Adi¨®s a las barras
Un paseo por los bares de Madrid antes de que cierren por el coronavirus
Google se equivoca. Una y otra vez. Subiendo la calle Toledo sobre las cinco de la tarde, y al ver que los bares que no han bajado la persiana la tienen a medias, entrar en el buscador para que te diga qu¨¦ locales siguen abiertos es in¨²til. Seg¨²n ¨¦l, todos siguen su trabajo normalmente. Seg¨²n la realidad, casi ninguno. Solo se avistan personas acarreando papel higi¨¦nico. En pocas horas, los bares van a cerrar, seg¨²n decret¨® ayer la Comunidad de Madrid y en sinton¨ªa con el estado de alarma que el Gobierno ha anunciado este viernes a la espera de concretar todas las medidas durante el d¨ªa de ma?ana.
Enfilar la calle de la Ruda rumbo a la plaza de Cascorro resulta descorazonador, si no fuera porque pensar hoy en que te quedas sin tus ca?as resulta mezquino. Cascorro, zona cero del Rastro, vac¨ªo. Los Caracoles, nada. El plan b es moverse hacia plaza de la Cebada, algo que regularmente se hace porque no hay sitio aqu¨ª. La cafeter¨ªa San Mill¨¢n, frente a la parada de taxis, est¨¢ abierta. En la barra se acodan tres parroquianos que, por su forma de trabajar las consonantes, deben llevar ah¨ª unas cuantas horas. Uno le cuenta a otro que ayer alguien se enfad¨® porque lo toc¨® en el metro. Otro nos dice que la soluci¨®n a esto se halla en las drogas, que los camellos tiene el ant¨ªdoto.
Cruzamos la plaza de la Cebada (cuatro humanos con papel higi¨¦nico). Enfilamos la Cava Baja (dos humanos m¨¢s con papel higi¨¦nico). ¡°?Te tomas la ¨²ltima con nosotras?¡±. La puerta de un local moderno, tres j¨®venes a¨²n invitan a los transe¨²ntes a entrar en al bar. ¡°A ver, yo cierro a medianoche. Si me dejan quedarme m¨¢s, me quedo¡±, nos dice el camarero mientras nos sirve una cerveza con guantes azules. Aqu¨ª solo hay j¨®venes y casi todos extranjeros. ¡°T¨ªo, t¨² sabes que esto es como una bomba de esas qu¨ªmicas. Ahora todo bien, pero si explota¡ Solo con respirar moriremos¡±, nos cuenta Mark, un ingl¨¦s que est¨¢ junto a dos amigos y que tiene frente a s¨ª tantos vasos de cerveza medio llenos que, tras hablar, le cuesta decidirse de cu¨¢l beber. Al lado, una pareja estadounidense sorbe c¨®cteles y se ense?an el uno al otro las fotos que se acaban de sacar. ¡°Es la primera vez que salimos del Airbnb desde que llegamos. Ten¨ªamos miedo, pero hay que salir, estamos de vacaciones¡±, nos dice ella. Le contamos que hoy cierran los bares. Sonr¨ªen. Viajar es sonre¨ªr. Salimos.¡±Nos vemos en 15 d¨ªas¡±, nos grita una de las chicas que siguen apostadas en la puerta.
Ya en Puerta Cerrada, decidimos echar la ¨²ltima en La Fontanilla, cl¨¢sico del barrio que no cierra nunca y que cuenta con unos parroquianos que jam¨¢s defraudan. ¡°Voy a cerrar en un rato¡±, cuenta Maxi, el camarero polaco. Hay dos parejas de turistas, un vecino habitual, demasiado habitual para su m¨¦dico, y otro que nos pregunta de d¨®nde somos. ¡°Por el acento. ?Catal¨¢n?¡± Confirmamos. Y entonces, arrancamos una conversaci¨®n de media hora sobre Catalu?a. La ciudad est¨¢ en estado de alerta, hay pandemia, esto va a cerrar en un rato, seguramente, por dos semanas, pero vamos a hablar de Quim Torra. Pues vale. Fuera todo se desmorona, pero vamos a tener nuestras barras y nuestros temas recurrentes hasta que cierren. Cantando en bat¨ªn en un tren en llamas. ¡°?Te puedo dar la mano?¡±, me pregunta antes de irme. ¡°Es por el virus ese, no por lo otro¡±. Te tienes que re¨ªr. Como lema para este pa¨ªs no est¨¢ nada mal.
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