beneficio personal contra el inter¨¦s p¨²blico que significa la protecci¨®n del patrimonio natural.?
La estaci¨®n Chajul hoy es capaz de albergar hasta 50 personas que realizan tareas de monitoreo, asesor¨ªa en el desarrollo de proyectos de ecoturismo, investigaci¨®n y desarrollo comunitario con un sistema de becas para j¨®venes lacandones y de Marqu¨¦s de Comillas. Las tareas de De la Maza han cambiado. Antes hac¨ªa desde carpinter¨ªa hasta inventarios de especies y hoy tienen que ver m¨¢s con la coordinaci¨®n de los diversos equipos de trabajo. Pero sigue sintiendo el magnetismo de la naturaleza como el primer d¨ªa que se intern¨® en Chiapas. ¡°Soy un hombre de la selva, no hay nada que disfrute m¨¢s que esas caminatas en las que puedo, c¨¢mara en mano, seguir encontrando cada vez fuentes de azoro¡±.?
Tras el despliegue de amenazas y dificultades por las que atraviesa la estaci¨®n, le pregunto si se arrepiente de algo: ¡°S¨ª, me arrepiento de haber concentrado nuestros esfuerzos solo del lado de la reserva y no tambi¨¦n en los ejidos de Marqu¨¦s de Comillas¡±. ¡°Si con este pol¨ªgono te las ves negras, imag¨ªnate si tuvieras una porci¨®n de territorio m¨¢s grande que vigilar y proteger¡±, replico. ¡°S¨ª, pero de aquel lado est¨¢n las mariposas que m¨¢s me interesan¡±.?
En la recta final de la entrevista hablamos acerca de los pinolillos, mejor conocidos como garrapatas, que me acabo de espulgar del cr¨¢neo. Y de c¨®mo la estaci¨®n estuvo al borde del mot¨ªn cuando De la Maza respondi¨® sin titubear a la amenaza del ¡°ella o nosotros¡± que el equipo de la estaci¨®n le profiri¨® en relaci¨®n con la presencia de la temible Cochi o Tocineta: un pecar¨ª de casi 60 kilos que sol¨ªa aterrorizar a todos en la estaci¨®n. ¡°?Alguna vez te sientes cansado de permanecer en esta especie de nado de salm¨®n?¡±, le pregunto. ¡°S¨ª, por supuesto. Y cada vez que me siento frustrado o abatido, salgo a la selva, me encuentro con una interacci¨®n que no hab¨ªa observado jam¨¢s que es el resultado de miles de a?os de vinculaciones y transformaciones y me recuerdo que durante los pocos a?os que dura la vida humana, no podemos permitirnos el lujo del cansancio, menos ahora que nunca¡±.