¡°Greta es el ni?o del cuento del emperador. Y todos estamos desnudos¡±
Extracto del libro 'Nuestra casa est¨¢ ardiendo', en el que los Thunberg-Ernman cuentan c¨®mo les ha cambiado el desastre clim¨¢tico
Este es un extracto de Nuestra casa est¨¢ ardiendo, libro reci¨¦n publicado por Lumen, en el que la madre de Greta Thunberg relata la enfermedad a la que sucumbi¨® su hija tras ver un documental sobre el cambio clim¨¢tico. Afectada de Asperger, autismo y trastorno obsesivo-compulsivo, la joven sueca de 16 a?os y su familia convirtieron su sufrimiento en motor de lucha por el planeta. El relato que firman la joven activista sueca, sus padres y su hermana personaliza el relato en la voz de la madre, Malena Ernman, cantante de ¨®pera.
Escena 8. En el hospital infantil
Por muy mal que lo haya pasado en mi vida, siempre me he sentido bien en el escenario. Es mi refugio. Pero ahora debo de haber traspasado alg¨²n tipo de l¨ªmite porque cada funci¨®n de Jerjes me resulta un completo horror. No quiero estar ah¨ª. No quiero. Quiero estar en casa, con mis hijas. Quiero estar en cualquier otro lugar antes que en el maldito Artipelag.
Y sobre todo, lo que quiero es poder contestar a la pregunta de Greta: ??Cu¨¢ndo me pondr¨¦ bien??.
No tengo la respuesta. Nadie la tiene, porque primero debemos averiguar qu¨¦ es lo que le ocurre, de qu¨¦ enfermedad se trata.
Todo comienza con una llamada del centro de salud, m¨¢s o menos un mes y medio despu¨¦s del inicio del cuatrimestre de oto?o. Han pasado un par de semanas desde que empezamos a notar que algo no iba bien y unos d¨ªas desde que le hicieran unos an¨¢lisis a Greta. Nos llama una joven m¨¦dica.
¡ªLos resultados de las pruebas no han salido del todo bien ¡ªdice, y nos recomienda que vayamos al hospital infantil Astrid Lindgren para someter a Greta a unas nuevas pruebas.
¡ª?Pedimos cita? ¡ªpregunta Svante.
¡ªNo ¡ªresponde la m¨¦dica¡ª. Creo que es mejor que vay¨¢is ahora mismo.
Quince minutos despu¨¦s recogemos a Greta del colegio y nos dirigimos a urgencias. All¨ª contin¨²an las pruebas, y luego hay que esperar.
De modo que nos sentamos a esperar, sintiendo c¨®mo la tensi¨®n y la preocupaci¨®n van en aumento. (¡)
Escena 12. La revancha de las chicas invisibles
El pulso de Greta aumenta, seg¨²n los informes del Centro de Trastornos Alimentarios, y por fin la curva del peso asciende lo suficiente para que pueda someterse a un examen neuropsiqui¨¢trico.
Nuestra hija tiene s¨ªndrome de Asperger, autismo de alto funcionamiento y TOC, trastorno obsesivo-compulsivo.
¡ªTambi¨¦n podr¨ªamos incluir mutismo selectivo en el diagn¨®stico, pero es un trastorno que a menudo desaparece con el tiempo.
No nos sorprende. Es m¨¢s o menos la conclusi¨®n a la que nosotros hab¨ªamos llegado hac¨ªa ya meses.
La psic¨®loga del colegio nos acompa?a cuando nos dan el diagn¨®stico en el Servicio de Psiquiatr¨ªa Infantil y Juvenil, y le estamos muy agradecidos por habernos dicho la verdad desde el principio.
Cuando salimos, recibimos una llamada de Beata: va a quedarse a cenar en casa de una amiga. Siento una punzada de remordimiento, pues es la primera vez en mucho tiempo que no tendr¨¢ que cenar sola. ?Pronto cuidaremos tambi¨¦n de ti, cari?o ¡ªle prometo, y me prometo¡ª, pero primero Greta tiene que ponerse bien?.
El verano est¨¢ a la vuelta de la esquina, y volvemos a casa andando. Ya casi no necesitamos racionar el consumo de calor¨ªas.
Escena 13.? Un gigantesco e invisible vertedero
Lo que le sucedi¨® a nuestra hija mayor no puede explicarse solo con una combinaci¨®n de siglas o con el hecho de que es diferente. Al final, lo que le pas¨® era que simplemente no consigui¨® que las cosas le cuadraran.
Nosotros, que vivimos en un momento hist¨®rico de una sobreabundancia nunca vista, con unos medios que van m¨¢s all¨¢ de cualquier fantas¨ªa, no tenemos recursos para ayudar a la gente que huye de la guerra y el terror, personas como t¨² y como yo que lo han perdido todo.
En el colegio, la clase de Greta ve un documental sobre la contaminaci¨®n de los oc¨¦anos. Una isla de pl¨¢stico m¨¢s grande que M¨¦xico flota por el sur del oc¨¦ano Pac¨ªfico. Greta se pasa todo el documental llorando. Sus compa?eros tambi¨¦n est¨¢n muy conmovidos. Antes de que la clase termine, la maestra les explica que el lunes tendr¨¢n un sustituto porque ella se va a Connecticut, en las afueras de Nueva York, para asistir a una boda.
¡ª?Hala! ?Qu¨¦ suertuda! ¡ªexclaman los alumnos y alumnas.
Una vez en el pasillo, ya se han olvidado de la isla de basura que viaja por el litoral de Chile. De los plumas, con los cuellos forrados de piel, sacan sus iPhone nuevos y todos los que han estado en Nueva York cuentan lo guay que es la ciudad, repleta de tiendas, y que Barcelona es genial para ir de compras, y que en Tailandia todo es superbarato, y que alguien va a ir con su madre a Vietnam en Semana Santa..., y Greta no consigue que las cosas le cuadren.
Para almorzar hay hamburguesas, pero ella es incapaz de probarlas.
El comedor del colegio est¨¢ a rebosar y hace calor. El nivel de ruido resulta insoportable y, de repente, el grasiento trozo de carne que hay en el plato deja de ser un pedazo de comida y se convierte en un m¨²sculo triturado de un ser vivo con sentimientos, conciencia y alma. La isla de basura se le ha quedado grabada en la retina.
Se echa a llorar y quiere volver a casa, pero no puede porque all¨ª, en el comedor del colegio, hay que comer animales muertos y hablar de ropa de marca, maquillaje y tel¨¦fonos m¨®viles.
Hay que llenarse el plato hasta arriba, decir que la comida est¨¢ asquerosa y juguetear con el tenedor lo justo antes de tirarlo todo al cubo de basura; sin mostrar ni rastro de autismo o de anorexia o de cualquier otra cosa que suponga un engorro.
Greta ha sido diagnosticada, pero eso no excluye que sea ella quien lleve raz¨®n y que todos los dem¨¢s estemos totalmente equivocados.
Porque por mucho que lo intentara, no consigui¨® que le cuadrara esa ecuaci¨®n que todos los dem¨¢s ya hab¨ªan resuelto; la ecuaci¨®n que supon¨ªa el billete de acceso a un d¨ªa a d¨ªa funcional.
Porque vio lo que todos los dem¨¢s no quer¨ªamos ver.
Greta pertenec¨ªa a esa minor¨ªa de personas que pod¨ªan detectar el di¨®xido de carbono a simple vista. Ver lo invisible. Ver ese abismo incoloro, inodoro y silencioso que nuestra generaci¨®n ha elegido obviar. Vio todo eso, no literalmente, por supuesto, as¨ª como los gases de efecto invernadero que sal¨ªan en tropel de nuestras chimeneas, se elevaban con los vientos y convert¨ªan la atm¨®sfera en un gigantesco e invisible vertedero.
Ella era el ni?o del cuento, nosotros ¨¦ramos el emperador.
Y todos est¨¢bamos desnudos.
Traducci¨®n del sueco de M¨®nica Corral y Martin Lexell.
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