¡°Debes combatir el virus aunque te deje hecho piltrafa¡±
El periodista Emilio Alfaro, ingresado en el hospital Txagorritxu de Vitoria, da fe de la entrega de los profesionales
HUA Hospital Txagorritxu. Sexta planta. Aislamiento.
Sin haber transcurrido a¨²n las primeras 24 horas del ingreso, empiezas a desear un compa?ero de habitaci¨®n. Aunque fuera el m¨¢s molesto, cerril o inc¨ªvico que puedas imaginar. Cualquier cosa que rompa esta coexistencia esclava con el hu¨¦sped. Has permanecido siete d¨ªas en casa en estado febril, con tos, dolor general; los s¨ªntomas can¨®nicos de la Covid-19. Y casi desde el segundo sospechaste que el bicho se hab¨ªa aposentado en tu organismo. Sin embargo, la confirmaci¨®n oficial, ya en Urgencias, dista mucho de ser un alivio.
Mientras era una sospecha, hab¨ªa un espacio de indefinici¨®n. O dos. Pod¨ªas tenerlo o pod¨ªas no tenerlo; pod¨ªas tenerlo, pero podr¨ªas pasar la infecci¨®n en tu hogar. Pero una vez en el box de Urgencias, no hay escapatoria. Con una meticulosidad ejemplar pese al desbordamiento, desembarcan sobre tu cuerpo todas y cada una de las pautas del protocolo: el frotis de la prueba, extracciones varias, toma de temperatura, electrocardiograma, auscultaci¨®n. Lo llevan a cabo enfermeras y m¨¦dicos encapados como para un ataque bacteriol¨®gico, pero que logran el milagro de transmitir calor y confianza pese a las gafas y mascarillas.
Con todo, Urgencias es todav¨ªa un ¨¢mbito abierto, escuchas el tr¨¢fico de gente, el rodar de los carros m¨¦dicos, las quejas y conversaciones de las personas que ocupan los otros boxes. Cuando llega el anuncio: ¡°Te vamos a subir a planta¡±, sabes que se han volatilizado todas las dem¨¢s alternativas. Te vas a quedar a solas con ese enemigo invisible sin credenciales ni referencias literarias.
Ya eres, oficialmente, una de las decenas de miles de personas que tienen el rechazable honor de acoger a este hu¨¦sped en su organismo. Y eso tiene sus consecuencias. La entrada en la habitaci¨®n que se te ha asignado evoca la sensaci¨®n que debe experimentar un ni?o al que sus padres dejan por primera vez en la guarder¨ªa. El problema es que ah¨ª dentro no hay otros ni?os, y pronto descubres que m¨¢s que aislamiento es confinamiento.
La puerta de la habitaci¨®n es una frontera formidable. Nada la protege, pero es inviolable. Solo de tiempo en tiempo entra una enfermera, una auxiliar, la m¨¦dico, trayendo ayuda desde el mundo exterior con una agobiante protecci¨®n de batas, delantales, guantes, gorros y gafas que se quedan contigo cuando marchan. Nada puedes hacer hacia afuera, solo agradecer sinceramente la ayuda que se te presta.
Y el resto de las horas es una sorda diatriba ¡ªni siquiera un duelo¡ª con ese hu¨¦sped inoportuno. Un in¨²til rebobinar de preguntas sin respuestas. ?Qu¨¦ m¨¢s da ya qui¨¦n te lo pudo contagiar, ni d¨®nde? Lo tienes dentro y has de combatirlo, aunque por momentos te deje pr¨®ximo al estado de piltrafa. Tambi¨¦n hay algunos fogonazos filos¨®ficos. Como cuando te pones a considerar que este brote in¨¦dito es la m¨¢s excelsa expresi¨®n del poder en toda su pureza. Una fuerza que ha puesto todo nuestro modo de vida patas arriba sin motivos personales ni necesidad de reivindicarse.
Aplauso a los sanitarios
Y piensas tambi¨¦n, humano al fin, que esa falta de autoconciencia es la cruz de un poder tan absoluto. Tanto da?o por una simple activaci¨®n casual, sin un motivo, sin emoci¨®n alguna. No cuesta imaginarse qu¨¦ grado de placer y exaltaci¨®n habr¨ªa alcanzado cualquier s¨¢trapa capaz de causar este desaguisado planetario.
Y as¨ª, en este tedioso y forzado encierro con el hu¨¦sped van desgran¨¢ndose las horas sin demasiados alicientes. Cuando pase este brete s¨¦, sin embargo, que me quedar¨¢n dos experiencias. La primera, sentir desde dentro del hospital, con la emoci¨®n ahogada, el aplauso de la ciudadan¨ªa a nuestro personal sanitario. La otra, poder dar fe de la entrega, la profesionalidad y el calor de cada una de las personas que est¨¢n trabajando sin respiro para frenar la pandemia.
Si alguna experiencia positiva arrojar¨¢ esta crisis creo que ser¨¢ la de defender a mordiscos un sistema sanitario, p¨²blico, gratuito y universal de calidad.
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