La lengua no miente
Veremos qu¨¦ saldremos a hacer y qui¨¦nes seremos todos nosotros el d¨ªa despu¨¦s del confinamiento
Con la pandemia lleg¨® la solidaridad, el unificarnos todos detr¨¢s de las filas de la nube negra, el fuck you al consumo afiebrado y alienado, el desertar de las tropas disciplinadas del capitalismo. Como el hombre es victimario y v¨ªctima a la vez en una misma vida, tambi¨¦n con el virus mundial lleg¨® para muchos el sue?o del totalitarismo delivery, quedate, guardate, hashtag #yomequedo. No har¨¢ falta militar en partidos de extrema izquierda o derecha para poder ser, y ejercer, de esp¨ªa. Ahora desde tu balc¨®n o solamente oyendo detr¨¢s de las paredes podr¨¢s controlar a los otros, deschavarlos, llegado el caso, apedrearlos. Por lo que sea, si salen m¨¢s de una vez, si no aplauden, da igual.
Estoy leyendo los escritos de La langue confisqu¨¦e. Lire Victor Kemplerer aujourd¡¯hui, de Fr¨¦d¨¦ric Joly, desde antes de la pandemia y como siempre pasa, la literatura se adelanta a la vida. Klemperer analiza in situ las alteraciones y deformaciones de la lengua alemana durante el Tercer Reich: ¡°Como es habitual hablar de la fisonom¨ªa de una ¨¦poca, de un pa¨ªs, lo mismo se designa el esp¨ªritu de un tiempo por su lengua¡±. ?l hace lo que para m¨ª es el modelo de ¨¦tica a seguir y lo que permite sobrevivir, llevar un diario. Volver a la escritura el arma m¨¢s letal contra la ¨¦poca. Desde el campo en el centro de Francia, a unos 180 kil¨®metros al sur de Par¨ªs, intento llevar un diario de las expresiones que trajo el virus, de las nuevas formas de control de la lengua, no solo de la polic¨ªa, de los discursos del Estado, sino de nosotros.
En alguna de las redes alguien dijo que los mejores agentes e informadores de la Stasi, la KGB, la polic¨ªa pol¨ªtica del franquismo, etc¨¦tera, eran los porteros y vecinos, eficaces a m¨¢s no poder. Algo similar pasa ac¨¢ entre vi?edos, una especie de confusi¨®n epocal en un escenario perdido en el tiempo, iglesias del siglo XII, puentes y acueductos romanos, aljibes, torres arrasadas por grandes incendios, casas de piedra baleadas durante la liberaci¨®n de 1945 se suman a una conducta vigilante de los lugare?os. Sal¨ª a caminar por entre las vi?as a unos 30 metros de mi casa y un vecino joven sali¨® de entre las flores blancas a decirme que es peligroso. Primero, alucin¨¦ de que me hablaban las flores; ¡°es el confinamiento¡±, me dije. ?Qu¨¦ es lo peligroso? pregunt¨¦. Que puede tener una multa, dijo, y aument¨® a 1.500 euros, ni hablar del otro lado del r¨ªo, despu¨¦s agreg¨® que solo me estaba advirtiendo.
Me qued¨¦ pensando en ese t¨¦rmino policial. Yo no estaba infringiendo la ley, ten¨ªa mi atestaci¨®n con fecha y firma para salir una hora por d¨ªa y hasta un kil¨®metro alrededor de mi casa. Su llamada de atenci¨®n; ?era por mi bien, por el bien de ¨¦l, de la comunidad o para controlarme, por vicio, por excitaci¨®n frente a lo espectacular? Al virus ideol¨®gico del movimiento de los chalecos amarillos ahora se suma esto que pareciera que le dar¨¢ una estocada al capitalismo, o al rev¨¦s, lo exaltar¨¢ todav¨ªa m¨¢s, veremos qu¨¦ saldremos a hacer y qui¨¦nes seremos todos nosotros el d¨ªa despu¨¦s del confinamiento, lo que es seguro es que amamos espiar.
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Ariana Harwicz es escritora argentina. Su ¨²ltimo libro es Degenerado (Anagrama).
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