Laura Luelmo y el horror que habitaba en la casa de enfrente
La clave del caso ser¨¢ demostrar que Bernardo Montoya secuestr¨® y mat¨® a la joven, cuyo cad¨¢ver se hall¨® hoy hace un a?o, por un m¨®vil sexual, aunque ¨¦l alegue impotencia
Pablo no puede evitar sentir escalofr¨ªos cuando, de noche, pasa justo por delante de la puerta de la casa en la que supuestamente Bernardo Montoya agredi¨® sexualmente y acab¨® con la vida de la profesora Laura Luelmo hace un a?o. ¡°Es una casa maldita, es muy desagradable verla con los precintos policiales pasados por el tiempo¡±, explica con voz apesadumbrada y bajo nombre ficticio uno de los vecinos de la calle C¨®rdoba, en el pueblecito onubense de El Campillo, donde la mujer de 26 a?os encontr¨® la muerte apenas tres d¨ªas despu¨¦s de mudarse.
El lugare?o habla del n¨²mero 1 de la misma v¨ªa, la deteriorada casa en la que viv¨ªa Montoya, un exconvicto que hab¨ªa pasado 22 a?os en prisi¨®n ¡ªde los 50 que ten¨ªa entonces¡ª por m¨²ltiples delitos, incluido el asesinato. Ahora en la c¨¢rcel de Sevilla II (Mor¨®n de la Frontera), el presunto asesino de Luelmo ha sumado un a?o m¨¢s a la sombra, en este caso como recluso preventivo a la espera de un juicio que puede tardar a¨²n hasta un a?o m¨¢s en celebrarse, y en el que el delincuente se jugar¨¢ ser condenado a prisi¨®n permanente revisable.
La desaparici¨®n de la joven y el posterior hallazgo del cad¨¢ver, este martes hace justo un a?o, estremeci¨® a Espa?a. El caso se encuentra a¨²n en fase de diligencias previas en el Juzgado de Instrucci¨®n 1 de Valverde del Camino (Huelva), enfrascado en diversos informes periciales, como explica la Fiscal¨ªa de Huelva. Estas pruebas ser¨¢n claves para fijar lo que ocurri¨® entre la tarde del 12 de diciembre de 2018, cuando desapareci¨® Luelmo, y el 17, cuando su cuerpo apareci¨® semidesnudo en Las Mimbreras, un paraje cercano a El Campillo. La primera autopsia estableci¨® la muerte entre los d¨ªas 14 y 15, aunque la Guardia Civil sostuvo que la agresi¨®n y el fallecimiento de la joven se produjeron el mismo d¨ªa de la desaparici¨®n.
M¨¢s all¨¢ de ese desfase horario, la clave del juicio estar¨¢ en demostrar que Montoya secuestr¨® y mat¨® a Luelmo con el fin de agredirla sexualmente. El informe forense habla de lesiones ¡°compatibles¡± con un ataque de estas caracter¨ªsticas, aunque no ha revelado la presencia de semen, seg¨²n asegura el abogado del detenido, Miguel Rivera, y confirman otras fuentes cercanas al caso a EL PA?S. El letrado intentar¨¢ demostrar que su cliente no lleg¨® a violar a la joven porque ¡°no pudo¡±. Incluso el pasado mes de septiembre, el supuesto asesino fue sometido a una ecograf¨ªa y una anal¨ªtica de sangre, a petici¨®n de la defensa, para demostrar su impotencia.
Esta estrategia no socava la argumentaci¨®n de la Fiscal¨ªa. ¡°La agresi¨®n sexual conectada con el asesinato permite, de por s¨ª, solicitar la prisi¨®n permanente revisable¡±, avanzan desde el Ministerio P¨²blico en Huelva. El caso de Luelmo tiene dos precedentes que fueron a¨²n m¨¢s complejos judicialmente: el de la ni?a Mari Luz, en 2008, cuyo asesino fue condenado por abusos, y el de Diana Quer, en el que el jurado acaba de considerar probada la agresi¨®n sexual de Jos¨¦ Enrique Abu¨ªn Gey, El Chicle, pese a la ausencia de pruebas claras en ambos cad¨¢veres.
La clave ser¨¢, por tanto, demostrar que aquel 12 de diciembre Montoya secuestr¨® a Luelmo, justo cuando esta regresaba de hacer la compra, con un m¨®vil sexual. Los investigadores creen que, ya en la casa del acusado, este forceje¨® con ella hasta golpearle fatalmente la cabeza contra el suelo, en donde aparecieron rastros de sangre. Luego, el hombre se deshizo del cad¨¢ver en Las Mimbreras. Tir¨® la manta en la que lo envolvi¨® en el camino a este paraje y algunos objetos personales de la joven en un contenedor cercano al cementerio. El m¨®vil de la v¨ªctima nunca apareci¨®.
Montoya no ha corroborado estos hechos en sus declaraciones, rehechas hasta en cuatro ocasiones. En una primera ocasi¨®n reconoci¨® haberla matado, pero con aparentes mentiras para eludir la acusaci¨®n de agresi¨®n sexual. Luego introdujo en escena a Josefa, una expareja sentimental suya que, seg¨²n ¨¦l, fue quien asesin¨® a la joven por celos. ¡°Cambi¨® tantas veces de versi¨®n por encubrir a Josefa¡±, asegura Rivera como excusa para su defendido. Aunque figura como investigada, la propia aludida contin¨²a en libertad y sin medidas cautelares, tras defender su inocencia el pasado mes de mayo ante la jueza que instruye el caso.
El en¨¦simo relato de lo que ocurri¨® ¡ªen el que volvi¨® a incriminar a su expareja¡ª lo dio por videoconferencia el 4 de abril desde la prisi¨®n de Sevilla II. En esta c¨¢rcel, el que ya fuera condenado por asesinar a una anciana de Cortegana en 1995 pasa los d¨ªas con aparente calma. ¡°Est¨¢ adaptado a su vida en prisi¨®n, como para no estarlo¡±, aseguran fuentes cercanas a la instituci¨®n. All¨ª recibe visitas de su padre, su hermano y su abogado, que denuncia que est¨¢ sometido a un r¨¦gimen de aislamiento tan duro que ¡°su salud mental se est¨¢ resintiendo¡±.
Mutismo de la familia
La verborrea del supuesto asesino para cambiar su relato contrasta con el mutismo absoluto de la familia Luelmo. Desde el primer momento, los progenitores de la joven decidieron mantenerse al margen. Ahora ni siquiera Francisco Luelmo, familiar de la fallecida y abogado de la acusaci¨®n, hace declaraciones a los medios. Los allegados de la profesora solo han roto dos veces su silencio: a los pocos d¨ªas del asesinato para pedir que acabase ¡°el espect¨¢culo medi¨¢tico¡± levantado, y en una carta a las Cortes de Castilla y Le¨®n en la que criticaron que el Estado hab¨ªa ¡°fracasado estrepitosamente al no ser capaz de garantizar el derecho a la vida y a la integridad f¨ªsica¡± de su hija.
Mientras, entre paisajes mineros rojizos y verdes frutales, la vida sigue calma en El Campillo y Nerva, el cercano pueblo en el que la joven dio clases de dibujo en el instituto p¨²blico V¨¢zquez D¨ªaz apenas tres d¨ªas. Les cuesta olvidar lo vivido. ¡°Sentimos much¨ªsima empat¨ªa y dolor por esta chica y su familia¡±, explica Pablo. Por eso, en el pueblo donde tuvo su fugaz residencia, hace unos d¨ªas bautizaron el centro multifuncional desde el que se coordinaron las labores de b¨²squeda con el nombre de la joven. A escasos metros de all¨ª, como una met¨¢fora del bien y del mal, la blanca fachada de la que fue la casa alquilada de Luelmo ¡ªen la calle C¨®rdoba 13¡ª contin¨²a contrastando con la decrepitud de aquella guarida, justo enfrente, en la que esa fr¨ªa tarde de diciembre encontr¨® la muerte una joven profesora, ilusionada con su primer trabajo.
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